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Walt Whitman, el poeta norteamericano que inspiró a Bram Stoker y la amistad entre ambos autores

28/03/2020 - 12:00 am

En 1855, Whitman publicó Hojas de hierba, libro polémico en su tiempo; sin embargo, tiempo después sus admiradores fueron aumentando con rapidez. Las cartas que llenaban su buzón no solo eran elogios de lectores, también de escritores consagrados, como Mark Twain y Bram Stoker.

Al igual que muchos admiradores, el autor de Drácula buscó conectar con su ídolo, así que una noche decidió escribirle una sincera carta que iniciaría su estrecha amistad. Con 60 años y pésima salud, Whitman no podía viajar a Inglaterra, por lo que Stoker se trasladó a EU para conocer, en marzo de 1884, al poeta.

Por Alejandro Gamero

Ciudad de México, 28 de marzo (Culturamas).- Si Bram Stoker levantara la cabeza estoy seguro de que se sorprendería de la infinidad de productos derivados de su vampiro, desde Crepúsculo hasta True Blood, y de las legiones de fanáticos admiradores generados a partir de estos personajes. O, por lo menos, se sorprendería hasta cierto punto.

Porque Stoker también cayó, como una quinceañera cualquiera, presa de los encantos de un ídolo. Solo que el objeto de su admiración no era ningún chupasangres nocturno, sino un viejo poeta que había escandalizado a Estados Unidos. Con solo 22 años, Stoker leyó y se enamoró irremediablemente de la poesía de Walt Whitman.

Al igual que muchos admiradores, Stoker quería tener una conexión con su ídolo, así que una noche escribió una sincera carta a Whitman en la que se presentaba y se ponía a su disposición. Esa carta, una vez que Stoker reunió el valor para enviarla por correo, iniciaría una inesperada amistad literaria que duró hasta la muerte de Whitman.

En 1855 Whitman publicó Hojas de hierba en una imprenta local y en una edición costeada por él mismo. Gran parte de la crítica fue muy dura con el libro, centrándose más en lo ofensivo de las referencias sexuales que en la propia poesía, de manera que el editor fue reticente a distribuir la segunda edición, a pesar de que ya estaba impresa y preparada.

Y si en Estados Unidos ya era difícil conseguir una copia de Hojas de hierba, en Inglaterra era casi una proeza. Los editores británicos se negaron a arriesgarse con una edición por miedo a quebrantar las leyes de pornografía de la época victoriana. Así que el libro solo estaba al alcance de aquellos que tuvieran a algún amigo o conocido al otro lado del charco que pudiera enviarlo.

Uno de los escritores ingleses que más impresionado quedó con Hojas de hierba fue William Michael Rossetti, hermano de Dante Gabriel Rossetti. En 1867 un amigo le mandó una edición americana y al leerla Rossetti quedó tan conmocionado que se sintió en la obligación de compartir aquel libro con el público inglés. Su solución fue hacer una selección de los poemas de Whitman eliminando todo aquello que pudiera ser considerado ofensivo para la moral y la decencia, algo que no contentó por completo a Whitman.

De cualquier modo, Rossetti presenta a Whitman como el fundador de la poesía americana. A través de esa edición Stoker escuchó hablar de Whitman por vez primera, aunque no fue hasta un año después que leyó al poeta de primera mano, en una edición completa de Hojas de hierba. Y, según sus propias palabras, «a partir de ese momento me convertí en un amante de Walt Whiman».

Desde la década de 1870, el número de admiradores de Whitman fue creciendo con rapidez. Las cartas llenaban su buzón y le ayudaba a sobrellevar la soledad que sentía desde que se mudó a la casa de Camden. Whitman no solo recibía elogios de lectores anónimos sino también de escritores ya consagrados, como la carta que Mark Twain le envió en mayo de 1889.

Llegó un momento en el que ya no podía deambular por las calles como en el pasado porque a pocos pasos era abordado por algún fan. En muchas ocasiones, cuando se metía en problemas, sus admiradores se unieron para apoyarlo, como cuando el fiscal del distrito de Boston intentó prohibir la publicación de una nueva edición de las Hojas de hierba con el argumento de que era obsceno.

Pero volviendo a Stoker, la famosa carta la escribió la noche del 18 de febrero de 1872. Después de empezar diciéndole a Whitman que podía quemar la carta antes de leerla siquiera, Stoker le transmitió su admiración como si se tratara de una carta moderna de un fan a su ídolo. El autor de Drácula escribió entre otras cosas:

«Si estuviera en su presencia me gustaría estrecharle la mano. Me gustaría llamarle camarada y hablarle como los hombres que no son poetas no suelen hablar […] Debo darle las gracias por muchas horas felices, porque he leído sus poemas con mi puerta cerrada con llave por la noche, y los he leído en la orilla del mar, donde no se veían más señales de vida humana que los barcos; y a menudo me encontré a mí mismo despertando de una ensoñación con el libro abierto delante de mí […] Shelley escribió a William Godwin y se hicieron amigos. Ni yo soy Shelley ni usted es Godwin pero espero que en algún momento se me permita conocerle cara a cara y tal vez darle la mano. Si alguna vez lo hago será uno de los mayores placeres de mi vida». Así empezó la amistad entre ambos escritores.

Cuando Whitman recibió la carta de Stoker tenía casi sesenta años y su salud era pésima, por lo que el viaje a Inglaterra estaba casi descartado. Fue Stoker quien viajó a Estados Unidos, gracias a su labor como crítico teatral. En la tarde del 20 de marzo de 1884 Stoker, acompañado del actor Henry Irving ‒también admirador de Whitman‒, fueron a visitar al gran poeta americano a la casa de Thomas Donaldson, amigo y benefactor de Whitman. Así describiría Stoker a Whitman la primera vez que lo vio, sentado en el salón de Donaldson:

«Era corpulento, con una cabeza grande y frente alta ligeramente calva. Grandes masas de pelo gris-blanco caían sobre su cuello. Su bigote era grande y grueso y bajaba sobre su boca para mezclarse con la parte superior de la espesa barba». Y entonces se estrecharon la mano como dos viejos amigos.

Dos años después Stoker fue a visitar a Whitman a su casa de Camden. El viejo poeta parecía más débil y se movía con más dificultad, aunque su mente estaba tan despierta como siempre. Hablaron de todo, desde cotilleos literarios de Londres hasta la figura de Abraham Lincoln.

Todavía se encontraron una vez más, en diciembre de 1887. Stoker le planteó a Whitman la posibilidad de hacer una edición con una selección de sus poemas, a lo que Whitman se negó. A estas alturas ya era o todo o nada. Cuando se despidieron lo hicieron como dos buenos amigos. Nunca más volvieron a verse. Antes de morir Whitman envió a Stoker una copia autografiada de Hojas de hierba de 1872.

Durante el verano de 1896, Stoker le dio los retoques finales a Drácula, una novela en la que había trabajado a lo largo de siete años. Dada la admiración de Stoker por Whitman muchos estudiosos han buscado la influencia del poeta americano en Drácula. Aparte de la evidente sensualidad de la novela, también presente en la poesía de Whitman, se ha llegado a especular con los paralelismos ‒al menos físicamente‒ entre el poeta americano y el personaje del Conde Drácula.

¿Qué mejor homenaje podría haber hecho Stoker a su ídolo que convertirlo en un personaje inmortal, alguien que a su vez tendría una legión de admiradores? Algo insólito, sobre todo teniendo en cuenta que el primer vampiro moderno de la historia, el de Polidori, se basó en otro poeta universal, Lord Byron. Solo así se entiende que la figura del vampiro tenga ese halo tan poético.

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