Francisco Ortiz Pinchetti
17/01/2020 - 12:04 am
La Bella Italia, arrivederci
La Bella Italia fue lugar de encuentro de los amigos y los enamorados de la época, en los años treintas y cuarentas, como lo contó José Emilio Pacheco en su libro Batallas en el desierto
Muy a principios del siglo pasado arribó a Veracruz en un vapor trasatlántico un joven migrante italiano, que luego viajó a la Ciudad de México. Aunque había nacido en Londres en 1882 por razones fortuitas, su familia, radicada en Lugano, Suiza, era más italiana que el espagueti a la carbonara. Se llamaba Humberto Pinchetti Peroni. Tenía entonces 21 años de edad y había venido a nuestro país para trabajar en la fábrica de vitrales de su paisano Claudio Pellandini, amigo de su padre, en la colonia Clavería.
Entre sus papeles el joven Humberto traía una libreta con recetas de helados artesanales italianos, un legado familiar. En mayo de 1909 casó en la parroquia de San Diego, en Tacubaya, con una muchacha mexicana, Adela Ortega Orduña. Tuvieron tres hijos: Emily, Adela y Enrico.
En los años treinta, el emigrante decidió abrir una heladería en la calle Medellín de la colonia Roma, para elaborar y vender helados con aquellas recetas de la vieja libreta. Emily, que era la mayor de sus hijas, le pidió que la hiciera encargada del negocio, pero él se negó. “Ese no es trabajo para señoritas”, dijo en su español rudimentario. Dejó la nevería en manos de sus empleados… y al poco tiempo quebró.
Todo esto viene a cuento porque me acabo de enterar con tristeza que la emblemática heladería La Bella Italia, fundada en 1922 en la colonia Roma también, acaba de cerrar sus puertas. Era la segunda nevería más antigua de la ciudad, después de La Especial de París, fundada un año antes, en 1921, que aún sobrevive en la esquina de Insurgentes 117 y Antonio Caso, en la colonia San Rafael.
Con el cierre de la Bella Italia termina una historia de 97 años, casi un siglo. Su desaparición es una pérdida importante no sólo para uno de los barrios más tradicionales del centro de la capital, sino para la ciudad misma. Tres generaciones de capitalinos pasaron por su salón y degustaron sus exquisitos gelatos italianos. Pura nostalgia.
Y ocurre que esa nevería fundada por una familia de migrantes italianos, los Chiandoni (originalmente Cciandoni) fue la favorita durante toda su vida de mi madre, Emily Pinchetti Ortega, la hija mayor de Humberto. El negocio estuvo siempre en un edificio porfiriano de la calle de Orizaba 110, casi esquina con Álvaro Obregón.
Con el paso de los años el negocio se convirtió en un clásico, gracias sobre todo a la calidad de sus productos elaborados también con recetas originales de esa familia, proveniente de la región de Friuli-Venecia, en el norte de Italia. Se hicieron famosos sus helados de vainilla, fresa, piñón y pistache, servidos en copas de metal inolvidables. Entre sus especialidades estaban el Tres Marías, con helados de tres sabores; el Sundae, el Banana Split y el Arlequín, aunque mi madre pedía siempre un bisquit nougat, que era un helado cuadrado y duro bañado con salsa de chocolate y trozos de nuez. Ella contaba que muchas veces estuvo ahí con mi padre, José Ortiz y Ortiz, cuando apenas eran novios.
Efectivamente, La Bella Italia fue lugar de encuentro de los amigos y los enamorados de la época, en los años treintas y cuarentas, como lo contó José Emilio Pacheco en su libro Batallas en el desierto convertido luego en la película Mariana, Mariana con un guión de Vicente Leñero. Carlitos, el protagonista, asistía ahí con sus compañeros de la escuela, ubicada muy cerca.
Según un dato con el que me topé al escudriñar en la poco documentada historia de la heladería y que no pude confirmar, el negocio habría sido vendido por la familia Chiandoni en 1950 (28 años después de su fundación) a un empresario mexicano de nombre Carlos Rivas, cuya familia lo habría conservado hasta el pasado 5 de enero, cuando bajaron la cortina con la promesa de que pronto se informará de una nueva sede.
El caso es que La Bella Italia conservó durante ocho décadas su mobiliario clásico de los años cincuentas, incluida una vieja sinfonola o rocola en la que todos escuchamos las canciones de nuestras respectivas épocas. Porque he de contarles que fui cliente de la célebre heladería desde ni niñez, cuando me llevaban mis padres y mis hermanos, luego en mi juventud y, eventualmente en años recientes.
En 1957, el boxeador y luchador italiano Pietro Chiandoni, que llegó a México a los 14 años de edad, fundó en la calle Pensilvanya 255 de la colonia Nápoles, en la alcaldía capitalina Benito Juárez, la heladería y cafetería Chiandoni, que aun existe. Originalmente, en 1939, este mismo personaje había abierto otro negocio similar en la propia colonia Roma, pero cerró cinco años después. No hay certidumbre acerca de la posible transición del negocio original de la misma familia italiana en la colonia Roma, La Bella Italia, a la nueva nevería, pero es posible.
Hoy día, las neverías más antiguas de México son la ya mencionada y prácticamente centenaria Especial de París, la Chiandoni de la Nápoles y Roxy, de la colonia Condesa (que empezó en el interior del cine Roxy de Guadalajara), fundada por Carlos Gallardo en 1946. La Bella Italia no está más. Arrivederci. Válgame.
@fopinchetti
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