Cadáveres en las calles, decenas de fosas comunes y hospitales rebasados son los estragos que cuatro ciudades de América Latina han sufrido a causa del COVID-19. La ciudades ecuatorianas Guayaquil e Iquitos, Manaos en Brasil, y Tijuana, en la frontera de México con Estados Unidos se han visto severamente afectadas, de una u otra manera por la pandemia del coronavirus.
Por Edwin Álvarez Toro
Bogotá, 25 de abril (EFE).- Hospitales con pocas camas y sin rayos X, recorridos por río de 6 horas a 3 días para ir a un centro de salud, cuerpos tirados en las calles tapados con una sábana. La ecuatoriana Guayaquil, las amazónicas Manaos en Brasil e Iquitos en Ecuador y la mexicana Tijuana son cuatro de las ciudades de Latinoamérica que sufren con más dureza los estragos del coronavirus, una enfermedad que ha demostrado no tener miramientos con nadie.
En estos lugares, que no son los más grandes de sus países pero convertidos en epicentro de la pandemia, los sistemas sanitarios y funerarios han colapsado, o están a punto de hacerlo, por la forma descontrolada como avanza la enfermedad, que ya deja más de 125 mil casos y de 6 mil muertos en la región, según los datos más recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y lo peor: el pico máximo del COVID-19 ni siquiera ha llegado y se espera para mediados o finales de mayo.
CADÁVERES EN LAS CALLES
"Guayaquil ha vivido una de las tragedias más grandes de la historia", dijo el viernes Cynthia Viteri, Alcaldesa de una población que condensa buena parte de los dramas del coronavirus en Latinoamérica. La segunda ciudad en importancia de Ecuador pasó de ser el centro económico del país a escenario de una situación dantesca: gente sacando de sus hogares cadáveres y dejándolos en las calles con una sábana encima, personas emprendiendo durante semanas búsquedas desesperadas de sus familiares en las morgues y después soportando una espera de hasta cuatro días para enterrarlos.
Con por lo menos 520 muertos y 10 mil 400 contagios oficiales, Guayaquil suma el 51 por ciento de casos de todo el país, lo cual se agrava al saber que Guayas, la provincia de la que es capital, suma casi 8 mil fallecimientos “extra” desde que comenzó la crisis sanitaria en el país el 29 de febrero y de los que, reconocen las propias autoridades, es casi imposible saber las causas exactas.
"En un camposanto aquí en Guayaquil antes de la pandemia tenían un promedio de 10-20 sepelios diarios. Luego vi la lista de fallecidos y tenían 140 a las 5.30 de la tarde", dijo a Efe Merwin Terán, presidente de la Asociación de Funerarias del Guayas, para después añadir: "No me pueden decir que no son porque... ¿De dónde salió tanto muerto? Eso era COVID, no quedaba nada más".
A todo esto se le suma que con el paso de los días es palpable el desacato en las calles a las órdenes de confinamiento y, por ejemplo, el lunes y martes pasados se veían largas filas de vehículos en el principal puente de ingreso a la ciudad, como si fuera un día laboral normal.
"Es muy preocupante y peligroso el aumento de movilidad. En la última semana el incremento en Guayaquil es de 17.7 por ciento. Si bajamos la guardia se perderán vidas", escribió en Twitter el presidente Lenín Moreno.
HOSPITALES DESBORDADOS Y FOSAS COMUNES
En Manaos, la emergencia afecta tanto a los vivos como a los muertos. Los hospitales están colapsados y los ataúdes ya no caben en su mayor cementerio, por lo que los cuerpos van ahora a intentar descansar a fosas comunes: de un promedio de 20 a 35 entierros diarios se ha pasado a casi cien.
Muy pocas camas y casi equipamiento nulo para los casos graves, frigoríficos instalados hace poco en un hospital para suplir la falta de espacio para los cadáveres, trabajadores sanitarios con trajes blancos, máscaras y guantes trasladando cuerpos y excavadoras abriendo trincheras en el cementerio.
"El Estado se encuentra extremadamente ausente", denunció Luigi Fernandes, que sufrió hace un par de semanas la muerte de su suegra, de 67 años, por culpa del COVID-19 y que dijo que en el hospital en el que estuvo internada ocho días los rayos x no servían, sólo contaban con un respirador y ellos mismos tenían que comprar los medicamentos.
Una radiografía que muestra por sí sola que los 2 mil 270 casos confirmados y las 193 muertes que se reportan oficialmente en la Amazonía brasileña están lejos de la verdadera dimensión del problema en esta zona del norte de Brasil.
Los demás países “pueden ayudar con recursos, con remesas de medicamentos, envío de tests rápidos, equipos de protección, porque muchos médicos están trabajando sin equipos (...)", afirmó el miércoles pasado a Efe Virgilio Neo, alcalde de esa ciudad que con 1.8 millones de habitantes concentra a casi la mitad de la población del estado de Amazonas.
DESAMPARADOS EN LA AMAZONÍA
Unos 700 contagiados y 23 muertos. Aunque la región de Loreto ocupa el cuarto lugar en Perú, son unos números que en la coyuntura actual de la pandemia no parecen catastróficos pero que ya causaron que la morgue del hospital provincial, en el corazón amazónico, excediera su capacidad y no pueda recibir más cadáveres, mientras que los que están permanecen apilados dentro de bolsas negras de basura.
Iquitos, la mayor ciudad de la Amazonía en Perú, es la que concentra la mayoría de los problemas de la región, en la que medidas de contención como cuarentenas o uso de mascarillas son prácticamente inexistentes y que además incluye a las comunidades indígenas a su alrededor, que viven alejadas de los hospitales y centros de salud.
De seis a ocho horas y hasta tres días por río. Eso es lo que a los habitantes de la zona les toma llevar a esos puestos de salud.
“Más del 60 por ciento de las comunidades carece de postas médicas y las que existen están desabastecidas, no cuentan con equipos ni medicamentos y difícilmente se aplica el enfoque intercultural”, denunció días atrás la Organización de los Pueblos Indígenas del Oriente (ORPIO), con base en Iquitos.
Por eso, advierten la ORPIO y otras organizaciones indígenas: si no se contiene el brote del coronavirus, el daño será dramático.
SATURACIÓN HOSPITALARIA EN FRONTERA CON EU
“Estamos al borde de la saturación”. Así, tajantemente, se refirió el jueves en entrevista con Efe el Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, a la situación en Tijuana, en la frontera con EU, y donde hasta ese día se habían reportado 588 contagios y 89 muertes, más de la mitad que en todo Baja California, al que pertenece.
Aunque actualmente la ocupación hospitalaria en ese estado es de entre el 44.9 por ciento y el 73.02 por ciento, dependiendo de la entidad, y con una utilización de un 69 por ciento de los ventiladores disponibles, lo que preocupa a las autoridades es que el pico máximo de la enfermedad se estima que se dé entre el 8 y el 10 de mayo y Tijuana, junto con Ciudad de México, es el epicentro de la pandemia en el país
Además, hace poco el Gobernador estatal, Jaime Bonilla, aseguró que los trabajadores sanitarios están "cayendo como moscas" ante la falta de protección y seguridad en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).
Una coyuntura por la que las autoridades regionales se preparan para una saturación del sistema de salud, pese a que Baja California, y "en particular Tijuana", es donde mayor cumplimiento se da de las medidas de aislamiento social, con un 74 por ciento, según reconoció este viernes el Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador.