“Los jóvenes no tienen esperanza en el café”, denuncian cafeticultores de Guerrero. En dicha entidad actualmente la superficie cafetalera es la mitad de la que había hace 25 años. El café ha dejado de ser la fuente principal de sustento de muchos productores.
Los productores denuncian que los gobiernos anteriores mermaron sus apoyos con la desaparición del Instituto Mexicano del Café (Inmecafé), empresa paraestatal que dio asistencia técnica y apoyo a la producción y comercialización, además de apoyar a la empresa trasnacional Nestlé.
Por Ramón Gracida Gómez
Guerrero, 25 de marzo (El Sur/SinEmbargo).– La producción del café en Guerrero ha tenido una caída drástica en los últimos 25 años. Disminuyó 87 por ciento: de 380 mil quintales en la cosecha 1992-93 a 50 mil en la actual, 2018-19. Pero el número de cafeticultores no tiene la misma tendencia, se ha mantenido en los últimos 15 años, de acuerdo con cifras oficiales.
Los cafeticultores registrados en 2002-2003 fueron 21 mil y en 2018-2019 son 21 mil 500. La mayoría son personas mayores de 60 años.
Las plagas y enfermedades como la roya, la falta de apoyo de los gobiernos neoliberales para renovar los cafetales y mejorar la producción y los precios bajos del café a consecuencia del libre mercado son las principales causas de la caída en la producción, señalan cafeticultores entrevistados.
Los datos oficiales muestran una tendencia sostenida a la baja. En el periodo 1992-1993 –el primero del que se tiene un registro confiable– se cosecharon 380 mil quintales (el quintal tiene 46 kilos) en todo el estado. Bajó a 130 mil en 2002-2003, luego a 84 mil en 2012-2013 y a 25 mil en 2015-2016, la cifra más baja de la que se tiene registro, cuando quedó reducida a sólo 6.5 por ciento respecto al primer periodo considerado.
En 2015-2016 la enfermedad de la roya, causada por un hongo, acabó con casi toda la producción de café en Guerrero. Aunque esta enfermedad siempre ha existido, las condiciones meteorológicas producidas por la tormenta Manuel en septiembre de 2013 propiciaron el crecimiento de este hongo.
Fue consultado vía telefónica Sabás Aburto Espinobarros, suplente en funciones de la asociación civil Sistema Producto Café en Guerrero, tras la muerte del titular Evodio Argüello de León. Esta organización impulsa al café en toda su cadena de producción. Aburto Espinobarros señala que la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa), ahora con el nuevo Gobierno Secretaría de Desarrollo Rural, (Sader), no estuvo preparada para el problema que venía de Centroamérica y cuando llegó aquí “nos golpea duro”.
Agregó que posteriormente se introdujeron nuevas variedades de café más resistentes a la roya, hecho que se refleja en un mejor resultado en este último periodo de producción.
Las cifras muestran un repunte, al subir a 32 mil quintales en 2016-2017, 40 mil en el siguiente periodo y 50 mil en 2018-2019. Pero aun este buen resultado, es sólo 13 por ciento de la producción de hace 25 años.
En entrevista en Atoyac, Arturo García Jiménez, presidente de la Red de Agricultores Sustentables Autogestivos, a la que pertenecen 28 grupos de trabajo y cooperativas para impulsar modelos de desarrollo que generen mejores ingresos a los campesinos, dice que el Plan Integral de Atención al Café (PIAC), respuesta gubernamental ante la crisis causada por la roya, no cumplió ni con el 10 por ciento de la meta que se había propuesto.
Señaló que el apoyo no fue suficiente porque al principio se había dicho que se iba a apoyar con una hectárea por productor, en la que se siembran alrededor de 3 mil 300 plantas, pero el apoyo fue sólo con mil 500 plantas, y además llegaban tarde, “ya cuando la lluvia se iba”.
También se iba a apoyar con fertilizante, hasta tres paquetes con valor de 5 mil pesos cada uno, pero realmente sólo se dio uno.
BAJA SUPERFICIE CULTIVADA
La baja producción de café medida en quintales se refleja en la superficie cultivada. En 1992-1993 el número de hectáreas plantadas con café fueron 51 mil, luego disminuyó a 36 mil en 2002-2003, a 25 mil en 2012-2013, bajó aún más hasta las 15 mil en 2015-2016, sube a 20 mil en el siguiente periodo, a 22 mil 500 para el siguiente y llega a las 25 mil hectáreas cultivadas con café en 2018-2019. Esto significa que hubo una reducción de 51 por ciento en los últimos 25 años.
Se estima que en promedio cada cafeticultor en Atoyac tiene de 3 a 4 hectáreas mientras que en la región Costa Chica-Montaña poco más de una hectárea.
Arturo García adjudica la caída de la producción también a la falta de apoyo gubernamental, la cual es imprescindible para la reactivación del café.
Explica que el Gobierno federal apoyaba a los productores mediante el Instituto Mexicano del Café (Inmecafé), empresa paraestatal que dio asistencia técnica y apoyo a la producción y comercialización. Con la política neoliberal de Carlos Salinas de Gortari se decretó la desaparición de este organismo en 1989 y los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón apoyaron a la empresa trasnacional Nestlé. Con Peña Nieto sólo se logró un apoyo de 2 mil 300 pesos por productor.
Un tercer factor que influye en la baja producción de café es la caída del precio internacional.
Sabás Aburto, también vocero de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias-Policía Comunitaria (CRAC-PC), organización que surgió en la región cafetalera de la Costa Chica-Montaña, explica que la desaparición del Inmecafé se da en el contexto del rompimiento de las cláusulas de la Organización Internacional del Café (OIC).
Con las reglas de la OIC los países productores y compradores acordaban anualmente los volúmenes de compra y venta del café y una banda de precios que rondaba entre los 120 y 140 dólares por quintal. Estados Unidos presionó para romper con esas cláusulas.
Ahora “estamos en el periodo del libre mercado” en el que el precio se decide en la bolsa de valores de Nueva York y actualmente está entre 94 y 96 dólares por quintal mientras que al cafeticultor le cuesta 150 dólares en promedio producir un quintal.
El número de productores no baja, pero no entran jóvenes
A pesar de la crisis del café, el número de cafeticultores en Guerrero es el mismo desde hace 15 años, de acuerdo con datos oficiales.
En 1992-1993 eran 10 mil, en 2002-2003 la cifra llegó a 21 mil productores, bajó a 13 mil en la crisis de la roya en 2015-2016 y en 2018-2019 subió a 21 mil 500. Alrededor de la mitad son mujeres.
Se estima que el 60 por ciento se encuentra en Atoyac y es sobre todo gente mayor a 60 años. Se dice que hay un problema de relevo generacional.
El presidente del comisariado ejidal de San Vicente de Jesús, Jesús Martínez, dice que “los jóvenes no tienen esperanza en el café. No los podemos arraigar” para que se conviertan en cafeticultores. Indica que “los que somos caficultores somos gente de edad, somos los que tenemos el hábito que nos dejaron nuestros antepasados, de seguir con una cuestión ahora sí religiosa.”
Lucio Mesino, presidente de la cooperativa Cafeticultores de la Costa Grande de Guerrero, indica que “los que un tiempo nos dedicamos al café ya estamos de bajada. Yo desde que pude trabajar me dedico al café, desde chico. Seguimos resistiendo para no perder la tradición del café. En mi caso soy el único de mi familia. Si yo ya no hago nada en los últimos años que me quedan, los que vienen detrás de mí ya no van a querer. Está muy dura la crisis”.
Sabás Aburto Espinobarros señala que en la región de la Costa Chica-Montaña también se vive el problema del relevo generacional pero no tan grave como en la Costa Grande.
Explica que el café llegó a esa zona del estado, según le contó un señor de Iliatenco, porque algunos jóvenes que fueron a trabajar a la zona serrana de Atoyac se llevaron unas semillas hace algunas décadas. Actualmente los municipios de San Luis Acatlán, Malinaltepec y Metlatónoc son los principales productores en esa región.
Al principio la diferencia entre las dos regiones era enorme. Existe un cálculo de 30 mil quintales producidos en la Costa Chica-Montaña en la década de 1980 frente a 300 mil en Costa Grande.
Esas regiones se fueron emparejando poco a poco. En la Costa Grande tenían otras opciones para obtener ingresos y también les dejaron de apoyar con recursos. En la Costa Chica estaban “más esclavizados” al café porque era el producto que les dejaba más dinero en comparación con el plátano o la piña. Por eso no dejaron de renovar sus huertas en comparación con la Costa Grande.
Hace 15 años la Costa Chica pasó a producir entre 60 mil y 70 mil quintales mientras que la Costa Grande bajó a 80 mil quintales.
Ante la actual crisis del café, la gente ya no vive del ingreso de éste y sí del comercio, de las remesas que envían sus familiares que emigran a Estados Unidos, de programas de apoyo gubernamental y de su economía de traspatio.
El café ha dejado de ser la fuente principal de sustento de muchos productores, afirma el dirigente.
Muchos cambiaron a la apicultura pero también tienen problemas porque no han podido vender su cosecha y ya viene la otra. En general, la gente ha diversificado sus fuentes de ingresos.
A pesar de esto, Aburto Espinobarros dice que la gente todavía siembre café porque sirve de autoempleo además de que “es el cultivo más noble. Uno se puede ir a Estados Unidos y el pobre café está ahí esperando. Es el que más aguanta a pesar de los suelos poco fértiles porque aguantan en la sombra que es la forma en la que se siembra.”