Ernesto Hernández Norzagaray
04/01/2020 - 12:05 am
Feuerbach en Palacio Nacional
Lo que estamos viendo en los megaproyectos es una guerra de posiciones donde cada uno de los actores busca obtener el mayor beneficio.
Esta semana el EZLN en una gran concentración de milicianos en la comunidad de Los Caracoles se pronunció contra la construcción de megaproyectos por considerar que de ejecutarse traerían daños irreversibles al medio ambiente y, por extensión, a la autonomía de las comunidades indígenas del sureste del país.
López Obrador respondió de inmediato asegurando que los zapatistas “no tienen toda la información, no se va a afectar a las comunidades indígenas, al contrario, se les está beneficiando como nunca” y agregó “no esperen nuestros adversarios de izquierda y derecha que actuemos de manera autoritaria” para rematar recitando inopinadamente la undécima tesis de Feuerbach sostenida por Carlos Marx: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
El subcomandante Moisés, había expuesto en el discurso conmemorativo por los 26 años de existencia del EZLN, que los megaproyectos no tienen sentido pues están destinados a “sembrar la muerte por donde caminan…se zampa de un bocado pueblos enteros, montañas y valles, ríos y lagunas, hombres, mujeres y ya que acabó de destruir, la bestia se va a otro lado y hace lo mismo”.
Siempre la construcción de megaproyectos en ambientes limpios y pueblos milenarios provocara reacciones encontradas a favor y en contra entre los habitantes de estas zonas porque conlleva algunos beneficios ligados al aislamiento y, pero sobre todo riesgos, no sólo del hábitat sino de las redes comunitarias.
Y no es la excepción en este caso, sobre todo cuando en la región maya esta el EZLN un empresario político con gran capacidad organizativa, dispuesto a encabezar el rechazo incluso si es necesario “con la vida” de sus miembros.
Más, allá de esta postura aparentemente irreductible la contradicción está en la matriz problemática que viene de la dualidad modernización y vida pues los procesos de modernización sin duda violentan el estado de cosas dado que significan cambios en la relación hombre naturaleza.
De concretarse la llegada del tren maya permitirá que las comunidades tradicionales tengan un mayor contacto con el mundo sea a través de los intercambios comerciales, cómo sociales, lo que significará una interacción novedosa para muchos de estos pobladores que se verán obligados por las circunstancias a modificar los patrones culturales existentes.
Eso no es malo en sí mismo, cómo podría desprenderse del planteamiento del EZLN, la gente crece socialmente en la diversidad de encuentros, aunque no podemos negar que el capitalismo es depredador por naturaleza cuanto todo lo transforma en una mercancía y por extensión en ganancia acumulada.
Sin embargo, para que eso no ocurra, esta el papel del Estado, que si cuenta con ordenamientos legales será capaz de regular la acción del capital.
Así ocurre en otros países, donde ha llegado el capital, pero tiene un carácter sustentable, de manera que los daños a las comunidades indígenas y sus ecosistemas se conservan e incluso se enriquecen en beneficio de los pobladores.
Ahí están, como ejemplo, las reservaciones indias del sur de los Estados Unidos de Norteamérica que se han abierto a los casinos y los beneficios se han traducido a favor de sus propias comunidades.
Entonces, en está lógica, lo útil es el reconocimiento de las partes como interlocutores validos para establecer una ruta de infraestructura y garantizar que los beneficios sean efectivos para las comunidades que dice defender el EZLN y no solo una fuente más de acumulación de capital.
La defensa a ultranza del estado de cosas que viene marginalidad económica, social, salud, educación etc., no es un valor en sí mismo, que sea digno de ser conservado, estas comunidades necesitan las condiciones para que desplieguen sus potencialidades como colectivo y como personas.
Lo otro es hacer política de poder contra poder, que no traería beneficios para nadie, AMLO con su estrategia de “primero los pobres” está convencido del establecimiento de estos detonadores del desarrollo regional y quizá debe explicar mejor lo que se pretende hacer en esta región del país como también las garantías que se ofrecen para evitar lo que alerta el subcomandante Moisés cómo dogma.
Intuye, que sin ello no hay futuro y para eso debe superar este obstáculo político, no se ve fácil si la postura zapatista es inamovible y seguro insistirán en ello, saben sus dirigentes que el tema comunitario y ambientalista se vende bien en el mercado de la resistencia, y no van a transigir sino tiene mayores incentivos para hacerlo.
¿Qué puede ser eso? No veo otra cosa, que el riesgo de que la ofensiva de López Obrador termine por modificar las cuotas de poder, y eso para un intermediario político resulta inaceptable. Claro, no lo van a decir con todas las palabras, pero eso es lo que está en juego en está contradicción entre ambos actores políticos.
El futuro de la izquierda es de pronóstico reservado, está la dominante que rodea hoy el obradorismo que con una retórica justiciera busca hacer funcional el sistema vigente, pero, hay otra, con un discurso más en clave radical donde esta una gama de formaciones legales e ilegales que buscan un modelo diferente.
Entonces, lo que estamos viendo en los megaproyectos es una guerra de posiciones donde cada uno de los actores busca obtener el mayor beneficio, y eso monta un escenario, donde el EZLN buscara tensar la cuerda para relegitimar su presencia en la llamada izquierda global y vaya que tiene capacidad de convocatoria.
En tanto, López Obrador entra en un terreno excluyente cuando afirma con Marx: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”, y eso en política, es simple y llana una exclusión que no coincide con la movilización existente en el sureste mexicano.
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