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Anaïs, June y Henry: los detalles sórdidos que nunca nos contaron sobre esa relación de mito

18/02/2020 - 12:00 am

La obra de teatro Taxi Girl, con texto de María Velasco, recorre la historia de uno de los triángulos amorosos más conocidos y turbulentos de la literatura: Henry Miller, su esposa June Mansfield y la amante de ambos (por separado), Anaïs Nin.

Por David Noriega

Ciudad de México, 18 de febrero (ElDiario).- Una alfombra de pelo rojo cubre el escenario de la sala de la Princesa del teatro María Guerrero. Hace las veces de pensión lúgubre, burdel neoyorquino, casa de lujo y jardín de verano en los que discuten, aman y se inspiran en el controvertido escritor estadounidense, Henry Miller, su esposa June Mansfield y la amante de ambos (por separado), Anaïs Nin.

Taxi Girl, con texto de María Velasco (premio Max Aub de teatro en castellano) recorre la historia de uno de los triángulos amorosos más conocidos y turbulentos de la literatura, bajo la dirección de Javier Giner y con Eva Llorach, Celia Freijeiro y Carlos Troya en el reparto.

Giner se enfrenta con este texto y esta historias, "muy valientes", a su primer montaje oficial. Lo hace en el Centro Dramático Nacional, hasta el 15 de marzo, donde ya había dirigido la lectura dramatizada de otro texto de Velasco, Fuga de cuerpos, pero imaginándose que está en el salón de su casa. "Esto es un templo, así que me he obligado a no pensarlo", reconoce.

Celia Freijeiro y Eva LLorach en 'Taxi Girl'. Foto: El Diario

—¿Qué tiene de histórico Taxi Girl?

—Miller fue uno de los primeros autores en hacer autoficción. Trópico de cáncer, Sexus, Plexus y Nexus... en todas esas novelas relata su vida y sus experiencias. Cambia nombres, cambia situaciones, pero es su vida. Y Anaïs Nin directamente escribió sus diarios amorosos y la novela Henry y June, donde cuenta su relación con ellos dos, que dura más o menos un año.

—¿Qué tipo de relación tenían Miller, Nin y Mansfield?

—La gran, gran, gran historia de amor es entre Nin y Mansfield, sin embargo, en una sociedad patriarcal donde las mujeres están silenciadas, lo que ha pasado al imaginario colectivo, social y cultural es que era "el triángulo amoroso de Henry Miller". Cuando te documentas, te das cuenta de que no fue un triángulo amoroso. No era una relación equilibrada de poliamor. Había mucho jugueteo, pero en ningún momento se llegó a establecer esa cosa.

La forma de relacionarse de Miller con las mujeres era machista, casi de dominación. Era un vampiro emocional, capaz de crear una realidad lo suficientemente áspera para luego alimentarse de ella a la hora de escribir. Su relación con ellas tiene que ver con el maltrato, la dependencia, la necesidad económica e intelectual. La única relación sana, de dos personas viéndose mutuamente, de sororidad, de respeto y apoyo mutuo es la de June y Anaïs. En la función hacemos mucho hincapié en mostrar esa diferencia.

—Miller escribe Trópico de cáncer durante su matrimonio con June Mansfield, que inspira muchas de sus obras. ¿Es ella la gran olvidada de ese triángulo?

—Sí, y hay varias cosas curiosas en este triángulo amoroso. La primera es que hay una arista del triángulo que nunca ha tenido voz. Su voz ha llegado a nosotros a través de los escritos de su marido y de su amante, Anaïs Nin, pero ella nunca ha hablado.

Incluso Miller, tiempo después de finalizar la relación, vuelve a contar la historia de cuando conoce a June en La crucifixión rosa. El alma de June Mansfield revolotea por toda su obra. Pero ella ha sido la gran olvidada porque no era creadora, era mujer y, además, era prostituta.

—¿Era una relación tóxica?

—Sí, sí. La relación entre Henry y June es el abecé de lo que hoy consideraríamos amor tóxico. Es una relación volcánica de maltrato mutuo. El respeto salta por los aires y buscan el enfrentamiento para llegar a lugares donde ninguno de los dos quiere estar. Son dos personas con una incapacidad absoluta de gestionar sus emociones.

June es una superviviente nata, porque desde que nació ha estado al servicio de otros, buscando el deseo de otros, abusada por su padre, por su madre, manteniendo a su padre y a su madre... En situaciones tan extremas, donde lo principal es sobrevivir, la moral pasa a un segundo plano. Y Henry, en una sociedad donde el hombre tiende a la violencia, se siente una posición en la que puede ejercerla sobre su mujer como método de educación. Es una historia tremebunda.

—Además de ser su inspiración, ellas fueron también su sustento económico: Mansfield pagó el viaje de Miller a Paris y Nin financió algunas de sus obras.

—Él fue mantenido absolutamente por Mainsfield, que es la primera que le empuja a dejar su vida acomodada de sueño americano e ir a Europa. Cuando Henry deja a June y se va a París, ella está en Nueva York prostituyéndose y continúa enviándole dinero a él que, además, recibe dinero de su nueva amante, Nin.

Sinceramente, se me ha caído un mito con Miller. Creo que era un personaje mucho más devastador de lo que nos han hecho creer. No habría sido absolutamente nadie si no fuera por estas dos mujeres. Ellas son las verdaderas heroínas.

—Parece que enfoca la prostitución desde un punto de vista romántico.

—No es una obra sobre la prostitución. He abordado el tema con la mayor honestidad posible, sin ningún juicio. No está mi visión de la prostitución o la de los actores puesta en escena. No es un ensayo sociológico ni político acerca del abolicionismo o la legalización. De la misma manera que Anaïs Nin era escritora, June Mansfield era prostituta y eso es algo que no puedo esconder ni juzgar. Ese juicio pertenece al espectador. Nosotros le hemos dado libertad absoluta, pero no creo que haya una idealización. De hecho, la que peor acaba de los tres es Mansfield, absolutamente destruida a base de electroshocks e internada en un manicomio.

Celia Freijeiro y Eva LLorach en 'Taxi Girl'. Foto: El Diario

La diferencia entre las dos mujeres es que Anaïs tiene algo que a June le falta: dinero y posición social. Lamentablemente, seguimos viviendo en una sociedad en la que el dinero y la posición te abren puertas y te permiten cosas que personas con menos capacidad no pueden permitirse. La estructura socioeconómica sigue siendo la misma que entonces.

—Nin ha pasado a la historia de la literatura, mientras Mansfield, por su falta de recursos, tenía que mentir sobre sus estudios. ¿Quienes se oponen a apoyar la cultura lo entienden como algo solo para las élites?

—La cultura tiene que estar subvencionada. Punto. No hay discusión. Pero tiene que estar subvencionada como lo están todas las industrias de un país o como lo está la Iglesia, que también es una industria. La cultura hace la vida de las personas mejor, no es esta cosa elitista de que leo a Gustave Flaubert.

Todos nadamos en cultura, la cultura nos rodea y es indivisible de la sociedad. Ese bien tan preciado debe ser protegido. Cuidar todo eso debe ser parte inherente de la política, simplemente porque hace a una sociedad mejor y más avanzada a todos los niveles. Para mí, el tema de la subvención cultural no es algo meramente económico, sino de un desarrollo sano de la sociedad.

Javier Giner dirige 'Taxi Girl' en el Centro Dramático Nacional. Foto: El Diario

—Pero se aborda desde la confrontación ideológica.

—Lamentablemente sí, pero las personas que tanto se quejan de que la cultura está subvencionada, no se quejan de que lo esté la Iglesia. Hay muchos argumentos con una gran carga de hipocresía y doble moral. Yo no soy una persona religiosa, pero entiendo que la Iglesia hace bien a muchas otras personas y lo respeto. No me ves en la calle quejándome porque esté subvencionada o porque no pague el IBI. Sin embargo, a otros parece que les fastidia que la cultura esté subvencionada. Entiendo que según Abascal y Vox solo se puede subvencionar lo que ellos digan.

—¿La de Taxi Girl es una historia que podría suceder hoy?

—Jamás entendí la obra como de época o un biopic. Los temas que aborda María en el texto son de los que estamos hablando actualmente: la libertad de las mujeres, la violencia machista, la prostitución, el deseo, la libertad de amar, la diversidad... Esto podría estar ocurriendo ahora mismo en un ático en el barrio de Salamanca o en Pedralbes.

He intentado crear un limbo temporal, porque al final son tres personajes intentando amar y ser amados, equivocándose muchas veces, acertando otras y pagando diferentes precios por ser radicalmente libres. Para mí ese es el gran tema de la función: ¿qué precio pagamos por ser radicalmente libres?

El último monólogo de Celia Freijeiro habla de cosas que estamos viviendo hoy en día. La gran conquista social de 2019 ha sido el satisfyer, como si el placer de las mujeres hubiera comenzado ayer. La sexualidad femenina sigue siendo un tabú absoluto y una mujer que vive su sexualidad de manera libre y radical, como ella quiere, sigue siendo un tabú.

—El sexo juega un papel importante en la obra, ¿por qué?

—Llegué a la conclusión de que la única manera de contar esto era siendo lo más honesto posible con quiénes eran estos personajes, no tanto desde un sentido histórico, sino de su alma. En el caso de June Mansfield a través de su trabajo; de Henry Miller con esa depredación sexual; y en el caso de Anaïs Nin, que era una mujer desesperada por vivir.

No hay nada más vivo que el sexo. Las experiencias más vitales son las que tienen que ver con la sexualidad y es una de las maneras que tienen los personajes de querer y ser queridos. No podría haberlo hecho como si fuera Orgullo y prejuicio con tres personajes sentados a la mesa, tomando té y hablando del romance. El espectador merece saber que estas tres personas se mueven sin ningún tipo de juicio, sin ningún tipo de tabú y llegando a lugares donde igual el común de los mortales no llega habitualmente.

—Miller fue censurado y procesado por obscenidad en EU. ¿Dónde está el límite entre lo sensual y lo obsceno?

—No tengo ningún problema en que haya gente que considere la función obscena, porque en su momento ellos también fueron considerados obscenos, así que de alguna manera hay un viaje paralelo. Lo que no quiero es que sea desagradable, porque eso provoca rechazo y lo que me interesa es que el espectador entre en una especie de limbo moral donde acabe identificándose con personajes que están muy alejados.

Dentro de eso, he intentado ser lo más elegante posible, porque más de la mitad de la obra transcurre en la casa de verano de Nin y porque el sexo, la sexualidad y la sordidez también tienen cabida en una bañera de oro repleta de champán. El sexo y lo sórdido no solo no es sucio, sino que puede ser elegante y sugerente.

—¿Alguien ha abandonado la función?

Se fueron tres hombres de un pase. Hay muchos momentos en la obra en los que puedo entender que alguien se vaya, ya no solo por los desnudos físicos, sino por las discusiones, la violencia, la intensidad emocional... Pero, curiosamente, estos tres tíos aguantaron todos esos momentos y lo que les hizo levantarse e irse a cinco minutos de terminar la función fue el monólogo final de Anaïs Nin hablando de su libertad y la libertad de las mujeres.

La conclusión que sacó es que hay algunos hombres capaces de aguantar absolutamente todo, excepto a una mujer hablando de su deseo de libertad. Eso da mucho miedo.

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