Guadalupe Nettel, directora de la Revista de la Universidad de México, habla con Puntos y Comas sobre los obstáculos que enfrentan las mujeres en la industria editorial y las preocupaciones que tiene en el México de hoy.
Ciudad de México, 25 de mayo (SinEmbargo).– En la industria editorial aún persisten los prejuicios hacia lo que crean las mujeres, asegura Guadalupe Nettel, directora de la Revista de la Universidad de México.
“En muchas revistas se publican más hombres que mujeres. La discriminación me ha tocado a mí. Muchos de los caciques, de los patrones de los espacios literarios, ahora menos... pero antes creían que uno debía darles algo a cambio. El acoso es una de las dificultades a las que me tuve que enfrentar”, señala la escritora mexicana.
A propósito de la presentación de la publicación que dirige en España, Nettel, ganadora del premio de “Narrativa Breve Ribera del Duero” y el Premio Herralde de novela, habla con Puntos y Comas sobre la escritura, sobre los obstáculos que se deben vencer para hallar un espacio en la industria editorial y sobre los retos que enfrenta México en el inicio de un nuevo Gobierno.
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Aquí la charla íntegra:
–Háblanos sobre las presentaciones de la Revista de la Universidad de México que llevaron a cabo en España.
–Las presentamos en Madrid y en Barcelona. Lo que queríamos, además de que la vieran físicamente, era que la gente supiera que existimos; que publicamos autores de varios países de habla hispana, y que la revista puede ya leerse en línea. Aunque la revista se distribuye en pocos lugares en otros países, aunque sea que sepan que existe.
–¿Qué significa llevar una revista mexicana allá?
–Es mucho orgullo. No solamente es un producto mexicano, es un producto de la UNAM. Estamos muy contentos del trabajo que estamos haciendo. Lo presentamos muy emocionados. A la gente le gustó. Se vendieron muy bien los días de las presentaciones. Tener presencia en ese país, que a veces mira nada más hacia Europa y no tanto hacia América Latina, que se den cuenta de toda la efervescencia cultural que hay aquí.
–Ahora que mencionas la efervescencia cultural, ¿en qué momento se encuentra la industria editorial mexicana?
–Además de presentar la revista en España, la presentamos en Costa Rica, en el Festival Centroamérica Cuenta. Lo que dije ahí, en una mesa sobre utopías, fue que cuando yo era joven, para nosotros era una utopía pensar que un día los autores latinoamericanos íbamos a podernos leer entre nosotros sin necesidad de la intermediación de España. Cuando yo tenía 25 años, para que a un autor peruano lo leyeran en Chile tenían que publicarlo en España, y luego España mandaba los libros a Chile. Ahora, en cambio, y ese era el sueño de todos nosotros, escritores jóvenes, hay muchas editoriales independientes que están publicando. Hay otros que están traduciendo. La industria editorial en México y en América Latina es muy activa, muy dinámica. Con pocos recursos se logran cosas increíbles. Entonces ya no necesitamos a España para leernos entre nosotros. Es fundamental. La Revista de la Universidad de México es parte de ese movimiento. Así como hay muchos autores latinoamericanos aquí, también estamos traduciendo de otros países. Se dan a conocer jóvenes escritores. Uno de los intereses de la Revista es que no solamente publicaran autores conocidos, sino dar a conocer y que un día digan: ‘en la Revista de la Universidad de México publicó por primera vez tal y tal y tal autor’. Se busca a los jóvenes y mezclar a todas las generaciones y disciplinas.
–Estamos en un momento en que todos publican, todos crean, aunque sea algo pequeño. ¿Esto ayuda?
–A veces yo también me lo pregunto. El exceso de información y el exceso de productos hacen que uno no sepa el camino. A veces nos ahogan. Nos podemos quedar en miles de publicaciones superficiales, que ni siquiera informan, sino que desinforman. Hay falsa información. Creo que depende del producto. Este, por ejemplo, pues es la Universidad la que está atrás, avalando. Hay diálogos con especialistas, académicos e intelectuales. Es un contenido serio. Debería de dar confianza.
–Háblanos sobre Ritmo el más reciente número que presentaron en España.
–Presentamos toda la época. Lo que queríamos era que la revista no sea perecedera. Hablamos sobre tabúes, sobre racismo, sobre clasismo, sobre sexualidad, sobre el aborto. No son temas que tengan caducidad. Queríamos mostrar toda la colección. Si te interesa el ritmo, vas a encontrar aspectos sobre el ritmo en la pintura, el reguetón...
–¿Cuál es la importancia de escribir textos sin fecha de caducidad? Por ejemplo, en SinEmbargo publicamos muchas cosas que van perdiendo vigencia rápido.
–Son dos velocidades distintas, y las dos son importantes. Es importante estar muy al tanto de lo que está pasando, pero no es lo único que cuenta. Hay un texto muy bueno, en el número de Tiempo, sobre cómo nos acostumbrados a buscar más y más. Tenemos una especie de adicción a lo instantáneo. Y para entrar profundamente a algunos temas, necesitas tiempo de lectura, de reflexión. Estamos tratando de apostar nosotros a ese tipo de textos. Es peligroso para la mente estar enfocado siempre en el instante, porque perdemos capacidad de atención y de concentración. Si estamos leyendo el texto y todo el tiempo estamos siendo interrumpidos por los mensajes de WhatsApp que nos llegan, no podemos verdaderamente ejercer una de las funciones de nuestro cerebro, que es la reflexión profunda y la concentración. Quisiéramos que nuestros lectores se dieran cuenta de esto y se permitieran un espacio de lectura con textos largos, de 10 o 15 cuartillas.
–Tú has ganado premios por novela, por cuento. ¿Cuáles son los obstáculos que enfrentaste en esta industria editorial mexicana?
–Hubo una época que me tocó vivir y que no se ha ido por completo... Sigue habiendo un prejuicio hacia la literatura escrita por mujeres y hacia el trabajo escrito por mujeres, pero los espacios son cada vez más receptivos hacia las mujeres. En la Revista de la Universidad de México, por ejemplo, ha habido más de 20 directores, y antes de mí sólo Julieta Campos había ocupado ese espacio. Lo mismo pasa en muchas editoriales: ‘ah, qué lindo, la literatura que hacen las mujeres’, pero en los festivales siempre están hombres, en muchas revistas se publican más hombres que mujeres. La discriminación me ha tocado a mí. Muchos de los caciques, de los patrones de los espacios literarios, ahora menos... pero antes creían que uno debía darles algo a cambio. El acoso es una de las dificultades a las que me tuve que enfrentar.
Ahora el interés internacional está en América Latina, pero durante mucho tiempo, en muchos países, se creía que en América Latina sólo se hacía realismo mágico, y que la literatura latina no era ya interesante porque el realismo mágico ya había pasado de moda. Por suerte ese prejuicio ya se está venciendo, poco a poco, con esfuerzo logramos tirar...
–Aún están presentes esos caciques.
–Sí.
–¿Qué otros infiernos tuviste que enfrentar al escribir?
–Debería haber un poco más de solidaridad y menos competencia entre los escritores. Hay que tratar de no caer en las dinámicas de envidias y de celos que hacen que unos le metan el pie al otro. Creo que eso genera un ambiente que no es sano. En realidad hay espacio para todo mundo. No hay necesidad de estarse jalando para abajo.
–Hay muchos jóvenes que están comenzando a escribir, pero no encuentran espacios. ¿Qué les dirías?
–Perseveren. Yo he visto a escritores y escritoras que eran marginados y ahora tienen mucho reconocimiento. No desistan. Yo me tardé años en hallar un editor. Pude haber coleccionado todas las cartas de rechazo. El éxito no viene a la primera, uno tiene que tocar muchas puertas, y una que parezca chiquita te conducirá a otra más grande.
–Salgo del tema editorial. Nos gustaría saber tu opinión sobre los cambios que hay en México. Hace seis meses que tenemos un nuevo Gobierno.
–Hay cosas que me gustan, por ejemplo, el ataque a la corrupción, el desmantelamiento de redes de robo a Petróleos Mexicanos (Pemex), que se muestren los abusos. Hay otras que me preocupan. Me preocupa que ecosistemas vayan a ser dañados por prácticas... por buscar la renovación económica con el petróleo. En México tenemos muchos recursos naturales. Se debería invertir en energía solar, por ejemplo. Me preocupa mucho eso: la ecología. Sobre todo ahora que hemos estado en la Ciudad de México en uno de los peores momentos. Nos estamos cargando toda la ecología del país. Imagínate: en Alemania usan la energía solar, y nosotros que tenemos más sol, en comparación a ellos... Me gustaría que tratáramos de favorecer las energías renovables. Me preocupan los derechos indígenas, y la marginación a la que están expuestos los indígenas. Hay muchos líderes sociales que han sido asesinados. Quisiera que el Gobierno se preocupara por defenderlos. Entre muchas otras cosas, sólo digo algunos temas.
También me gustaría que las mujeres estuvieran más protegidas. Me gustaría que siguiera habiendo albergues para mujeres en condiciones de vulnerabilidad. Creo que es muy importante. Son importantes las becas, pero si el marido es abusivo, pues le quitará el dinero y continuará el maltrato. Es importante también apoyar a los migrantes.
–Uno de los grandes problemas en México es la violencia. ¿Cuál sería la importancia de seguir escribiendo frente al México violento?
–No tenemos la capacidad inmediata para cambiar las leyes, pero podemos poner esos temas complicados en la mesa de discusión, en el debate cotidiano. Medios como SinEmbargo, como la Revista de la Universidad de México, hacen que la gente mire ciertos temas, que se debata y se participe. Algo que me ha gustado mucho a partir de la toma de posesión de Andrés Manuel López Obrador, es que la gente está mucho más participativa. Siento que la gente contribuye más al debate, participa, da su opinión. Hay actores que antes no participaban tanto. Están determinados a dar su opinión. Es importante pensar que la democracia se ejerce todos los días y no solamente el día de la elección. Es fundamental. Si nos responsabilizamos, vamos a tener el país que queremos. La violencia es un tema que me preocupa muchísimo. Será importante seguir poniendo el tema sobre la mesa, y seguir indignándonos, no acostumbrándonos.