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Susan Crowley

31/05/2019 - 12:03 am

La selfi de Koons

Marcel Duchamp vivió lo suficiente para ser testigo de las consecuencias de su acción. Lo que tal vez nunca imaginó es que, algún día, uno de los más polémicos artistas de nuestra época, Jeff Koons (Pensilvania, 1955), compartiría una exhibición con él. Ahora lo ha conseguido Jumex bajo el título “Apariencia desnuda, El deseo y el objeto en la obra de Marcel Duchamp y Jeff Koons, aun”.

¿Una afrenta para los conservadores?, ¿la renovación del espíritu de Duchamp?, desde luego, una garantía para la taquilla. No dejarán de aparecer los detractores, tanto de Duchamp como de Koons. Foto: Especial.

Todos quieren salir en la foto. La incipiente masa empieza a acumularse en la entrada del Museo Jumex desde antes de las 10 a.m. Promete ser un nuevo fenómeno de las redes y de las exposiciones en México. La selfi se ha vuelto una imperiosa necesidad. Nadie quiere quedar fuera. Duchamp y Koons conviven en un arrebato creado por una ambiciosa apuesta de Jumex: un tete a tete entre dos artistas separados por medio siglo de cambios vertiginosos.

¿Una afrenta para los conservadores?, ¿la renovación del espíritu de Duchamp?, desde luego, una garantía para la taquilla. No dejarán de aparecer los detractores, tanto de Duchamp como de Koons, dirán que no acaban de convencerse con ninguno de los dos, uno porque parecería ilógico contemplar un urinario en un museo, y el otro, Koons, lo tildarán de ser la representación de la banalidad y la estupidez convertidas en obras de arte. Habrá quien desdeñe la presencia de Duchamp y muestre un deleite por los globos inflados de acero inoxidable que abundan. Por el contrario, los “neo-eruditos” del arte contemporáneo se empeñarán en execrar la apuesta de Koons y ensalzarán con sus apabullantes frases lapidarias su presencia. Dirán que Duchamp es el “no va más” del arte, aunque no entiendan mucho de que se trata. En fin ¿quién ganará la partida?

El siglo XX apenas llevaba 17 años. En Armory Park, Nueva York, todos los asistentes se quedaron boquiabiertos; las desorbitadas miradas no se dirigían hacia los muros para admirar una bella pintura. Ni siquiera giraban al centro del salón para apreciar una hermosa escultura. No, esta vez la cosa había llegado mucho más lejos. En el mismo espacio en el que los grandes maestros del pasado eran reverenciados, ahí mismo, donde los jóvenes artistas apenas se atrevían a innovar, sin dejar de observar las reglas convencionales impuestas por la Academia, se exhibía algo absurdo: un objeto burdo, escatológico y cuya relación con los esfínteres era más que evidente. Seguramente recién desprendido de un toillete, un urinario, con la burlona firma R. Mutt y el año, 1917, marcaba la nueva era del arte. El autor: Marcel Duchamp (Francia, 1887-1968).

Desde ese momento, la opinión se dividió en dos bandos: los seguidores y lo detractores del artista francés; los conservadores contra los avant-garde; los que se resistían a aceptar lo nuevo y exigían que el arte se quedara donde debía, enfrentados a quienes pugnaban por el cambio. La nueva era inició con una práctica conceptual ¿pero, qué demonios era eso de conceptual?, ¿acaso un urinario era un concepto?, ¿podía reunir algún atributo para serlo?, ¿elevar dicho receptáculo a la altura de las Bellas Artes o rebajar a estas a su nivel? A “La Fuente”, como la nombró su autor, no se le podía atribuir ningún mérito físico, no contenía un mensaje, una revelación, ni siquiera un misterio. Era y será un mingitorio. Por su forma y fondo, es lo que es. Tal vez en ello es en lo que estriba su poder. El objeto artístico dejó el ámbito de la contemplación y el compromiso con la elaboración a manos del artista y abrió las puertas a la especulación intelectual, a partir de objetos encontrados y reutilizados por el artista. Justo eso es el ready made.

Marcel Duchamp vivió lo suficiente para ser testigo de las consecuencias de su acción. Lo que tal vez nunca imaginó es que, algún día, uno de los más polémicos artistas de nuestra época, Jeff Koons (Pensilvania, 1955), compartiría una exhibición con él. Ahora lo ha conseguido Jumex bajo el título “Apariencia desnuda, El deseo y el objeto en la obra de Marcel Duchamp y Jeff Koons, aun”.

¿Quién es Jeff Koons? Un verdadero personaje que vive permanentemente en el candelero. Ya sea por los precios alcanzados de sus obras, por sus acciones de índole sexual que cimbran a cualquiera, por contar con un ejército bajo sus órdenes y no mancharse las manos al elaborar su trabajo, incluso por ser demandado en repetidas ocasiones por plagio, el artista estadounidense se ha convertido en un referente obligado para el arte contemporáneo. Criticado por el inexplicable equilibrio que mantiene entre el arte comercial y el arte serio, tachado de frívolo e igual que Duchamp de irreverente; incluso denostado por considerarse a su trabajo una fábrica de ideas facturadas para el consumo de las élites, Jeff Koons ha recibido ataques y halagos por igual. Sin embargo, nos guste o no y en una era en la que el mercado marca las perspectivas del arte, es uno de los autores más influyentes vivos. Además de estar en la lista de los más grandes vendedores, su cuerpo de trabajo se encuentra en las mejores colecciones del mundo. Incluso para aquellos a quienes no gusta, es imposible no sentirse apabullado ante sus obras; algo seductor y misterioso envuelve al universo de Koons. Un extraño tejido de erotismo, decadencia y gozo por la vida crean un espejo a nuestros instintos, sueños, culpas, pecados y antojos.

Ataques y atributos para Koons y Duchamp, los unen. Igual que en el francés, en Koons siempre encontramos una dosis de cinismo y desvergüenza; desenfrenos elaborados en materiales de baja trascendencia como el plástico, mezclados con lo etéreo de sus ideas y metáforas. Así como las famosas Boîte-Series (cajas de objetos comunes) de Duchamp se consideran museos portables, un globo de Koons inflado siempre está en peligro de estallar, ambos ironizan sobre la aspiración del ser humano. Para los dos, el erótismo es la maquinaria que se desata a partir del desdeo y la culpa en yuxtaposición. Un aparador es la mejor manera de ejemplificarlo, la líbido se acciona ante lo visible, lo desnudo, visto a través del cristal. El universo de Koons igual que el de Duchamp desborda fantasía, desacraliza y corrompe, pero también atrapa y fascina. Simulan juegos de niños pero en el fondo ocultan todos los demonios de nuestra infancia. El descaro con el que conviven la belleza eterna y lo desechable nos retan constantemente.

A quien dude aún del poder de Duchamp o que piense que el arte de Koons es basura, habría que decirle que efectivamente su logro es reunir todos los detritos que vamos dejando olvidados por el consumo insaciable y con eso crean obras grandiosas y de profunda reflexión. Duchamp enuncia, Koons codifica; ambos fungen como iconografistas. Son lectores, cada uno a su manera, de los vicios en los que nuestra sociedad se pierde y cumplen como artistas transfigurándolos y otorgando la posibilidad de que cohabiten en un museo. Han pasado muchos años, desde que la afrenta al arte tradicional fue llevada a cabo por Duchamp, a partir de ella se han tenido que replantear un montón de ideas y formas de hacer el arte. Una de ellas es la de Jeff Koons.

Apariencia desnuda (título de un ensayo de Octavio Paz sobre Duchamp), toma prestados los objetos del artista francés y genera un espejo con la controvertida obra de Koons. Tiene la intención de mostrar la realidad detrás de los aparadores que el sistema de consumo ha creado para vender y en los que subyace un ímpetu que nos llena de ansiedad y a la vez excita a la imaginación. Es la oportunidad de vislumbrar las enormes coincidencias que existen entre Duchamp y Koons, la fascinación de ambos por el Yo y por los objetos cotidianos sin alma aparente, pero cuya erótica es un motor que pone en funcionamiento sistemas completos, el deseo como generador de las fantasías del dispendio, el buen gusto como un detonador de la ansiedad, el valor de los objetos como un aparato sexual, todo ello ligado a la cultura del consumo y a la economía cuyo éxito está en la pretensión. Dime que consumes y te diré quien eres. Si después de esto aún te quedan ganas de salir en la selfi, corre al museo, llega temprano, las colas son enormes. Nota: esta es una versión modificada de la publicada en la revista Interjet.

@Suscrowley

www.susancrowley.com.mx

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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