En entrevista con SinEmbargo, Henri Donnadieu habla sobre el “Nueve”, la noche, la libertad, la cultura, el entretenimiento, y la tristeza que los mexicanos destilan en la mirada. Doctor en ciencias políticas, encontró en México un lugar ideal para conjuntar la cultura con el entretenimiento. Estas son las palabras de una persona que halló en la noche, la libertad necesaria para vivir.
Ciudad de México, 28 de junio (SinEmbargo).- La noche siempre fue suya. Desde niño se adueñó de ella porque tenía miedo a morir. Quizá por ello se desprendió de sus miedos y decidió ser libre. Así ha sido la vida de Henri Donnadieu, un francés nacido en 1943, pero que encontró en México el lugar ideal para conjuntar la cultura con el entretenimiento.
Este binomio, aunado a su condición de libertad y el refugio de la noche, lo llevó a impulsar “El Nueve”, un lugar que se volvió referencia de la Zona Rosa, en la década de 1980, y donde la gente convivía en paz, sin que sus preferencias sexuales importaran.
Años después, y con la claridad que sólo da el tiempo, cuenta sus memorias en La noche soy yo, libro editado por Planeta y que lleva por objeto mostrar el “arte de vivir la aventura de la vida”.
Hoy, en entrevista con SinEmbargo, habla sobre el “Nueve”, la noche, la libertad, la cultura, el entretenimiento, y la tristeza que los mexicanos destilan en la mirada. Estas son las palabras de una persona que halló en la noche, la libertad necesaria para vivir.
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-El libro tiene, en particular, la capacidad de recrear imágenes a través de las letras, ¿cuál es la noche que más tiene presente del "Nueve”?
-Del “Nueve”, para mí, hubo una noche mágica. De hecho, dentro de las noches de “El Nueve”, la noche más marica era la noche del aniversario. Pero la noche del noveno aniversario fue extraordinaria. Estábamos al final de enero de 1986, iba a ser el Mundial [de México]; entonces, decidí hacer un show con el Pique, la mascota del Mundial.
[Aquella noche] “El Nueve”, que tenía como 120 metros cuadrados, estaba abarrotado, había más de mil personas, en sardina, y afuera había una multitud... Fue una noche inolvidable.Tenía un ser extraordinario, de casi dos metros, actor, mi mejor amigo, alto él; entonces hicimos un “Pique”, con una piñata; Denis de Canafé nos hizo una canción para el Mundial, y fuimos los primeros en sacar la primera canción para el Mundial, en enero, porque que el Mundial de Futbol fue en mayo, y esa fue una noche mágica, mágica.
-¿Cómo concibió mezclar el entretenimiento con la cultura?
-Soy doctor en Ciencias Políticas. Tuve la suerte de hacer mi doctorado bajo la dirección de quien era ministro de cultura de la época, André Gidé, que fue Premio Nobel de Literatura en 1947. André Malraux había decidido, en Francia, crear casas de la cultura. La primera casa de la cultura la creó en Amiens, donde el director fue Ministro de la Cultura en Francia [Frederic Mitterrand], con Sarkozy. Y la segunda casa de la cultura la quería hacer en la ciudad de Ginebra, que es la parte de Francia que colinda con los Alpes suizos.
Entonces, yo tenía que hacer un doctorado y me propuse hacer mi doctorado sobre la implantación de una casa de la cultura en Ginebra, y cuando terminé mi tesis, concluí que para que la gente se acerque a la cultura, hay que darle un poco de diversión, para interesarlo a que llegue, como un gancho.
Cuando abrí “El Nueve”, lo tomé al revés. Para que la diversión perdure hay que meterle cultura, es lo que hice en el “Nueve”.
Yo fui un poco el papá del underground de la época. Lo que me interesaba era el underground, no me interesaban las corrientes artísticas. Entonces, mi club fue el primero en tocar rock en español. Fue el primero en poner, en un lugar de súper moda, a grupos de rock que nadie conocía, como Caifanes, La Maldita Vecindad, Café Tacuba...
-¿A qué se debió que usted apostara por lo underground?
-Yo nazco en el campo. Mi papá que era policía. Entonces, mi papá era muy estricto, muy macho. Y yo era “loquito” de niño, era afeminado. Yo siempre estuve contra el orden, entonces siempre tuve un carácter anarquista, tanto que en el primer año de Ciencias Políticas, no pasé el inglés, me tuve que ir a Londres, y ahí me hago pareja de un revolucionario que me enseñó a fabricar bombas...
Eso es lo que me gustaba. Nunca puse bombas, ni nada, ni nunca maté a nadie, pero siempre me gustó salir del orden establecido. A mí, el orden establecido nunca me ha gustado mucho. Siempre he sido un poco rebelde.
-¿En México encontró esos ingredientes para transgredir?
-En México encontré la cultura. Me encontré con gente muy valiosa. Por ejemplo, fui muy amigo de un gran director de teatro, que era el director de teatro más anarquista que he conocido, pero sobre todo fue mi amigo, Julio Castillo. Fue mi gran amigo, hice mucho clic con él. Esa gente, un poco marginal, siempre me ha animado mucho.
Nunca me he manejado como marginal, pero tengo una tendencia a mirar lo marginal. Por ejemplo, hacia los jóvenes pintores. Yo no tengo oído, pero tengo un ojo muy aguerrido a nivel de arte. He apoyado a muchos jóvenes pintores, que después fueron muy reconocidos.
Decidí reabrir “El Nueve” para ver qué pasaba; te voy a decir que me costó, fue muy difícil. Yo quise hacer un lugar distinto, abierto a todo el mundo; empezar a consolidar un lugar de esencia gay, pero donde convive todo de gente, me ha costado muchísimo trabajo, primero porque siempre me he nutrido de lo underground; pero, ¿lo underground de hoy, dónde está? La música la puedes descargar donde tú quieras.
Hoy lo undergorund lo encuentro en las Drag queen, son creativos, son personajes que salen de lo normal. Ahora estoy tratando de retomar lo que en el nueve me dio: encontrar grupos de música que empiecen, que no tiene un foro donde presentarse, porque también es un poco el papel de promover la cultura y buscar nuevos talentos.
-Hace unas semanas hubo una polémica sobre quitar los programas del Fonca...
-A Jesusa, no sé qué le pasa. La conozco muy bien. Pero siento que la política no la ayuda. Su toma de partido hace que no reconozca a la Jesusa que yo conocía antes: la irreverente, la solidaria; ella fue a Alemania y tuvo un gran éxito, montó una ópera, que no me acuerdo del nombre, porque fue a mitad de 1980, pero yo fui quien la apoyó financieramente para que se pudiera ir.
La gente, con los años, cambia mucho…
-¿Es necesario que el Estado financie las artes?
-Estoy un poco triste porque, como soy nacionalizado desde hace casi cuatro décadas, pues voto como cualquier mexicano. Yo voté también por López Obrador porque, de repente, el cambio era necesario, pero lo que ha pasado, y más que nada con la cultura, me pone muy triste, la cultura es el reflejo de un país, de una sociedad.
Cuando llegué a México me fascinó el nivel de la educación. La educación, hace 50 años, era un poco más de alto nivel. Me fascinó la enorme cultura que tenía la gente. Había gente muy culta en México. Cuarenta años después, es una rareza el nivel de la educación de México; está por los suelos.
Pienso que el deber de un Gobierno es fomentar la cultura. La cultura es básica, porque la cultura hace que la gente aprenda a convivir en sociedad, a dar un consenso a una nación, de lo que representa un gran país como lo es México; para mí, México es una potencia mundial, el problema es que en lugar de ir para adelante, vamos para atrás, y pese a eso todavía es una potencia mundial.
Había que arreglar los problemas de corrupción (en las becas del Fonca), no quitar las becas, por qué, ¿quién padece de todo esto? Los propios artistas, que necesitan comer.
-Si la cultura es el reflejo de un país, ¿cuál es el reflejo de México, actualmente?
-El reflejo de México es un poco triste. Adoro este país, estoy agradecido, y lo que más quiero es verlo bien. Pero veo a la gente triste, veo a la gente cada vez más agresiva. Veo un descuido en la manera de hablar. Siento que se ha perdido todo civismo.
Hay algo que directamente me llega, porque yo soy un hombre viejo, tengo 76 años; los viejos ya somos invisibles, es un poco triste porque no tenemos la fuerza, pero la experiencia nadie te la quita.
De repente puede haber mucho intercambio entre generaciones, y me doy cuenta que ya la gente grande es invisible, no interesa a nadie y es un poco triste. No es un reflejo muy bonito de una sociedad como la mexicana.
-¿Para usted, qué ha significado la Zona Rosa?
-La Zona Rosa era un lugar maravilloso, un lugar nice; había todo tipo de gente. Era un lugar de ligue homosexual en la calle, a la vista de todo el mundo. Eso me habló bien de México, por eso me atreví a abrir “El Nueve”, sin saber que detrás había una represión terrible. Actualmente ha decaído mucho, la verdad. Yo la llamaría zona roja, porque yo conocía otra Zona Rosa, era otra manera.
-La Ciudad de México es un sitio donde cualquier persona puede expresarse sin importar su identidad sexual, ¿cómo hacer que la capital continúe como una capital de libertades?
-Pienso que México está a la vanguardia, a nivel mundial de los derechos de la diversidad. En la Ciudad de México hay derecho al matrimonio, a la adopción, en muchos países no es así...
Siento que la población gay ha ganado ese derecho pero siento que no lo ha sabido manejar para traer más respeto hacia ellos. Hay una manera de representar a los gays, cuando a final de cuentas, la diversidad sexual es la expresión de tu conducta sexual, tu conducta sexual no te tiene que dirigir tu conducta profesional o tu conducta con la sociedad en general; es algo tuyo, que te interesa a ti, es una parte muy personal.
De repente, cuando la sociedad ve conductas como lo que pasa en el último vagón del metro, no le gusta tanto y qué pasa: ha regresado fuerte la homofobia y los crímenes de odio.
-¿Cómo hacer que esta vanguardia legislativa baje a la sociedad?
-Pienso que tanto la sociedad como la gente de la diversidad, se debe respetar. Es cuestión de respeto mutuo. Yo el “Nueve” lo abrí a todo el mundo, y todo el mundo tenía que convivir en paz, dentro del respeto. Hay que aprender a respetar.
No lo inventé yo, lo inventó Juárez, pero “el respeto al derecho ajeno es la paz”, y siento que la gente gay tiene que respetar a la mayoría, porque si quiere que lo respete la mayoría, tú tienes que respetar al otro.
-En su libro La noche soy yo habla mucho de dos palabras: la libertad y la noche, ¿cómo definirlas y cómo se unen en su vida?
-Si hay un momento del día donde me siento más libre, es en la noche. No hay tanto tráfico, no hay tanta gente, hay más aire. La libertad, desde niño, fue lo más importante para mí. Libre de soñar. He tenido la libertad de moverme.
Y la noche siempre ha sido mía. Desde niño no me quería dormir, porque tenía miedo de morirme, de no despertar. Para mí, la noche es infinita.