Teresa y el joven inspector Massimo Marini deberán adentrase a un infierno que aún sigue latiendo. Será la investigación más importante de sus vidas. Ilaria Tuti te llevará con ellos en el aclamado thriller Flores sobre el infierno.
Por Estefani Ailyn Salazar Zavala
Ciudad de México, 30 de abril (Langosta Literaria/SinEmbargo).– Me encontraba incauta, perdida entre las posibilidades literarias cuando un título llamó mi atención: Flores sobre el infierno. A primera vista pensé que se trataba de alguna secuela de Flores en el ático, pero pronto me di cuenta de que no era así. Lo que albergaban las páginas del infierno blanco era más oscuro que el incesto, se trataba de un experimento psicológico del pasado que tenía repercusiones en el presente.
Este experimento es llevado a cabo por la comisaria Teresa Battaglia y por Massimo Marini, pareja policiaca que, a diferencia de las que pululan en las series televisivas, no tiene ninguna tensión sexual. En cambio, ambos comienzan a desarrollar un vínculo fraternal, posiblemente motivado por la personalidad tan abrupta de los dos: ella, meticulosa y metódica, y él, orgulloso y ansioso, pero solitarios y huyendo de algo.
Si bien la historia gira en torno a la pesquisa del asesino en serie de una comunidad alojada cerca del bosque de Travenì, la autora Ilaria Tuti hace saltos temporales al pasado que al principio no es claro qué relación guardan con los sangrientos hechos que últimamente han teñido la nieve blanca del invierno con un rojo que recuerda al “helado de fresa” que se consume en primavera. La nieve se derrite casi tan apresuradamente como las heladas pistas que llegan a la pareja que quiere encontrar al culpable. Éstas tardan más en emerger que en guardar coherencia con el perfil psicológico del asesino que se intenta crear sin mucho éxito. Este es un caso excepcional nunca antes visto.
La descripción de las escenas del crimen sumerge al lector dentro de la comunidad que, aterrorizado, ve cómo la idea de perfección que han tratado de construir alrededor de su seno se deteriora, al grado de sacar sus secretos más oscuros a flote y desmentir la idea de ese falso «Edén blanco» en el que creían vivir. Esto muestra la otra cara de la moneda, el infierno tan temido que alberga pecadores hasta en los lugares más puritanos.
El asesino come, vive, se desarrolla y literalmente colecciona los sentidos de sus víctimas. Ojos, nariz, piel… Todos recolectados por él, pero no para él, sino para un propósito tierno y triste a la vez, algo inimaginable pero que al leerlo hace entender que no todo tiene un fin siniestro. No todo es muerte, la muerte es sólo parte de la vida, pero…
¿Qué pasa si el asesino no entiende el límite entre la vida y la muerte?
Junto al misterio de los crímenes perpetuados por un apocalíptico sujeto oculto entre los secretos de la comunidad, otra duda asalta al momento de leer este libro y es: ¿qué oculta la comisaria Teresa? ¿Qué es eso a lo que tanto teme? Y lo más importante, ¿qué repercusiones tendrá su sentir en el caso? ¿Será que ya no es capaz de llevarlo cabalmente a una resolución? ¿O sólo será una etapa transitoria que está a punto de superar?
La respuesta a estas preguntas, el clímax alargado de esta obra y, sobre todo, la curiosidad que la autora va alimentando a lo largo de las páginas de su libro, una historia que nos insta a no olvidar que hasta el ser más aislado tiene un corazón palpitante.