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La cifra oficial de muertos sobre la mayor catástrofe nuclear de la historia se quedó estancada en 31 fallecidos. Un balance a todas luces insuficiente ya que otras estimaciones hablan de decenas de miles de muertos a lo largo de las décadas debido a las secuelas que, a gran plazo, conlleva la exposición a la radiación.
MADRID, 9 de junio (Europa Press).– Chernobyl, la miniserie de HBO, ha alcanzado su final convertida en un éxito inesperado de crítica y público. Tras superar a Game of Thrones como serie mejor valorada en el portal especializado IMDB, la ficción creada por Craig Mazin se ha convertido en un verdadero fenómeno.
Una serie que hace buena la máxima de que "la realidad siempre supera a la ficción" ya que, tal como afirma su creador, no fue necesario exagerar los eventos del desastre nuclear de 1986 recreados por la serie. "Lo que es dramático en Chernobyl no necesita ningún añadido", comentó Mazin en una entrevista con The Sun. Y no le falta razón.
El desastre ocurrido en Pripyat, Ucrani, fue devastador, a pesar de que los jefes encargados de la supervisión de los reactores nucleares de Chernóbil intentaron reducir el impacto de las explosiones y la consecuente radiación. La cifra oficial de muertos se quedó estancada en 31 fallecidos. Un balance a todas luces insuficiente ya que otras estimaciones hablan de decenas de miles de muertos a lo largo de las décadas debido a las secuelas que, a gran plazo, conlleva la exposición a la radiación.
De hecho, Mazin señala que la versión que la miniserie presenta de los hechos de Chernóbil está restringida. "No hay duda de que hubo una gran cantidad de víctimas, además de acortar una enorme cantidad de vidas, especialmente entre los niños", sentenció. La serie se ha preocupado recrear con fidelidad lo ocurrido durante 1986, y muchos de los pasajes que más han impactando al público, ocurrieron realmente.
LA EXPLOSIÓN
El primer capítulo de Chernobyl comienza con la explosión del reactor, y continúa con los gritos de pánico de los trabajadores intentando controlar el incendio. La explosión fue fruto de la supervisión del núcleo del reactor, llevada a cabo por Leonid Toptunov, ingeniero que llevaba tan sólo cuatro meses en la planta, a las que se sumaron las imprudentes decisiones de Anatoly Dyatlov, que forzó el reactor hasta el extremo.
El equipo de la serie filmó en el reactor gemelo de Chernóbil, la planta de energía nuclear de Ignalina, en Lituania, para asegurar la máxima autenticidad posible. De hecho, la sala de control de la Unidad 4 se recrea fielmente, incluidos los cuadrantes en las paredes y las batas blancas y gorras que usan los operadores.
LOS DAMNIFICADOS LLEGAN AL HOSPITAL
La serie muestra las lesiones sufridas tras la explosión. Numerosos camiones de bomberos intentaron controlar el incendio, pero los trabajadores no estaban prevenidos contra la radiación y no llevaron protección. Después del traslado de las víctimas al hospital, hay varias escenas que ocurrieron realmente, como la partida de cartas de los bomberos o el tratamiento con leche de las quemaduras por parte del personal médico.
Algunos miembros del hospital, sin embargo, sí se dieron cuenta del peligro nuclear, y obligaron a los bomberos a quitarse sus uniformes para guardarlos en el sótano. En la actualidad esos uniformes continúan guardados en el sótano, ya que nadie se atreve a tocarlos.
EL HELICÓPTERO ESTRELLADO
Para apagar el fuego, los pilotos de helicópteros sobrevolaron el lugar del accidente para arrojar cargas de plomo, boro y arena sobre el reactor mientras escupía radiación. Pero uno de los aparatos se acercó más de lo debido, estrellándose contra una grúa y cayendo ante la atónita mirada de Valery Legasov y Boris Shcherbina.
Aunque este accidente ocurrió meses después de lo que se muestra en la serie, su creador quería incluirlo para mostrar a los espectadores el horror al que los pilotos se habían enfrentado. Fueron numerosos los vuelos sobre el reactor tras la explosión, y, en muchas ocasiones, las puertas de los helicópteros quedaban abiertas para que tirar cualquier objeto en un intento por contener la radiación.
LOS BUZOS VAN AL REACTOR
Otra de las escenas más desgarradoras de la serie ocurre en el segundo capítulo, cuando varios hombres se ofrecen voluntarios para entrar en el reactor con el equipo de buceo, y así evitar otro desastre. Alexei Ananenko, Valeri Bezpalov y Boris Baranov fueron los que se ofrecieron para sumergirse en aguas radioactivas y abrir las puertas del sótano. Dos de ellos aún siguen vivos, mientras que uno murió en 2005.
Si el uranio fundido se quemaba, más de 7000 metros cúbicos de agua almacenada en los tanques de seguridad se vaporizaría instantáneamente, provocando una explosión térmica que habría destruido los tres reactores restantes, convirtiendo parte de Europa del Este en un terreno radioactivo e inhabitable durante un siglo. Gracias a los voluntarios, se evitó un desastre aún mayor.
EL PUENTE DE LA MUERTE
Apenas unas horas después de la explosión, algunos residentes de Pripyat se reunieron en el puente del ferrocarril a las afueras de la ciudad para ver el fuego. Craso error, ya que ninguno de los que presenciaron el incendio tras la explosión sobrevivió. De hecho, el momento en el que hay niños bailando entre el polvo radioactivo, como si fuera nieve, es algo que ocurrió según reportes de la época.
EL TÚNEL CAVADO BAJO EL REACTOR
Para evitar que el uranio a altas temperaturas penetrara en el agua subterránea y llegara al Mar Negro, propagando la contaminación a Europa, hasta cuatrocientos mineros se encargaron de la excavación de un túnel debajo del reactor de fusión. Estos trabajadores no frenaron sus esfuerzos, exponiéndose a temperaturas superiores a los cincuenta grados durante un mes y sin ventilación.
Los mineros trabajaban desnudos, más allá de sombreros y botas. Por la exposición a la radiación, uno de cada cuatro mineros murió antes de los cuarenta años. Finalmente, el combustible se enfrió por sí sólo, lo que convirtió en vano el esfuerzo de los mineros.
LOS PERROS SACRIFICADOS A TIROS
Cientos de miles de controladores de plagas se encargaron de "limpiar" la zona de exclusión alrededor del reactor, disparando a los animales por temor a propagar la contaminación. De hecho, a los residentes evacuados de Pripyat se les ordenó dejar sus mascotas, tal y como recrea una escena que muestra a un perro corriendo tras un autobús, intentando alcanzar a sus dueños.