Ernesto Hernández Norzagaray
14/12/2019 - 12:05 am
La sociedad del linchamiento
Están aquellos cibernautas atentos a las presas que diariamente sirven los medios de comunicación para su consumo voraz. Y en esto, no hay distingo, para estos modernos cazadores armados de un smartphone. Y es que basta, que el platillo sea un personaje que por buenas o malas razones se haga merecedor de estar fugazmente en la vitrina de lo público para ir sobre él.
Uno de los resortes más lubricados de las sociedades crispadas es su alta capacidad de linchamiento social y político. No interesa saber quién la debe, sino quien la paga. El linchamiento, ese mal humor para el cual parecería que todos estamos dispuestos, no contribuye a una mejor convivencia sino va contra ella en cada uno de sus actos.
Se respira en el ámbito de lo público, y por extensión a lo privado, muchas veces de la peor manera, y está carcomiendo las relaciones humanas gracias a las “benditas” redes sociales, que se han convertido en una suerte de modernos coliseos romanos. Con una gran diferencia mientras en aquellos estadios era espectáculos en vivo, y a todo color, en las redes sociales domina el anonimato, el golpe trapero, inmisericorde.
Están aquellos cibernautas atentos a las presas que diariamente sirven los medios de comunicación para su consumo voraz. Y en esto, no hay distingo, para estos modernos cazadores armados de un smartphone. Y es que basta, que el platillo sea un personaje que por buenas o malas razones se haga merecedor de estar fugazmente en la vitrina de lo público para ir sobre él.
Están aquellos personajes del mundo de la delincuencia que son sorprendidos en el acto de sus fechorías, también los que caen en los excesos por sus personalidades o los que por tener una representación o encargo político caen en sospecha o en el acto en sí, de la nada son exhibidos para su linchamiento para la catarsis colectiva y la jaula del rating de los medios de comunicación.
Esa gran maquinaria capaz de generar al sujeto de linchamiento del día, la hora, los minutos. Y es que vivimos inmersos en la cultura de la espectacularización donde el más ínfimo de los sucesos cotidianos puede convertirse momentáneamente en el distractor terapéutico.
Escribo este texto después de que Ricardo Valero, nuestro Embajador en la Argentina, fue sorprendido en Buenos Aires robando la Biografía de Giacomo Casanova en la librería Ateneo Grand Splendid. Un libro de escasos 180 pesos. Cuando al salir del establecimiento el guardia le llamó aquel no hizo ningún tipo de resistencia y regresó para aclarar la situación poniendo los tickets sobre una mesa, y ahí se supo que entre las compras que había hecho iba un libro sin pago, lo que se alcanza a ver es que el hombre de edad pudo confundirse.
Este hecho que diariamente se repite en muchas librerías del mundo se salda pagando el costo de la obra quizá al doble, en este caso no sucedió, su estatus de Embajador le dio el toque de singularidad, espectacularidad y escarnio público. Singularidad porque no era cualquier ladrón de libros se trata de un Embajador. Espectacularidad porque había que dorar la píldora pues esto al parecer ocurrió en octubre y hasta ahora se filtra: ¿Quién da la orden de filtrarlo a los medios de comunicación? ¿Por qué? Y, finalmente el escarnio, la presa sobre la mesa para el consumo de los golosos, entre ellos Felipe Calderón, que inmediatamente lincharon a este diplomático de carrera.
Marcelo Ebrard en sintonía con lo que sucedía en las redes sociales dijo en un tuit: "He solicitado al Comité de Ética analice el caso de Embajador en Argentina acusado de robar libros -ojo con el plural- en famosa librería. Por lo pronto he ordenado regrese a casa. De comprobarse que el video es veraz será separado del cargo inmediatamente. Cero tolerancias a la deshonestidad". Lo cierto es que para esas horas al Embajador en las redes sociales se lo habían acabado y de rata nadie bajaba a ese hombre que es parte de la historia diplomática y legislativa de este país.
Lo sorprendente no es que un Embajador sea acusado de robarse un libro sino las maneras de la diplomacia de Ebrard. Quien abanderado la honestidad de la 4T le entra al linchamiento diciendo que si se demostraba el delito quedaría excluido del cuerpo diplomático y sucede cuando en el día de la lucha contra corrupción se multiplicaba la asignación de obras públicas sin la licitación correspondiente.
Entonces, lo del pobre Valero se vuelve un distractor, una vía para que los cibernautas den rienda suelta a su catarsis colectiva y que la gente no piense en lo fundamental. Esta demostrado que el linchamiento mediático hoy es un arma al servicio de la política. Una más que se agrega al arsenal de la manipulación política. Y eso en una sociedad crispada es gasolina pura que incendia la pradera de las emociones.
He leído en las redes especialmente a panistas que con el affaire Valero han querido sacar raja y llevar agua a su molino también a quienes con mayor o menor racionalidad salen en defensa no del Embajador, sino de la honestidad del grupo gobernante. Cayendo ambos en el terreno blando de la polarización. Ninguno salvo el Presidente López Obrador habló de que había que bajarle al linchamiento mediático. Pero ¿cómo?, si están dadas las condiciones estructurales para el linchamiento y frente a eso no hay forma de desmontar que no sea un acto consciente, decidido, a erradicar ese tipo de prácticas que tienen raíz en la condición humana.
En definitiva, así cómo hemos visto que la lucha contra la corrupción se ha reducido a los discursos y en el mejor de los casos de algunos ex funcionarios de Gobierno, la base que los generara sigue estando intacta y por eso de vez en vez vemos que cae uno de la propia casa.
Entonces, así cómo necesitamos cambiar la ecuación en la lucha contra la corrupción elevando los costos de incurrir en ella, en el caso de los linchamientos lo mismo, no se puede pensar en una sociedad sin linchamientos, o con el linchamiento del día, si lo humores públicos siguen siendo los mismos, lo de la ofuscación, la provocación.
Y al cerrar el texto, aparece la detención de Genaro García Luna, y las redes sociales nuevamente están a todo lo que dan. No tenemos lucha.
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