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Antonio Salgado Borge

10/04/2020 - 12:05 am

Ave scientia

Mientras tanto, en Estados Unidos algunos conservadores radicales han amenazado de muerte al doctor Anthony Fauci, el experto en inmunología a cargo de la respuesta a esta pandemia.

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"Aunque es pronto para notar todos sus efectos, ya es posible reconocer que el COVID-19 tendrá un impacto radical en las sociedades humanas". Foto: Ted S. Warren, AP

“Para aquellos que querían un mundo sin vacunas… aquí está un mundo sin UNA vacuna”. Este mensaje circula en un tweet y va dirigido a los “anti-vaxxers”, un grupo de personas que normalmente “no cree” en las vacunas.

Aunque es pronto para notar todos sus efectos, ya es posible reconocer que el COVID-19 tendrá un impacto radical en las sociedades humanas. Muchas consecuencias de ese impacto, como la recesión económica que se viene, serán debilitadoras o difíciles de reparar. Pero otras podrían hacernos entender la poca importancia que hemos dado a aspectos fundamentales de nuestra vida en sociedad. Este ha sido el caso de la ciencia, un conjunto de conocimientos que en la era de la posverdad grupos como los “anti-vaxxers” buscan enterrar.

Para ver por qué empecemos notando que avance de la infección anti-ciencia en el mundo contemporáneo puede dividirse en al menos tres compartimientos.

(1) En un primer cajón se puede colocar a conjuntos semiformales. Por ejemplo, los antivaxxers, los terraplanistas o quienes se enganchan en teorías de conspiración. La presencia de estos grupos es tan real como increíble. En Reino Unido circula la idea de que lo que enferma a la gente no es el COVID-19, sino la señal de las torres de la red 5G que recién ha sido instalada. Apenas hace unos días, un grupo de personas literalmente atacó las torres.

Estos grupos abrazan las posiciones anti ciencia en parte porque ello les dan una sensación de seguridad y de control. De esta forma “adquieren” un “conocimiento” privilegiado que el resto de la sociedad, engañada por las élites intelectuales, no alcanza a imaginar.

(2) En un cajón vecino habría que poner a los grupos de poder que se benefician de las posiciones anti-ciencia, como grupos religiosos ultraconservadores y sus satélites o movimientos políticos afines. Por ejemplo, en Brasil, Jair Bolsonaro ha afirmado, sin base científica alguna y contradiciendo los hechos, que “a los brasileños nunca les pega nada” y ha dicho que cree posible que algunas personas hayan sido infectadas desde hace semanas pero que ya cuenten con anticuerpos desarrollados para combatir a ese virus.[1]

En lugar de difundir evidencias o de dar espacio a la ciencia, el Ministro de Educación brasileño afirmó que el virus era un plan de China para lograr “la dominación mundial”.[2] Los grupos ultraconservadores y religiosos que fueron clave para la llegada de Bolsonaro a la Presidencia de Brasil deben estar extasiados.

Mientras tanto, en Estados Unidos algunos conservadores radicales han amenazado de muerte al doctor Anthony Fauci, el experto en inmunología a cargo de la respuesta a esta pandemia. Uno podría pensar que nadie en su sano juicio puede querer asesinar o intimidar a la persona que encabeza la lucha contra la mayor amenaza que las personas de este tiempo hayan enfrentado. Y es cierto. Pero es importante no perder de vista que la negación de la ciencia y la razón dan a estos grupos armas para desacreditar a los expertos y evitar seguir sus recomendaciones. También les permite recuperar creencias que, por no corresponder con hechos, parecían obsoletas o manipular masas de acuerdo con su conveniencia. Si de ellos hubiera dependido, seguiríamos viviendo en cavernas.

(3) Finalmente, en un último cajón podemos ubicar a quienes utilizan la ciencia a su antojo: desacreditan cuando les conviene, y abrazan cuando lo necesitan. Donald Trump, después de haber coqueteado con teorías de conspiración promovidas por las redes y medios que le apoyan, se ha visto obligado a recular, probablemente tarde, movido por el más elemental cálculo electoral. Ser el Presidente que acumuló más muertos suena a un muy mal slogan de campaña.

Desde luego, el hombre que llegó a la presidencia apoyado por los anti-ciencia, sabe ver cuando la ciencia puede darle poder económico y político. Trump buscó recientemente comprar a un laboratorio alemán los derechos en exclusiva de uno de los desarrollos de vacuna más prometedores. Es fácil imaginar el nivel de control adicional que esto le hubiera dado sobre países como México.

También caben aquí los conservadores pragmáticos que desde la oposición atacan sin misericordia a los expertos nombrados por el Gobierno para enfrentar la contingencia. En México, éstos han intentado crucificar de cabeza al doctor Hugo López-Gatell y se han festinado repitiendo que hay “confusión” y “caos” en las reacciones del Gobierno. Esto es, los conservadores de mala calaña frecuentemente se montan sin pudor a la ola anti-ciencia.

Pero los integrantes de estos tres cajones se enfrentan ahora a un hecho de alto impacto. El final de la pandemia global se mira lejano y poco claro. La taza de contagio de este coronavirus puede disminuirse a través de medidas de aislamiento y los servicios de salud pueden reforzarse para atender adecuadamente a las personas que lo requieran. Pero la amenaza del COVID-19, las restricciones y las muertes, no se disiparán por completo hasta que no exista una vacuna contra este virus. Tampoco lo harán los efectos económicos y sociales que acumula esta pandemia.

En consecuencia, por un lado, con el fin de entender tanto lo que ocurre y lo que ocurrirá, distintos gobiernos alrededor del mundo han decidido acudir a personas expertas en áreas como la epidemiología o la construcción de modelos matemáticos de eventos biológicos. La aceptación tácita es que el entendimiento de este fenómeno es necesario para contener la expansión del virus y de minimizar los daños que éste deja a su paso. Por otro lado, miles de científicos en todo el mundo trabajan buscando una solución final para este problema. Buena parte de la comunidad científica dedicada a este tema ha dejado de lado los celos profesionales para compartir sus investigaciones y avanzar más rápido en una cura.

Tal como describió The New York Times: Mientras los líderes políticos han cerrado sus fronteras, científicos han venido pulverizando las suyas para crear una colaboración global única en la historia. Nunca en la historia tantos expertos en tantos países habían estado enfocados simultáneamente en un mismo asunto y con tanta urgencia. Prácticamente todas las demás investigaciones han sido puestas en pausa.[3]

Es claro que la protección de aspectos sociales, económicos, de seguridad y biológicos de buena parte de la humanidad están en estos momentos principalmente en manos de los individuos que se dedican a la medicina, a la inmunología, al modelaje de matemático-biológico y, sobre todo, a desarrollar vacunas. Si es tan claro que los aspectos que dependen de la ciencia, ¿qué pretexto tiene un Gobierno con visión social liberal o progresista para no considerarla prioritaria de ahora en adelante?

Por ponerlo en plata: si México hubiera invertido cantidades suficientes en investigación, infraestructura y educación científica, nuestro país estaría hoy en mucho mejores condiciones de proteger a los más pobres y a los adultos mayores. También contaría con mayores márgenes de acción e independencia; es decir, garantizaría una suerte de “soberanía” en lo referente a la concepción, fabricación y distribución de equipos e insumos relacionados con la salud.

Dado que “frenar a los conservadores”, “poner primero los pobres” y “garantizar nuestra soberanía” son tres aspectos importantes en el discurso de AMLO, para ser congruente el Presidente tendría que entender la importancia que reviste la ciencia para su proyecto; es decir, dejar de verla como un gasto superfluo y reforzarla con prontitud y consistencia. O, por ponerlo de otra forma, salvemos a la ciencia, y la ciencia nos salvará en consecuencia.

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[1] https://www.theguardian.com/global-development/2020/mar/27/jair-bolsonaro-claims-brazilians-never-catch-anything-as-covid-19-cases-rise

[2] https://www.theguardian.com/world/2020/apr/07/china-outraged-after-brazil-minister-suggests-covid-19-is-part-of-plan-for-world-domination

[3] https://www.nytimes.com/2020/04/01/world/europe/coronavirus-science-research-cooperation.html

Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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