Jaime García Chávez
10/02/2020 - 12:04 am
George Steiner en Chihuahua
Lamento la muerte de Steiner, pero festejo que un día nos enseñó que se puede tener “la verdad como fuerza”.
George Steiner también fue importante para los chihuahuenses y, en una etapa decisiva para la lucha de las mujeres, su obra fue de consulta obligada. Steiner dejó de estar entre nosotros, pero nunca estará ausente: es un fundamental, un indispensable, su obra imperecedera es altamente notable por su hondura, por su apuesta humanista y vastedad que creó muchas puertas para abrirlo y que a la vez se convirtieron en entradas privilegiadas para comprendernos, por su recorrido por gran parte de lo esencial de nuestra cultura y sus grandes expresiones en muchas de las mejores cabezas de la humanidad. Su ejercicio fue el de la crítica, por eso hoy es el intelectual por el que se habla y llora en todo el mundo.
Leí una ínfima cantidad de su obra y sus entrevistas, pero ahora me interesa recordar las luces que nos aportó en un momento difícil de nuestra historia reciente: cuando el feminicidio –que no cesa– azotó a Chihuahua a fines del siglo XX y principios de éste y que tuvo como epicentro Ciudad Juárez.
La vida me concedió convivir con su obra al lado de Éster Chávez Cano –amante de las buenas letras–, María Elena Vargas Márquez, devota de la ciencia, e Irma Campos Madrigal –con sus herramientras políticas y jurídicas–, cuando iniciaron en conjunto el análisis y la comprensión del fenómeno que empezó llamándose “las muertas de Juárez” y pasó a la conceptualización del fenómeno del feminicidio y el cuestionamiento puntual de la cultura patriarcal y la postración de la mujer en todos los ámbitos de la sociedad y la comunidad.
Fueron tres mujeres que toparon con la necesidad de entender un fenómeno altamente complejo e iniciaron una tarea intelectual para comprender lo que pasaba, sus raíces y causas, en una búsqueda de armas para combatir la destrucción de las mujeres. Había que discernir el problema, buscar símbolos en la vasta cultura que lo explicara suficientemente y poner manos a la obra. En un momento colaboré con ellas en una lectura para comprender la obra de Sófocles y en especial su Antígona; de ahí llegamos, por vía directa, a la obra de George Steiner, Antígonas: una poética y una filosofía de la lectura. Tarea difícil pero altamente sugestiva por sus brillantes indagaciones que leímos en la circunstancia de vernos obligados de encontrar enseñanzas para pasar a la acción. Steiner nos despejó incógnitas que de otra manera hubieran sido muy difíciles de dilucidar, sentimos su fuego y ese fuego se quedó para siempre cuando esas mujeres sacaron la cultura, la poesía, la pintura, la música más hermosa para defender a las mujeres víctimas y lo hicieron en la calle, como pocas veces se ha hecho.
Fue en la lectura del clásico griego, en las interpretaciones de las Antígonas de antes y de ahora y en las enseñanzas diamantinas que estas mujeres supieron marcar en un momento de arranque de una historia que no termina y que los más de los días nos siguen estremeciendo con crímenes de mujeres, crímenes impunes la mayoría.
Lamento la muerte de Steiner, pero festejo que un día nos enseñó que se puede tener “la verdad como fuerza”. De ahí el gran filo de la lucha de las mujeres. Seguro estoy que Steiner no descansará nunca en paz, los fuegos que nos dejó son imperecederos e inquietarán al espíritu permanentemente; pero deseo que su última estación no lo sea para la humanidad, en gran parte porque nos dejó abiertos caminos infinitos por donde caminaremos millones que le apostamos a todas las fuerzas que elevan el espíritu, crítica de por medio.
No estamos solos, lo mejor nos acompaña, en especial la vida de esas tres mujeres que se adelantaron en el viaje sin retorno y a las que en un momento grave y de crisis de nuestra vida regional supieron levantarse para decir “¡basta!”; su inspiración trascendió a sus vidas, aunque a veces se les perciba como heroínas anónimas, que no lo son.
Siempre su presencia está cuando una mujer sufre o es vejada. Estuvieron en deuda con Steiner, pero es de esas deudas que jamás se pagan ni con dinero ni con canonjías. Así es la apelación a la cultura como fuerza motriz de los grandes cambios.
Gracias, Steiner.
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