A diferencia de lo que piensan los impulsores de la medida, el resultado no se verá pronto, será un proceso de cambio de hábitos que llevará por lo menos cuatro años, dijo Gabriela Jiménez, investigadora del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Por Rocío Melgoza
Ciudad de México, 7 de marzo (EconomíaHoy).- "Aquí le doy este topercito para que la próxima vez que venga por chiles curados, aquí mismo se los despache de nuevo", le dice Jessica Ortiz, encargada de una tienda de abarrotes en Iztapalapa, a sus clientes desde que entró en vigor el decreto que prohíbe a los comercios de la Ciudad de México dar bolsas de plástico.
Jessica y su familia despachan en esta tienda de la colonia Santa María Aztahuacán y desde que entró en vigor la reforma a la Ley de Residuos Sólidos en la Ciudad de México se las ha ingeniado para tratar de cumplir con la norma y evitar una sanción.
A la entrada del local cuelgan letreros advirtiendo que ya no darán bolsas e invitando a la gente a llevar las suyas o sus propios recipientes de plástico, ya sea los afamados "tuppers" de Tupperware o esos que en la cotidianeidad mexicana se han vuelto un emblema de la reutilización y de los que se habla a menudo con sorna: los envases de yogurt o de crema que terminan en los refrigeradores de los hogares como recipientes de los alimentos más variopintos. El "Alpuraware", (o "Lalaware", según sea el caso), que contiene de todo, menos lo que su nombre indica.
Para los pequeños comerciantes el reto no solo estriba en sustituir los recipientes, también se enfrentan con la dificultad de convencer a su clientela de que las reglas han cambiado y que las nuevas disposiciones son por el bien de todos.
Algunos clientes, cuenta Jessica, colaboran y llegan con sus propios aditamentos para sus compras. A quienes no traen bolsa o recipiente, les ofrece tuppers de Alpura o Lala (según sea el caso) para despacharles los productos que vende a granel y que pueden derramarse, como los chiles curados.
Así, los envases de crema, frascos de vidrio de café o mayonesas, parecen volverse necesarios para las compras sustentables.
Jessica despacha el queso o el jamón con el mismo material con el que vienen envueltos y reutiliza bolsas de otros productos. Para los huevos usa el cartón que los contiene.
Sin embargo, Jessica confiesa en entrevista para EconomíaHoy, que ha sido difícil hacer que su clientela se adapte a las nuevas medidas.
Señala que desde que empezó la restricción a las bolsas plásticas sus ventas se han reducido hasta un 50% y sólo 30% de su clientela llega con sus propias bolsas o tuppers.
ADULTOS MAYORES, LOS MÁS REBELDES
La joven explica que los adultos mayores son quienes más resistencia oponen a la medida.
"Que yo sepa, la basura se va al mar, ¿no? ¿acaso ves mar aquí? ¿entonces tú de qué te preocupas? que se preocupen los que viven en el mar", le dijo un señor recientemente.
Jessica se ha dado cuenta de que es más fácil hacer conscientes a los niños. "En una ocasión una mamá me dijo 'no, yo no traigo tupper y ni creas que lo voy a traer, estas loca'. El pequeño le contestó: 'no mamá, ya no se da bolsa, hazlo por el planeta'. La mamá se enojo y jaloneó a su hijo y se fue. Desgraciadamente ya no me compró, pero a lo mejor hace conciencia y vuelve, yo aquí los espero", lamentó.
LABOR HORMIGA
A diferencia de lo que piensan los impulsores de la medida, el resultado no se verá pronto, será un proceso de cambio de hábitos que llevará por lo menos cuatro años, dijo Gabriela Jiménez, investigadora del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
"Yo le llamo a esto actitudes y acciones hormiga: lo hace usted, lo hago yo, y al ratito ya somos muchos y se tiene que notar", aseguró la experta.
Consideró que éstas pequeñas acciones son buenas ya que al final tienen efectos entre miembros de una sola comunidad y en donde el factor de confianza juega un papel importante.
"Es una excelente idea lo que han hecho en la tienda de Iztapalapa y veremos que al rato van a llegar sus clientes con su envase sin que ella se los pida, pero es eso, tener una comunicación cercana, de confianza y de que somos parte del mismo paisaje diario de la colonia".
CAMBIO DE HÁBITOS
La especialista recordó que en el México previo a los años ochenta se acostumbraba hacer las compras con la 'bolsa del mercado', canastas o redes, y en los supermercados, en vez de bolsas de plástico, las cosas se envolvían en un papel grueso.
Los hábitos de la población del entonces Distrito Federal se modificaron a raíz del terremoto de 1985 ya que tras la contingencia sanitaria la comida, el agua y la energía eléctrica escasearon. Se dejó, por ejemplo, de tomar agua de la llave y aunque las autoridades distribuían agua potable con pipas, la creciente desconfianza sobre su pureza provocó que se abriera un mercado para el agua embotellada en plástico. "Empezamos a recurrir a cosas desechables para casi todo. Abusamos del elemento y se nos salió de las manos", dijo Jiménez.
FALTA DE VOLUNTAD
Esteban García-Peña Valenzuela, director de Campañas en Oceana México, consideró que los cambios a la Ley de Residuos Sólidos en la Ciudad de México solo son la 'punta del iceberg' del verdadero problema.
"Lo que tenemos que empezar a trabajar es que las leyes tanto federales como locales vayan a la reducción de plásticos de un solo uso".
Al respecto explicó que actualmente hay más de 30 iniciativas en el Congreso de la Unión que buscan reformar la Ley General de Residuos, pero no hay voluntad para que los legisladores trabajen en una sola norma integral, "lo que hace pensar que solo las proponen para salir en la foto y ya, pero nadie quiere entrar seriamente al tema".
PEQUEÑOS ESFUERZOS, GRANDES RETOS
El integrante de Oceana ve como positivos los esfuerzos en la capital, pero consideró que será un proceso que llevará bastante tiempo para llegar a la reducción efectiva de plásticos de un solo uso.
"Es absurdo es que ya no te dan bolsas de plástico, pero el que te vende carne te sigue dando poli papel y en supermercados se siguen dando embalajes de plástico y papel". El especialista asegura que las bolsas representan solo una pequeña parte de los plásticos que están en el ambiente y la nueva disposición legal atiende únicamente al 10 por ciento de los desechos de este material.
García Peña considera que los esfuerzos que realizan los pequeños comercios de la Ciudad deben ser un ejemplo para todos. "Si una pequeña tienda tiene este tipo de ideas, cuánto más la industria podría hacer", sentenció.