Ana Cristina Ruelas
12/11/2019 - 12:03 am
Libertad de expresión bajo asedio en México
"Desde Baja California hasta Quintana Roo, las y los periodistas viven y respiran el miedo pues saben que en cualquier momento pueden ser sujetos de alguna agresión".
En la semana del marco del Día Internacional para poner fin a la Impunidad de los Crímenes contra Periodistas (2 de noviembre), conmemorado por la UNESCO, una misión internacional de una de veintena de organizaciones vinieron a México a escuchar sobre la crisis de violencia a la que se enfrentan las y los periodistas; así como a proponer una serie de compromisos al Gobierno en la materia. El objetivo no era sólo escuchar e instar a los Gobiernos a cambiar el estado de las cosas, también mostrar solidaridad y cooperación entre pares. Reconocer que el mundo sabe y se preocupa por los más de 131 asesinatos a periodistas, ocurridos desde el año 2000, en nuestro país y también por la falta de justicia, verdad y reparación en estos casos.
A lo largo de las reuniones, las y los integrantes de la Misión pudieron escuchar la voz de periodistas de más de 19 estados de la República, quienes expusieron el contexto y también las violencias a las que se enfrentan tratando de informar. A través de sus palabras, la Misión pudo confirmar que la violencia es generalizada, que desde Baja California hasta Quintana Roo, las y los periodistas viven y respiran el miedo pues saben que en cualquier momento pueden ser sujetos de alguna agresión: desde amenazas, intimidaciones, uso ilegítimo del apartado de Estado y acoso digital, hasta desaparición y asesinato. La Misión entonces supo que en México el periodismo se encuentra bajo asedio.
Además, escucharon a las autoridades, sus perspectivas y prospectivas sobre la crisis de libertad de expresión en el país. Las reuniones fueron muy importantes en la medida en la que se pudo transmitir una legítima preocupación y en conjunto pensar en soluciones para tratar de resolver el problema que, además, es uno que viene de mucho tiempo atrás. En este sentido, se abrieron los canales de comunicación para cooperar y retroalimentar mutuamente. Si bien, no se pudieron obtener compromisos puntuales sobre el combate a la impunidad, lo que sí se lograron fueron compromisos para el fortalecimiento del Mecanismo de Protección a Periodistas y Defensores de Derechos Humanos, así como la investigación puntual del uso del malware espía Pegasus.
Sin embargo, no se logró el reconocimiento del Presidente sobre el uso de una narrativa estigmatizante contra la prensa que provoca su vulnerabilidad y aumenta el riesgo de agresiones. En su respuesta al cuestionamiento de la Misión dijo “Yo no estigmatizo al periodismo, estigmatizo a la corrupción”, y cerró la puerta del diálogo, ignorando que el lenguaje que ha utilizado abona a una cultura que aborrece al periodismo.
Es importante detenerse un poco sobre lo que significa el estigma y lo que puede provocar en un país como el nuestro, dónde, de por sí, matan periodistas. El sociólogo Erving Goffman lo aborda señalando que “la sociedad establece medios para categorizar a las personas y también los atributos que se consideran corrientes y naturales en los miembros de cada una de esas categorías”. También señala que “los griegos, (...) crearon el término estigma para referirse a signos corporales con los cuales se intentaba exhibir algo malo y poco habitual en el status moral de quien los presentaba. Los signos consistían en cortes o quemaduras en el cuerpo, y advertían que el portador era un esclavo, un criminal o un traidor (...)”. De esta manera, un discurso que estigmatiza es aquel que discrimina e infiere que existe un nivel de inferioridad entre el emisor del discurso o mensajero y el grupo que empata con el estigma.
Es por esto que la Misión fue tan insistente en la necesidad de cambiar el discurso del Presidente, pues el que ahora emite, hace que cualquiera que se reconozca como periodista sea aparentemente diferente a los demás y esté “marcado” por la desacreditación que provoca el estigma y, por lo tanto, sujeto a la violencia que implica la asunción de superioridad.
Las palabras cuentan. La investigadora María Laura Pardo, en una entrevista para La Nación de Argentina, dijo que “el lenguaje construye una cultura y se retroalimenta de ella. Los sistemas de creencias de una sociedad son representaciones del mundo donde creemos vivir, que construimos con el lenguaje.”
Entonces, del lenguaje también depende que el asedio contra la prensa cese. Ojalá el Presidente reconsidere y, finalmente, adopte el compromiso que la Misión puso de frente: eliminar el estigma y reconocer la importancia del ejercicio periodístico en una sociedad que necesita información.
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