EN POCAS PALABRAS:
Nadie puede decir que la violencia en México empezó el 1 de diciembre, pero este gobierno tampoco puede negar que los ciudadanos esperaban un cambio importante a partir del 1 de diciembre.
Nadie puede reprocharle a López Obrador haber comenzado esta guerra, pero nadie en su administración puede negar que en la campaña se prometió iniciar pronto el camino de la paz.
Nadie puede acusar al Presidente de México de simpatizar con la mano dura y con los balazos, pero tampoco se puede presumir que la estrategia de los abrazos ha entregado resultados.
Nadie puede aspirar a que en 11 meses termine la descomposición que lleva años, pero once meses deberían servir para mostrar aunque sea probaditas de cambio.
El Presidente no debería sorprenderse cuando se le piden resultados. No debería sacarse aquel pleito del siglo XIX entre conservadores y liberales cuando se le pregunta por los muertos de diario. Hubo promesas en campaña; él mismo se fijó plazos. Los que pierden hijos, nietos, hermanos, madres y padres en este país violento, o los que simplemente quieren la paz, no esperan clases de historia, supongo, sino que se acelere el cambio que se prometió.
Es loco, ignorante o malintencionado el que le quita responsabilidad a Felipe Calderón por la patada al avispero, pero puede llegar a ser irresponsable, creo yo, el que no apriete al Gobierno en curso a que acelere la búsqueda de la paz que todos, de norte a sur, estamos esperando.