Antonio Salgado Borge
03/01/2020 - 12:05 am
Caballeros (y damas) del zodiaco
Otro aspecto recurrente en las instancias de este fenómeno es el tomar un hecho científicamente probado como punto de partida para luego construir, con este hecho como base, inferencias sin respaldo.
Algunas prácticas que parecían estar al borde de la extinción, como la astrología, la magia, el tarot o la angelología, han iniciado la segunda década del segundo milenio de nuestra era con fuerza renovada.[1]
Las evidencias de esta tendencia saltan a la vista lo mismo en charlas informales que en la multiplicación de espacios dedicados a reunir a la gente interesada en estos temas. El mundo digital también da cuenta de ello. Por ejemplo, el tráfico en aplicaciones o sitios construidos para generar narrativas asociadas a los signos del zodiaco se ha incrementado exponencialmente. Algo similar ocurre con las secciones de medios tradicionales que incluyen contenidos relacionados con la astrología.[2]
Si creencias como las mencionadas arriba parecían ir de salida es, en buena medida, porque éstas conflictúan con hechos o evidencias científicas que la mayoría reconoce como verdaderos.
En este sentido, uno de los aspectos que llaman más la atención en su reemergencia es el puente que se ha construido entre ciencias y pseudociencias. Y es que parte de las personas que buscan entenderse a través de sus perfiles zodiacales o cartas astrales, o que están convencidas de la compañía de ángeles en sus vidas, no considera problemático la combinación entre estas creencias y las evidencias científicas que, de ser plenamente aceptadas, vuelven a estas creencias insostenibles.
Así, hay quienes aceptan hechos astronómicos -como que la Tierra gira alrededor del Sol o que la gravedad es una fuerza real- y, al mismo tiempo, suscriben esoterismos que no tienen cabida en una descripción científica del universo -como las cartas astrales-. O hay quienes creen en su existencia en el espacio-tiempo, pero piensan que seres inmateriales, que por definición están fuera del espacio-tiempo y que no tienen cualidades materiales, les siguen en su movimiento en el espacio, en el transcurso de sus vidas o interactúan con ellos.
Otro aspecto recurrente en las instancias de este fenómeno es el tomar un hecho científicamente probado como punto de partida para luego construir, con este hecho como base, inferencias sin respaldo.
De esta forma, del hecho de que buena parte de nuestro cuerpo es agua y del hecho de que la luna afecta las mareas se supone que se sigue que las posiciones de los astros en general determinan, en el momento mismo en que nacemos, nuestra personalidad y, a través de nuestra vida, la forma como nos comportamos. Y del hecho de que existen fuerzas en el universo -la gravedad, el electromagnetismo, la fuerza nuclear fuerte y la fuerza nuclear débil- y del hecho que estas fuerzas se manifiestan incluso en nuestros cuerpos se infiere que uno puede transmitir ‘fuerza positiva’ a otras personas porque ‘finalmente todos somos fuerza’.
Antes de continuar, considero necesario aclarar que mi intención aquí no es criticar a las creencias que hacen la existencia un poco menos absurda o las formas en que algunas personas buscan dar sentido a sus vidas. Estoy convencido de que el camino elegido por cada individuo debe ser respetado siempre que éste no afecte los derechos humanos de terceros. Pero también estoy convencido de que explicar lo que se observa puede ser útil para entender un poco mejor características de la sociedad de nuestro tiempo.
Dicho lo anterior, pasemos a revisar algunas de las posibles explicaciones para este fenómeno y lo que éstas podrían revelar.
(1) Para algunas personas, esta tendencia encaja perfectamente en el contexto de frustración y desesperanza características de una época en que las perspectivas de calidad de vida son cada vez peores para las mayorías y la precariedad es la norma.[3] En particular, quienes creen que las mujeres participan más que los hombres en este fenómeno han afirmado que aquellas, con razón, desconfían de un entorno institucional que, aunque supuestamente construido y justificado con criterios racionales, no termina por ser equitativo y justo sin distinción de género.
En teoría, las personas que pertenecen a la generación millenial quienes principalmente alimentan este fenómeno. Dentro de este grupo, se dice que son las mujeres las más participativas. Aunque ambas afirmaciones son mayoritariamente aceptadas, éstas requieren evidencia adicional.[4] Por ende, las pondré aquí entre paréntesis. Lo que me interesa subrayar es que el resurgimiento del esoterismo podría ser una forma, consciente o inconsciente, de digerir mejor la existencia de un entorno institucional asfixiante y opresivo cuya trasformación radical requiere atención y acción.
(2) Otra posible explicación pasa por considerar lo que vemos como un producto de la posverdad y, en particular, con el rechazo a hechos y a personas expertas que caracteriza a esta era.
Cuando no se acepta la existencia de hechos objetivos, o cuando cada afirmación es considerada un mero punto de vista con la misma calidad epistémica, lo que dice Susan Miller o una app de horóscopos vale exactamente lo mismo que aquello que dice Carl Sagan o un libro de divulgación de física cuántica -aunque los aparatos o tecnologías que usamos o dependan del conocimiento transmitido en los segundo y no en lo primero-. Esto es, todas las creencias que tienen alguna justificación son consideradas equivalentes, y la verdad queda fuera de aquello que se llama conocimiento.
A esto se puede responder que buena parte de quienes, por ejemplo, disfrutan leyendo asuntos relacionados con el zodiaco son conscientes de que esta práctica no tiene respaldo científico, pero que, de cualquier forma, la aceptan por mero entretenimiento o por considerarla una herramienta para interpretar mejor su lugar en el mundo. Sin embargo, me parece que esto no elimina el hecho de el puente entre ciencia y pseudociencia y la subjetividad que caracterizan a este fenómeno puedan ser tierra fértil para grupos ultraconservadores que, por ejemplo, buscan revertir la aceptación de hechos científicos fundamentales para el entendimiento secular del mundo.
(3) Finalmente, también es necesario considerar la permanente búsqueda de significado y de espiritualidad del ser humano. En este sentido, la pérdida de credibilidad de jerarquías e instituciones religiosas estaría siendo reemplazada por alternativas más horizontales o compatibles con el mundo contemporáneo.
Alguien podría argumentar que las creencias y prácticas aquí mencionadas están entre las formas más nobles de lidiar con la búsqueda de sentido, y que asuntos como la creciente fuerza de la iglesia evangélica en el continente son mucho más preocupantes que la aceptación de prácticas relacionadas con pseudociencias. No disputo estas afirmaciones. Pero éstas no hacen que lo que el fenómeno que aquí he mencionado sea menos interesante o relevante, pues claramente no hemos podido construir un entorno social capaz de ofrecer sentido y desarrollo personal a las mayorías.
Las explicaciones anteriores son, claramente, meras hipótesis; investigación desde las ciencias sociales es necesaria para entender lo que estamos observando. Lo cierto es que el resurgimiento del esoterismo y de las pseudociencias es un fenómeno característico de la década que inició esta semana. Y que vale la pena intentar comprender lo que esto nos dice de nuestra sociedad en el segundo mileno de nuestra era.
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[1] https://www.theguardian.com/global/2018/mar/11/star-gazing-why-millennials-are-turning-to-astrology
[2] https://www.theatlantic.com/health/archive/2018/01/the-new-age-of-astrology/550034/
[3] https://www.theguardian.com/commentisfree/2019/aug/12/millennials-stars-astrology-life
[4] https://www.theguardian.com/science/brain-flapping/2018/mar/14/why-astrology-is-turning-to-millennials
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