"El 10 de mayo no tenemos nada que celebrar", dicen madres que buscan a sus familiares desaparecidos en Sonora. Dicen que la contingencia por coronavirus frenó las búsquedas, pero no la exigencia de justicia.
Por Astrid Arellano
Sonora, 9 de mayo (Proyecto Puente).– “Pareces chiva loca, ¿cómo andas así en el monte?”, Sinthya escucha la frase salida de la boca de un hombre cualquiera y se ríe de coraje. “Pareceré lo que pareceré”, le contesta, “pero sea este mi hijo o no, nos lo llevamos completo”.
Sinthya Gutiérrez recuerda la escena donde, pala en mano, discutía con alguien frente a una osamenta humana ubicada en un cerro en Guaymas, Sonora. “Es que hasta que no estén en el dolor de una, van a comprender la realidad, lo que es este calvario que vivimos”, dice.
Ella no ha parado de buscar a Gustavo. Hace tres años que su hijo -un adolescente de entonces 15 de edad- desapareció en el mismo municipio. Ese hecho la convirtió en una de las Guerreras Buscadoras de Sonora, el primer colectivo de búsqueda de personas desaparecidas en fosas clandestinas de la región, nacido en 2018.
El 10 de mayo, Día de las Madres, ya no le significa una celebración, sino una fecha de exigencia. Cada que el día llega, Sinthya sale a marchar a las calles, cargando una lona con el rostro de Gustavo, junto a sus compañeras. Pero este 2020 será distinto: la contingencia por COVID-19 las obligó a quedarse en casa y protestar digitalmente.
#CorazonesEnMarcha es la convocatoria nacional para apoyar a las madres que buscan a sus seres hijos: en los días previos a la festividad, las redes sociales se han llenado de fotos y videos de quienes se solidarizan con su lucha en México, el país que, de acuerdo con las últimas cifras de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB), contabiliza más de 61 mil personas desaparecidas de 2006 a 2019.
En todas las imágenes, ellas mismas y quienes han colaborado, muestran miradas serias a la cámara, usando cubrebocas pintados con la frase: “¿Dónde están?”
María Teresa Valadez Kinijara es la líder de Guerreras Buscadoras de Sonora. Es hermana de Fernando, desaparecido desde el 11 de agosto de 2015, en Empalme, Sonora, y junto a doña Rosa, madre de ambos, ha emprendido una búsqueda que no ha terminado.
“Yo soy hermana de un desaparecido, pero también soy madre y me pongo en los zapatos de mis compañeras con hijos desaparecidos y no quiero imaginarlo”, afirma, “el 10 de mayo no tenemos nada que celebrar, desde que mi hermano no está, no hemos vuelto a festejar ese día, por mi madre”.
Desde 2012, explicó Maryté, las familias que integran el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México han convocado al apoyo de la ciudadanía, porque “queremos que toda la gente sea parte de nuestra voz, de nuestra exigencia por la verdad y la justicia; que entiendan que hoy, más que nunca y ante tantos retos que implica la contingencia, el apoyo es fundamental para hacer visible la crisis de desapariciones, incluso de identificación forense que vive nuestro país”.
La pandemia por coronavirus ha sido una gran lección, aseguró, porque las familias de personas desaparecidas se dieron cuenta de cómo las autoridades han desarrollado tecnologías para contabilizar los casos de la enfermedad por municipios y estados, con una cantidad enorme de detalles, cosa que no ha pasado para los casos de desapariciones.
“Imagínate cómo sería si las autoridades implementaran esto en materia de desaparición”, exclamó, “con datos por ciudad, por estado, por colonia; seguimos con 61 mil desaparecidos, pero, si hicieran una base de datos con un cotejo de ADN a nivel nacional, ¿cuántos desaparecidos no hubiéramos encontrado ya?”
Pero la lucha sigue y, por ello, es importante apoyar a las madres de personas desaparecidas este 10 de mayo, agregó. Visibilizar sus demandas es la opción que ahora tienen.
“Nuestra intención es que la autoridad y la gente entiendan por qué nosotras insistimos y por qué esta pandemia no nos detiene”, concluyó.
BÚSQUEDAS EN PAUSA
Aunque la contingencia por COVID-19 ha significado una pausa en las búsquedas de desaparecidos en terrenos como el monte, los campos y los cerros, las madres, hermanas, abuelas y esposas no han parado de trabajar.
En las últimas semanas, por ejemplo, han hecho mapeos de sitios en los que trabajarán una vez que termine la contingencia y se han capacitado en numerosos encuentros virtuales con especialistas, organizaciones y otros colectivos de búsqueda, pero también lograron la localización en vida de un joven empalmense que encontraron hospitalizado en Mazatlán, para reunirlo con su familia.
“No hemos dejado de trabajar”, dijo Sinthya, “desde nuestras trincheras estamos apoyando, sacando información sobre los cuerpos que tenemos en Semefo (Servicio Médico Forense), orientamos a las familias para que vayan a poner su denuncia, se hagan su prueba de ADN y estamos ayudándoles en todo lo que podamos”.
Sin embargo, dijo, aún con la contingencia, la violencia y las desapariciones no se han detenido. Solo del 25 de abril a la fecha, aseguró, su colectivo ha registrado 15 nuevas desapariciones únicamente en la región de Guaymas y Empalme.
“Aquí se suelta la rachita”, dijo la buscadora, “y se llevan de a dos por día”. En las mismas fechas, luego de un reporte anónimo, también ubicaron una osamenta humana, aquella frente a la que discutió con el hombre que le dijo que estaba loca.
“Por eso estamos trabajando en hacer más fichas de búsqueda”, afirmó Sinthya sobre aquellas publicaciones que las buscadoras utilizan para compartir en redes sociales, con los rostros, nombres y fechas de desaparición de sus seres queridos.
“Nosotras también nos vamos a manifestar digitalmente, vamos a subir unas fotos y hacer un video; tenemos las lonas y las camisetas con las fotos, hasta las de los adoptados”, explica Sinthya sobre las personas desaparecidas a las que han vuelto parte de sus propias familias.
“Hay una familia que es de Cananea y tenemos la camiseta de ellos… son un papá y su hijo, nosotras los adoptamos y nos ponemos las camisetas en cada marcha o búsqueda, esperando que nos tomen alguna foto para que se comparta más; no nada más buscamos a los nuestros, los buscamos a todos”.
Sinthya busca y no para de buscar a Gustavo. Y, en su andar, ayuda a otras madres como ella. Mientras buscan juntas, les enseña a no bajar la voz, a no quedarse calladas.
“Tenemos que seguir buscando porque si una no lo hace nadie lo va a hacer”, concluyó, “el dolor de madre es el que nos da la fuerza”.