Sealtiel Alatriste, ex director de Alfaguara, dice que el plagiador escucha al ego. El copy paste le puso heridas a su vida. Después de convertirse en la cabeza de la difusión cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), el escritor fue alcanzado por fantasmas del pasado. Hoy intenta, a través de la “honestidad”, recuperar un fragmento de la carrera que perdió.
Ciudad de México, 6 de julio (SinEmbargo).– 2016. Reporteros del portal Aristegui Noticias realizan una revisión de la tesis que Enrique Peña Nieto, en ese momento Presidente de México, presentó para titularse en Derecho. ¿Qué descubren? “Al menos 197 párrafos de los 682 que integran el texto” fueron plagiados. El ex mandatario no enfrenta ningún castigo. La Universidad Panamericana, institución que le entregó su título, ni se inmuta. El copy paste no se castiga.
Lo mismo ocurre durante años con Sealtiel Alatriste, ex director de Alfaguara. A pesar de los señalamientos de plagio que recibe, él continúa publicando. Se coloca en la cima de la difusión cultural de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y se cuelga el Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores 2011. El ego, dice él, lo domina. En su caso, sin embargo, el plagio terminará derrumbando su carrera.
El escándalo se vuelve intolerable en 2012. En la página sealtielalatristecazador.blogspot.com, Teófilo Huerta Moreno, escritor egresado de la UNAM, documenta las trampas que ha cometido Alatriste durante años. El plagio salpica hasta la editorial que dirigió. Es una bola de nieve que concluye con Sealtiel abandonando la esfera pública.
Hoy, casi siete años después, Alatriste ha vuelto. Cicatrices de la memoria, su novela, es protagonizada por Sergi Soler, un hombre que alcanzó el punto más alto sólo para caerse de boca, justo como le pasó al autor. En entrevista con SinEmbargo, Sealtiel habla sobre esa caída y su intento por volver.
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–¿Es más fácil escribir desde el dolor?
–No, no es más fácil. La literatura hay que escribirla desde el lugar en el que nace. Mi primera novela, Por vivir en quinto patio, la escribí desde el humor. Narra también un asunto bastante duro: un divorcio, pero está contada con mucho humor. Yo intenté contarla un poco más serio y me di cuenta que no, que la novela necesitaba un tratamiento más humorístico. Esta novela que acabo de publicar, Cicatrices de la memoria, tiene un tono no solemne, sino un tono muy natural para poder comunicar la reflexión que el personaje, Sergi Soler, hace en una noche dolorosa, la noche en que muere su padre, para comprender lo que le ha pasado.
–¿Tú eres Sergi Soler?
–Digamos que a Sergi le pasa lo que me pasó a mí. La novela narra muchas cosas que me pasaron a mí, pero lo que intenta es ser una novela. Yo intenté contar con honestidad lo que pasó. La reconstrucción es literaria, novelesca. El armado está hecho con la intención de que el lector lo lea y de que no importe si sabe la historia, si fue o no verdad.
–Regresas después de muchos años.
–Yo siempre pensé que tenía que escribir algo sobre lo que me pasó. Si no lo escribía, no lo iba a poder comprender. Fue difícil. No ha sido un proceso sencillo. En muchos momentos no encontré cómo contarlo y cómo comprenderlo. Se me iba de las manos. De pronto me encontré que Sergi podía ser el personaje del que podía contar su vida. Es decir, que pudiera separarme y contar su vida, aunque fuera igual a la mía. Una vez que terminó, pensé que no había más que publicarlo. No creo en la literatura para uno mismo. Creo que la literatura es para los lectores. En la lectura se encuentra la verdad. Lo hacemos cada vez que leemos el Quijote. Es un regreso. Sí he escrito mucho, pero no he publicado. Espero hacerlo con cierta regularidad. No la publiqué antes porque no estaba, no por miedo o por tiempos. Ahora que está y que el editor dijo que sí, pues aquí estoy. No es un regreso fácil. Es un regreso que quiero hacer con mucha honestidad. No como una despedida. Con las ganas de reencontrarme con los lectores.
–¿Por qué llegaste a ese punto? ¿Por qué pasó lo que pasó?
–La novela cuenta la historia de Segi Soler, que es un hombre con mucho prestigio en el medio literario, con un puesto muy importante en la UNAM, con oportunidades políticas, que acaba de recibir un premio literario, que se enamora de una mujer que le gusta mucho. Cree que está en la plenitud de su vida y en 10 días todo eso se deshace. Lo acusan de plagio. Tiene que renunciar a su puesto en la Universidad, su matrimonio se va hacia abajo. La vida que ha construido se destruye. Tiene que intentar construirla y al poco tiempo, a los cinco meses, muere su padre, y la muerte de su padre le hace pensar que todo esto ha pasado por algo. No en el sentido del destino, sino que si ya pasó, si él no lo comprende, seguirá pasando. Decide analizarlo y se da cuenta que la vida que tuvo no es una vida que vino de afuera. No le hicieron, él se hizo. El destino existe porque uno provoca que el destino exista. No es la voluntad de Dios, uno construye su destino. Él se da cuenta que las acusaciones son ciertas. No tiene caso defenderse de un plagio... Sí fue plagio. Sí fue infiel. Se muestra la falta de solidez del personaje, su frivolidad, su orgullo, su prepotencia, su ansia de vida pública y reconocimiento sobre todas las cosas. Quiere que lo reconozcan. Eso ha sido el origen de la catástrofe. Al asumirlo, lo puede comprender. Puede perdonar y perdonarse.
–¿Fue irse por el camino fácil?
–No sé si el fácil... No sé si el calificativo es fácil. No fue fácil. Costó trabajo. Pero sí el camino donde no está la realización, el camino donde... Es el camino del ego. En la novela, el personaje estudia cábala, y cita una frase que es: “Satán, en arameo, es el oponente. Satán no es el demonio que viene a condenarnos. Satán es el ente interno que no nos deja realizarnos, que nos engaña”. Ese es el ego. Ese es el camino que toma Sergi. Él escucha la voz del ego, la voz del oponente. Así llega al oponente. Y sí, es camino fácil en el sentido que es más fácil oír la voz del ego.
–¿Te ayudaron los que señalaron el plagio?
–Yo creo que toda esta experiencia es una ayuda. El personaje lo dice al final: en realidad se ha salvado. Yo creo que sí, que con todo el dolor que me implicó, lo que sucedió fue una salvación. Yo creo que en mi vida necesitaba esa expiación para poderse reencauzar. Si hubiera seguido igual, hubiera sido peor. Se paró y en esa medida... No creo que los que me atacaron hubieran tenido la intención de ayudarme, pero en el fondo sí. La novela termina de esa manera: si fulana de tal hizo tal cosa, pues tendrías que agradecerle, pues te ha hecho bien. A veces hay que pasar por estas cosas para entender.
–¿Qué castigo debe recibir el que hace trampa en cualquier ámbito de la vida?
–El castigo es de adentro. El que no te tomes las cosas en serio, hace que no las construyas adecuadamente y perdurablemente. Entonces lo que estás construyendo son castillos de naipes que se van a caer, y que aunque sean naipes, se te van a caer encima como si fueran ladrillos. No creo en la idea del castigo. Creo que hay causa-efecto. Uno provoca esas cosas. No es el destino. Cuando a alguien se le muere un familiar y dice: ¿por qué me sucede a mí? Bueno... La gente se muere, no te sucede a ti. Sucede en la vida. Que tú no te hayas preparado es la consecuencia. Eso que se ve como castigo no es más que una falta de realización. Eso le pasó a Sergi. Lo que me pasó a mí. Él construye su propia debacle.
–Sealtiel, ¿el momento más difícil de este proceso fue la pérdida de tu padre?
–El momento más difícil fue desde que inició hasta la muerte de mi padre. Después de la muerte de mi padre, y con la reflexión que tuve, con la sorpresa, creo que empecé el camino de la recuperación. La novela dice que el personaje se siente acompañado de su padre aunque esté muerto. Yo eso sentí. Mi papá estaba. Me ha acompañado. Sin la imagen de mi padre no hubiera podido escribir esta novela, que está dedicada a él. Es un reconocimiento profundo de lo que es la paternidad. Curiosamente con su muerte, un momento muy doloroso, fue cuando pude empezar a sentir la luz.
–¿Qué opinas de la redes sociales?
–Son un medio excelente de comunicación y de encuentro. Al mismo tiempo son una fuerza destructiva terrible. A partir de que la gente no da la cara, que algunas veces sí está justificado, permiten destruir. Creo que los hombres se vuelven autómatas. Creen que pueden opinar de todo. Hay una manera de no pensar, sino de simplemente de actuar. En ese sentido son perjudiciales. Toda su bondad de comunicación, de encuentro, de transmisión, de inmediatez, pues también tiene la inmediatez de destruir. Muchos de los tuiteros son los hombres masa. Actúan y creen que tienen voz para decir. La tienen, pero no tienen los méritos. A Julio Cortazar, cuando lo empecé a editar, le dije: “qué te parece lo que escribió tal autor sobre Cuba”. Ya los dos estábamos en contra de Cuba, Castro ya era un dictador. Me dijo una cosa que me dejó impresionado: “no tiene altura intelectual para hacer eso”. “Yo sí la tengo”, me dijo. “Yo viví ahí. Otros que no lo hicieron, también la tienen”. Esos términos de “altura intelectual”, me parece que es muy importante. Cortazar tenía altura intelectual para decir muchas cosas. Vargas Llosa también. Fuentes también. Octavio Paz también. Pero hay otros que no la tienen. Vivimos en un mundo de “chaparres intelectual”. Debemos buscar la altura.
–Habrá críticas a tu regreso.
–Seguro.
–¿La novela no es una manera de reivindicar el plagio?
–No creo que esté reivindicado el plagio. Creo que está expuesto, casi literalmente, que eso que plagió hizo al personaje poco sólido. Es un resbalón intelectual, una caída. Es una traición a sí mismo, a su altura intelectual. Por eso le pasó lo que le pasó. No es una justificación. Es una denuncia de que eso está mal, y de que el que lo haga tiene que pensar qué pasa si lo hace. En ningún momento la novela dice que está bien. Eso no quiere decir que no habrá críticas, las habrá, seguramente, y serán bienvenidas. Si lo publiqué es porque quiero dar la cara. Y dar la cara con honestidad. Quiero mostrar cómo yo lo vi.
–En una entrevista con Milenio hablaste sobre una llamada que recibiste de Elena Poniatowska en ese momento, cuando se te señaló de plagio.
–Me llamó. Me dijo que no fuera a cometer una locura. Me dijo que tomara nota de todo lo que sucedía y que pensara. “De ahí va a salir una novela”, dijo. Fue una llamada profundamente amorosa. En el fondo lo que dijo fue que la literatura es lo que te puede salvar. Cuando me dijo que la literatura, conociendo a Elena, se refería a la honestidad. Si alguien es honesto, es Elena. Fue un proceso que viví durante mucho tiempo. Me costó trabajo decir la verdad. Me costó trabajo desprenderme de mí para analizarme como ser. Era necesario.