Erik Del Ángel Landeros
12/05/2019 - 12:02 am
La Historia y los historiadores en la 4T
A esto se le puede sumar que quienes encabezan a las editoras e instituciones relacionadas con la historia, como el FCE y el INEHRM, tienen un perfil ideológico que va en sintonía con el discurso histórico del Presidente o es aún más radical.
El constante uso de la historia nacional en el ejercicio de gobierno es una de las múltiples diferencias entre esta Administración y las anteriores. Andrés Manuel López Obrador le ha dado gran importancia a la historia para estructurar su discurso y establecer símbolos, a tal grado que su imagen de gobierno plasma a los próceres que considera más importantes para México. A últimas fechas, el Gobierno y el Presidente han difundido que el plan magonista de 1906 es la inspiración del Plan Nacional de Desarrollo 2018-2024. Asimismo, la pareja del Presidente, Beatriz Gutiérrez Müller, también es una interesada en el tema e incluso tiene el cargo honorario de presidenta del recién creado Consejo Nacional de Memoria Histórica y Cultural. Se dice que Müller ha influido en decisiones de gobierno relacionadas con la historia, como la solicitud para que España se disculpara por la conquista. Cabe señalar que, aunque la pareja presidencial tiene publicaciones sobre historia, ninguno de los dos son historiadores. Enrique Krauze en un largo texto ya se encargó de evaluar las deficiencias de López Obrador como historiador, además de otras consideraciones, muchas interesantes, otras cuestionables.
Toda esta circunstancia ha causado cierta sorpresa en el ámbito de la Historia, a veces causando buena impresión y en otras algunas reservas. En esta suerte de péndulo, por un lado, hay expectativas de que el interés del Presidente en la historia propicie un impulso y apoyo para los historiadores y sus tareas, sin que al momento haya indicios en el CONACyT y las instituciones educativas de que esto vaya a suceder. También han sido bien recibidas algunas medidas como la apertura de los archivos del CISEN. Ahora la tarea está en la cancha de los historiadores para aprovechar dicha información.
Por otro lado, existen muestras preocupantes de querer imponer una versión oficial de la historia, en la que desde el poder esté determinado quiénes son los héroes y los “buenos” y quiénes son los que se encuentran del lado más obscuro de ésta. Como una muestra de lo anterior, basta recordar el intento por derribar una estatua de Porfirio Díaz en Veracruz. Este ambiente causa una sensación de persecución inquisidora para los temas que no entran dentro de esta versión glorificada de la historia, lo que puede producir una especie de censura en investigaciones históricas que se den en las instituciones públicas o bien una autocensura en los historiadores. Al final de cuentas, la Historia como disciplina se encarga, en parte, de investigar hechos y procesos del pasado para contribuir precisamente al conocimiento histórico. Por ello, se aleja de las filias y fobias sobre personajes o pasajes acontecidos, no enjuicia ni califica moralmente al pasado y así debe mantenerse.
A esto se le puede sumar que quienes encabezan a las editoras e instituciones relacionadas con la historia, como el FCE y el INEHRM, tienen un perfil ideológico que va en sintonía con el discurso histórico del Presidente o es aún más radical. ¿ustedes se imaginan a Taibo II publicando libros de Cortés, Santa Anna, Maximiliano, Huerta, el yunque o la derecha en México? A mí también me cuesta trabajo, pero entonces la Historia y los historiadores tendrían un panorama desolador tanto en la investigación como en la publicación de temas que no sean de la predilección del régimen.
No se pretende denostar a priori el uso político de la historia en el actual Gobierno, todos los regímenes lo hacen, pero tal vez de forma más velada y no tan contundente como en estos momentos. Si la llamada 4T no quiere imponer un pensamiento histórico único debe evitar influir en las investigaciones académicas de las instituciones públicas. Estas instancias también tendrán que sortear la autocensura, no importando el fantasma de la austeridad y los recortes presupuestales que merodea por todo el servicio público. De igual forma, las editoras del Estado tendrán que demostrar que sus publicaciones están determinadas por la calidad de las investigaciones y no por la línea temática en la que versan. Este artículo está construido en gran medida por hipótesis, por las acciones, señales y los mensajes que se han articulado desde el gobierno. La historia entre la 4T y los historiadores aún no está escrita, ojalá sea una de apoyo fructífero y no de imposición.
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