Francisco Ortiz Pinchetti
26/04/2019 - 12:04 am
Medicamentos caducados
Hecha la selección, coloqué los medicamentos vigentes pero innecesarios en una bolsa y los caducados en otra. Entonces me pregunté qué hacer con unos y otros. El destino del primer paquete fue fácil: el dispensario de la parroquia del Espíritu Santo y Señor Mueve Corazones de la colonia Escandón, en la calle Martí. El otro bulto se convirtió en un fardo que tuve que cargar por horas mientras iba de Herodes a Pilatos, como dice el dicho, en busca de un contenedor donde depositarlo.
Los días de asueto como los que recientemente disfrutamos tienen la ventaja de relajarnos y convivir en familia, pero la desventaja de mantenernos ociosos durante gran parte del día. Y en ese estado, el riesgo de meternos en problemas es grande. Ocurre que a uno le da por escombrar la casa y deshacerse de cosas ya inútiles, como frascos vacíos, requerimientos vencidos, facturas pagadas, revistas y periódicos viejos, instructivos obsoletos, medicamentos inservibles…
Se me ocurrió meterle mano a los fármacos que se habían acumulado a lo largo de varios años en gavetas, cajones y repisas, lo que me metió en un berenjenal inesperado. Una primera inspección me permitió comprobar que la mayoría de esos medicamentos estaban ya caducados, conforme a la inscripción impresa en el empaque, lo que los hacía inmediatamente desechables. Otro buen lote, menor, lo integré con frascos y cajitas que aún tenían vigencia sanitaria pero que ya no utilizábamos en casa.
Encontré montones de cajas y frascos llenos o incompletos de Enalapril, Ácido acetil salicílico, Bezafibrato, Ramitidina, Peptobismol, Clortalidona, Teofilina, Metroprolol, Alka-Seltzer, Bicarbonato, Omeprazol, Coricidin, Bufferín, Gilbenclamida y muchos más.
Hecha la selección, coloqué los medicamentos vigentes pero innecesarios en una bolsa y los caducados en otra. Entonces me pregunté qué hacer con unos y otros. El destino del primer paquete fue fácil: el dispensario de la parroquia del Espíritu Santo y Señor Mueve Corazones de la colonia Escandón, en la calle Martí. El otro bulto se convirtió en un fardo que tuve que cargar por horas mientras iba de Herodes a Pilatos, como dice el dicho, en busca de un contenedor donde depositarlo.
Lo primero que hice fue consultar la página de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) en Internet. Ahí me enteré de que en el portal del Sistema Nacional de Gestión de Residuos de Envases y Medicamentos A.C (Singrem) puedes ubicar el contenedor más cercano a tu corazón en farmacias, centros de autoservicio, hospitales y clínicas de tu localidad. Singrem es una Asociación Civil creada por la industria farmacéutica y apoyada por las autoridades de salud y medio ambiente para el manejo y disposición final de los medicamentos caducos y sus sobrantes.
Efectivamente, en el portal de esa asociación hay un dispositivo para ubicar con facilidad los establecimientos en los que hay contenedores. En mi caso, consulté en la Ciudad de México a la colonia Del Valle. Y me apareció una lista de lugares, sobre todo farmacias, que podían ser destino para mi cargamento. Con él a cuestas, me dirigí primero a la farmacia de Similares del eje vial de Félix Cuevas. Me dijeron que no, que ellos no tienen contenedor para medicinas viejas. No me apuré demasiado, la verdad. Caminé unos pasos y llegue muy orondo a la farmacia de Walmart. Ahí me dijeron que no, que ya no tenían contenedor y que desconocían las razones. Bueno, me dirigí entonces a la cercana Farmacia Benavides, mientras mi bolsa parecía aumentar de peso a cada minuto. Me dijeron que no, que el contenedor estaba lleno porque el recaudador no había venido a retirar los medicamentos.
Entonces empecé a preocuparme. Chequé en otras farmacias de Similares con igual suerte. Fui a un par de tiendas Superama de la zona y me dijeron lo mismo que en Walmart.
Tampoco encontré depósito alguno en la San Borja de avenida San Antonio. Irremediablemente me puse a elucubrar la forma de deshacerse de mi incómoda carga, a esas alturas convertida en una pesada cruz. Podría abandonarla en el resquicio de alguna puerta, en un basurero del parque San Lorenzo, entre los autos estacionados en la calle de Adolfo Prieto. Mi convicción de que era indebido ese recurso me hizo desistir de mis malos pensamientos e insistir en la búsqueda de un contenedor.
Finalmente lo encontré en una Farmacia del Ahorro ubicada cerca del Hospital “20 de Noviembre” del ISSSTE. Mi cargamento de medicinas casi llena el cilindro de plástico ante el asombro de una risueña dependienta. Mi Viacrucis me permitió comprobar que el directorio de contenedores de la Singrem está cuando menos desactualizado, si no es que caduco.
Me puse luego a indagar sobre este tema para darle un contexto a mi relato. Encontré que, cada año, 200 millones de fármacos caducos podrían estar comercializándose en el mercado negro mexicano, lo cual significa un riesgo sanitario de alto impacto… y un negocio supermillonario.
De acuerdo a datos estadísticos de la Cámara Nacional de la Industria Farmacéutica, la falsificación de fármacos y su comercio ilegal en lugares como tianguis y mercados sobre ruedas en México, dejan al crimen organizado ganancias por más de 11 mil 500 millones de pesos anuales.
A su vez, la Unión Nacional de Empresarios de Farmacias informó que entre enero y mayo de 2017 y los primeros meses de 2018, las ventas de fármacos apócrifos pasaron del cuatro al nueve por ciento, representando este incremento un monto de 16 mil 650 millones de pesos, de los 185 mil millones en lo que está valuado el mercado de fármacos en nuestro país.
Según la Cofepris, más importante que esos datos es evitar que estos productos lleguen al comercio ilegal poniendo en riesgo la salud de la población, “por lo que el desecho y destrucción se debe realizar con sumo cuidado y por ningún motivo se deben tirar en el drenaje o a la basura, ya que estarás contaminando el medio ambiente”.
El problema está contemplado por la legislación mexicana desde el 8 de octubre de 2003, cuando se promulgó la Ley General para la Prevención y Gestión Integral de los Residuos. Sin embargo, ni la Ley ni las buenas intenciones parecen suficientes para que la autoridad sanitaria actúe.
Mi limitada experiencia personal indica que lejos de avanzarse en esta materia se han abandonado poco a poco los esfuerzos para detener este flagelo. Pese a las estadísticas alarmantes que van en aumento y el inminente riesgo para la salud de millones de personas en todo el país, nadie se preocupa. Válgame.
@fopinchetti
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