Susan Crowley
06/09/2019 - 12:03 am
¿Para esto esperamos dos años? Sí.
Son muchas las preguntas que deben plantearse cada dos años. Desde que se incluyeron los premios y reconocimientos, la bienal ha permitido que artistas que aun no son exitosos entren de lleno a los primeros circuitos debido a la visibilidad que se les ofrece.
El arte se pronuncia como el nuevo promotor del turismo mundial. Cada año es más amplia la oferta de espacios museísticos, exposiciones y ferias que reviven ciudades olvidadas y ponen en el mapa sitios de complicado acceso. No importa cuánto tiempo nos lleve el viaje, el chiste es estar ahí, donde la selfi será tomada. Con las piezas de los “top artist” utilizadas como “anclas”, a unos cuantos pasos del hotel cinco estrellas de nuestros sueños, a unos minutos del centro comercial con las marcas líderes de la moda y el restaurante de la guía Michelin, es un combo nada despreciable. Alrededor de esta fastuosa producción que requiere el montaje anual para recibir a los millones o cientos de miles de visitantes, existe un cerco infranqueable y poderoso al que es casi imposible penetrar. A pesar de que su centro es por y para los artistas, a veces estos parecen ser los últimos en la lista.
¿Quién es quién en el arte?, ¿cómo se decide que un artista está dentro o fuera de los llamados circuitos del arte?, ¿un artista debe emplear la misma capacidad en crear que en posicionarse en el mercado?, ¿por qué están algunos y muchos otros jamás pertenecerán a este círculo de los elegidos?
Este año se celebra la bienal de arte contemporáneo: 79 artistas, 89 pabellones nacionales, 21 eventos colaterales y un montón de exhibiciones le permiten a la ciudad emerger durante seis meses como el centro principal de la expresión artística del mundo de hoy. Quienes conocen la Venecia convencional con su carnaval tristemente comercializado y han sido timados con los exorbitantes precios de los restaurantes en Piazza de San Marcos o han tenido que lidiar con las hordas de turistas en el puente de los Suspiros, durante la bienal tienen la oportunidad de abordar otra cara de su geografía. Canales y puentes, pequeñas plazas desconocidas, barrios que no aparecen en las guías oficiales, y lo mejor, entrar en muchas construcciones antiguas que solo abren cada dos años durante la bienal. Estos sitios se vuelven foro de exposición para países y artistas y ofrecen momentos únicos en los que la belleza del pasado se conjuga con alguna propuesta artística innovadora.
La bienal fue concebida en 1895 con el criterio que dominaba la época: un centro de exposiciones que ligaba la teoría del progreso con el de las Bellas Artes. La adecuación de estos dos conceptos permitió en los años treinta a los sistemas totalitarios emergentes colocarse a la vanguardia del mundo. No solo la fuerza de trabajo y la revolución industrial modificaban los parámetros del planeta, el arte se inscribía como un nuevo sistema de pensamiento rechazando el pasado y dando la bienvenida al porvenir. El fascismo de Mussolini convirtió a la biennale en un estandarte en contra de los países aliados; servía para de denunciar lo que Hitler consideraba Arte Degenerado exhibido en Alemania en 1938. Las dos guerras mundiales significaron el fracaso de la lectura de una Europa triunfalista por ambos lados.
De las cenizas de un continente devastado emergió la bienal en 1948. Abrirse a nuevos campos del pensamiento parecía ser la única salida. A partir de entonces la idea de mostrar el arte como un constante acto de libertad ha permitido a la bienal transitar por ciclos enormes y mantenerse viva y a la vanguardia. Las transformaciones en el arte del mundo abrevan en gran parte de la Bienal de Venecia. Un foro en el que las diversas propuestas artísticas se discuten, en el que se premia la trayectoria y el trabajo de los creadores y en el que todos los países participantes expresan sus posturas igual que los límites y realidades locales. Un ejemplo de cómo se da este pronunciamiento es el movimiento expresionista americano. Exhibido en 1950, fue un aval que permitió que el viejo continente volteara a ver al país que había recibido a tantos artistas refugiados como el nuevo líder del arte. En 1960 el Pop Art, participó en medio de un montón de críticas de parte de los conservadores.
Conforme el arte ha ido ampliando sus márgenes y afirmándose como una visión del mundo integral, los artistas emergentes han sido incluidos; sus contribuciones logran un equilibrio histórico, la convivencia de nuevos lenguajes con las leyendas del arte permiten diálogos que nunca hubieran sido imaginados en el pasado. Así, la bienal avanza en el tiempo. Los diferentes lenguajes y percepciones de los artistas van permitiendo que la propia feria se expanda. Al desbordarse de su espacio original, circunscrito al llamado Giardini, la exposición mundial empezó a ganar terreno. Venecia se encontraba en una situación financiera desastrosa, solo el turismo y la cultura podían salvarla. La iniciativa de rescatar edificios antiguos, iglesias, monasterios, palacios, que datan del periodo medieval, renacentista y de la era napoleónica y que estaban en ruinas es una de las más ambiciosas y generosas contribuciones de la bienal.
El nombramiento de distintos curadores le ha permitido grandes variaciones sobre los temas que cada año le dan sustento. ¿Qué es el arte? ¿hacia dónde se dirige la mirada del mundo?, ¿cuáles son los temas que una exposición artística debe incluir?, ¿hasta dónde se permite la incursión del mercado como nuevo referente? Son muchas las preguntas que deben plantearse cada dos años. Desde que se incluyeron los premios y reconocimientos, la bienal ha permitido que artistas que aun no son exitosos entren de lleno a los primeros circuitos debido a la visibilidad que se les ofrece. Es muy común que después de su participación, sean fichados por las grandes galerías que visitan la bienal en plan de scouting. La asistencia de cada país con la libertad de elegir a su artista permite que los lenguajes históricos, políticos y sociales se entrecrucen creando una urdimbre que enriquece la experiencia.
En la bienal de Venecia ha ocurrido de todo, desde las discusiones generacionales, los nuevos postulados, hasta los radicales que aseguran que el arte ha muerto o los que han desbordado los límites sin piedad. Uno de ellos, que será recordado por todos debido a su atrevimiento es el artista mexicano Gabriel Orozco. En 1993 con apenas 31 años, colocó una caja vacía en uno de los espacios emblemáticos de la feria: ¿rompió los paradigmas del arte?, ¿creó un espacio vació entre el observador y el creador que suscitara la reflexión? Lo que es un hecho es que logró llamar la atención y en una acción sin precedente, planteó una nueva forma de abordar el lenguaje anquilosado del arte. Desde entonces se han escrito un montón de textos, ensayos, artículos que pasan del espanto a la comprensión de “Caja vacía”, sin duda un icono del arte contemporáneo. Lo cierto es que la bienal fungió como soporte y vaso comunicante. Sin ella esta acción no habría tenido la repercusión que ha alcanzado.
En el Giardini, espacio en el que se fueron edificando los distintos pabellones creados por grandes arquitectos de cada país (de la magnitud de Alvar Alto y de Carlo Scarpa), el recorrido es extenuante. Eso sin contar el pabellón principal y el Arsenal que ofrecen la lectura del curador en turno. La labor del curador es que en cada edición se exponga una tesis, se invite a los artistas consagrados y emergentes a participar.
En la edición de este año, merece una columna completa el pabellón mexicano, con una propuesta del artista Pablo Vargas Lugo titulada Autos de Fe. Un relato basado en los acontecimientos del Nuevo Testamento desde una perspectiva muy peculiar: liga el cine de Passolini, las aventuras de los Monty Python y resonancias con el momento político mesiánico que se vive en el mundo.
El menú de exposiciones alrededor de la bienal brinda una oferta cultural única. En esta edición, a unos cuantos metros de distancia del gran artista irlandés Sean Scully, se puede visitar una exposición del belga Luc Tuymans, del italiano Alberto Burri o del alemán Goerge Baselitz, entre muchos otros artistas. La posibilidad de recorrer espacios como el Palazzo Fortuny, Punta della Dogana, rediseñado por el gran arquitecto japonés Tadao Ando, que alberga la colección de Francoise Pinot, crea otro punto por demás atractivo para la visita. Recorrer los barrios de Cannaregio, Giudecca, Dorzoduro, San Giorgio, Murano llenos de galerías con exposiciones de todo tipo, brinda la oportunidad de sumergirse en la vitalidad del arte contemporáneo.
La premisa irónica de Ralph Rugoff curador de la 58 bienal es “May You Live in Interesting Times” (que vivas tiempos interesantes). Hace referencia a una antigua maldición china (que, por cierto, nunca existió), pero que ofrece la oportunidad de reflexionar acerca de los tiempos actuales en los que la falsedad de la información ha alterado por completo la percepción del publico. Los hechos inesperados, la realidad rebasada por acontecimientos jamás imaginados, ponen en entredicho cualquier discurso político, un tema que en el arte deviene un debate necesario. Sabiendo que el arte no podrá cambiar al mundo, si puede promover un pensamiento crítico en cada uno de los espectadores.
@Suscrowley
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