Con entrevistas a once ex embajadores, la periodista Dolia Estévez recorre la historia de la Embajada de Estados Unidos en México, desde los tiempos de Jimmy Carter hasta el Gobierno de Donald Trump. Así nos ven, reedición de El Embajador, llega ahora con un nuevo prólogo y dos entrevistas inéditas, de las cuales destaca la de Roberta S. Jacobson.
“El tema concierne a todos los mexicanos, pues México y Estados Unidos son países interdependientes, es un matrimonio vivo”, dijo la corresponsal mexicana en Washington, y platicó acerca de una de las relaciones diplomáticas más intensas y complicadas que existen en el mundo.
Ciudad de México, 28 de septiembre (SinEmbargo).- La periodista Dolia Estévez recorre la historia de la Embajada de Estados Unidos en México desde los tiempos de Jimmy Carter hasta el Gobierno de Donald Trump, a través de entrevistas a once ex embajadores norteamericanos. Así nos ven es una reedición de El Embajador, pero ahora llega con un nuevo prólogo y dos entrevistas inéditas, de las que destaca la de Roberta S. Jacobson.
"La relación bilateral está atravesando por una buena faceta. Quizá podríamos decir que es la mejor etapa que hemos vivido con Estados Unidos desde que se posicionó Donald Trump”, destacó la corresponsal ante el Capitolio en Washington.
Acerca del tema eje del libro, la autora comentó que “no es, ni pretendo que sea, del interés de la mayoría, pero sí creo que concierne a todos los mexicanos, pues México y Estados Unidos son países interdependientes, es un matrimonio vivo".
En entrevista para Puntos y Comas, Dolia Estévez platicó acerca de una de las relaciones diplomáticas más intensas y complicadas que existen en el mundo.
–¿Cuál es el panorama de la relación bilateral en el actual Gobierno?
–El Gobierno de López Obrador ha hecho concesiones en materia migratoria a Donald Trump, particularmente el famoso acuerdo que se firmó a principios de junio en Washington. Fueron días intensos con el Canciller Ebrard, que han hecho ver a México como que le está haciendo el “trabajo sucio” a Trump, ante la amenaza de poner aranceles que hubieran sido muy negativos para la economía mexicana.
Como consecuencia de esas concesiones, la relación bilateral está atravesando por una buena faceta. Quizá podríamos decir que es la mejor etapa que hemos vivido con Estados Unidos desde que se posicionó Donald Trump.
–¿Qué tanto influyen los comentarios de los embajadores en las decisiones de los presidentes en Estados Unidos?
–Los embajadores no son hacedores de política, no son ellos los que hacen la política de Estados Unidos hacia México; son los facilitadores de esta relación. Sus opiniones, sin embargo, son tomadas en cuenta, pues conocen a los interlocutores y le toman el pulso al clima político del país. No descarto que en varias ocasiones sus opiniones hayan sido consideradas, pero finalmente la política exterior la decide y ejecuta el Presidente.
–Desde tu punto de vista, ¿qué elementos debe tener un embajador para sortear con éxito temas tan delicados como la migración y los derechos humanos?
–El Embajador debe conocer bien al país: su historia, la política, los diferentes protagonistas, no sólo del Gobierno y la clase política, también de las organizaciones civiles, el poder legislativo, los medios de comunicación, las instituciones académicas. Alguien que domine el español o por lo menos se entienda bastante bien en el idioma. Debe ser una persona con una actitud abierta a escuchar y buscar soluciones sin tratar de intervenir abiertamente o imponer sus deseos o políticas sobre el otro país.
En el grupo de los once embajadores que cubre el libro hay mucha variedad. Desde personas muy conocedoras de México y profesionales de la diplomacia hasta casos de gente que no tiene ni la menor idea de México. También embajadores que han sido muy intervensionistas y confrontadores.
Finalmente los embajadores de Estados Unidos en México están defendiendo los intereses de su país. Su papel es convencer al Gobierno anfitrión a que acceda a ciertos intereses que le importa a su nación.
–¿Por qué es tan importante leer tu libro? ¿La diplomacia mexicana debería leerlo?
–Desde luego que sí. No solamente la diplomacia, también a todos los que les interesa el tema bilateral. Y a los que no les interesa, debería empezar a interesarle. Este no es un libro académico, es un libro de investigación periodística especializado sobre muchos efectos de la relación bilateral.
No es, ni pretendo que sea, del interés de la mayoría, pero sí creo que concierne a todos los mexicanos, pues México y Estados Unidos son países interdependientes, es un matrimonio vivo.
A continuación, SinEmbargo comparte, en exclusiva para sus lectores, un fragmento del capítulo acerca de Roberta S. Jacobson, extraído del libro Así nos ven, por cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta.
***
Roberta S. Jacobson llegó a México el 20 de junio de 2016. El hecho marcó un hito histórico: por primera vez en casi 200 años de relaciones diplomáticas, Estados Unidos enviaba a una mujer como embajadora. Designada por el presidente Barack Obama, Jacobson conocía cabalmente los temas y a los interlocutores mexicanos. Como secretaria adjunta para Asuntos del Hemisferio Occidental, había estado a cargo del trato cotidiano con México y de la implementación de la Iniciativa Mérida, a la que Washington consideraba prioritaria.A diferencia de muchos de sus antecesores, Jacobson fue bien recibida.“Destaca por una notable carrera diplomática en el servicio exterior y la administración pública de su país”, observó la cancillería. Con excepción quizá del embajador Jeffrey Davidow, Washington no había enviado a México a un profesional de la diplomacia con credenciales tan sólidas como las de Jacobson.
La sede diplomática había estado sin titular por casi un año. El Senado retrasó su ratificación debido a rencores de un senador republicano, que se oponía al restablecimiento de relaciones con Cuba negociado por Jacobson. Cuando la tercera embajadora de Obama finalmente arribó a México, la contienda por la presidencia en Estados Unidos se hallaba en pleno apogeo. Hillary Clinton, su ex jefa en el Departamento de Estado y con quien trabajó de cerca, le disputaba la presidencia a Donald J. Trump, quien hacía campaña demonizando a los mexicanos. Tras la sorpresiva derrota de Clinton, la nueva embajadora no renunció. Fue ingenua al creer, como lo admite ahora, que Trump cambiaría.
Durante los quince meses que representó al gobierno de Trump, Jacobson libró la batalla en dos frentes: defendió a un presidente con el que tenía profundos desacuerdos y lidió con un canciller que se apartó de los canales institucionales que representa la embajada para cultivar una insólita relación con el yerno de Trump. En el verano de 2016, cuando las encuestas favorecían a Clinton, Luis Videgaray tuvo la peregrina idea de invitar al candidato Trump a México. Jacobson no fue notificada. La visita causó molestias en la administraciónde Obama y en la campaña de Clinton. México le estaba apostando a uno de los caballos. Videgaray negó que fuera injerencia. Fue el preámbulo de lo que venía.
Desde el primer día del gobierno de Trump, Jacobson atestiguó el deterioro de la relación y el surgimiento de tensiones. Le tocó la primera conversación telefónica entre Trump y Enrique Peña Nieto en enero de 2017, en la que el nuevo presidente llamó ineptos a los militares mexicanos y amagó con enviar tropas a México para confrontar al narco. El encuentro presidencial que Videgaray y Kushner habían pactado fue abortado luego de que Trump tuiteó que si Peña Nieto no iba a pagar por el muro, no quería verlo. Cada vez que había posibilidades de una reunión, las hostilidades de Trump llevaban a cancelarla. Peña Nieto se marchó sin ser recibido por Trump en Washington.
A sabiendas de que Jacobson no tenía el sello de aprobación de Trump, Videgaray disminuyó sus atribuciones. Constriñó el trato con Washington a sus componendas con Kushner. La relación giró en torno a lo que ambos convenían. Entre febrero de 2017 y noviembre de 2018, Videgaray visitó Washington 29 veces. Un récord histórico. Por un tiempo, Jacobson no tuvo interlocutores de alto nivel en Washington. El Departamento de Estado y la oficina de Kushner no siempre le informaban sobre las reuniones con Videgaray. El secretario de Estado no le tomaba las llamadas. Su asesoría profesional no era tomada en cuenta. Cuando Kushner visitó la Ciudad de México en marzo de 2018, deliberadamente excluyó a Jacobson de los encuentros con Peña Nieto y Videgaray.
Las circunstancias adversas no impidieron que Jacobson hiciera diplomacia en otras áreas. Viajó a los estados, admirando su geografía, arte culinario, artesanías, tradiciones y, sobre todo, el talento y valor del pueblo mexicano. Protestó por los asesinatos de periodistas y por la violencia contra las mujeres, denunció la violación de los derechos humanos e impulsó la educación. Participó dos veces en marchas por el orgullo LGBTTTI. Acompañó a los rescatistas estadounidenses que asistieron en el terremoto de 2017. Usó su cuenta de Twitter para comunicarse con los mexicanos. Fue tal su éxito en las redes sociales que el subsecretario para América del Norte y un gobernador estatal le llamaron para quejarse. El cariño por México y los mexicanos fue correspondido. Cuando anunció que se iba “a buscar otras oportunidades”, muchos usuarios lamentaron su despedida y otros tantos la llamaron “la mejor embajadora de Estados Unidos en México”. Los libros de historia quizá la recuerden como la embajadora de Trump que, paradójicamente, se ganó el cariño de los mexicanos.
Entrevisté a Roberta el 15 de noviembre de 2018 en el restaurante del Hotel Mayflower, de la capital estadounidense. Hacía tiempo que no hablábamos. Por espacio de más de dos horas me contó sin reservas su singular experiencia en México; desde el día en que, por circunstancias imprevistas, fue nombrada embajadora hasta el momento en que no aguantó más y renunció. Nos conocimos en 2002. Desde entonces iniciamos un diálogo profesional que nos llevó a tutearnos.