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Darío Ramírez

21/02/2019 - 12:03 am

Lo que AMLO debe de entender de la sociedad civil

Lo que ignora el Presidente Obrador es que la sociedad civil es heterogénea, como fiel reflejo de la misma sociedad. El concepto monolítico de la sociedad civil lo nubla, y un Presidente no puede estar nublado.

"En México, la defensa de los derechos humanos es una actividad de alto riesgo. Y la defensa la hacen personas que trabajan en organizaciones de la sociedad civil". Foto: Cuartoscuro/Especial

La madrugada de este miércoles, el activista Samir Flores, opositor al Proyecto Integral Morelos, del que forma parte la central Termoeléctrica y el gasoducto de Huexca, fue acribillado con dos balazos en la cabeza afuera de su casa. Samir Flores, conducía una estación de radio.

Las comunidades Coloradas de la Virgen y Choreachi, en la Sierra Tarahumara, en Chihuahua, estuvieron involucradas en una larga disputa legal contra el otorgamiento de concesiones madereras en sus tierras. Siete miembros de estas comunidades fueron asesinados entre 2013 y 2016. Ninguno de los asesinos ha comparecido ante la justicia.

En México, la defensa de los derechos humanos es una actividad de alto riesgo. Y la defensa la hacen personas que trabajan en organizaciones de la sociedad civil.

De 2006 a la fecha 40 personas han sido asesinadas por su activismo, por defender derechos. Por disentir.

El día de ayer, el Presidente Andrés Manuel López Obrador lazó duras críticas contra la sociedad civil. Afirmó:

“Se apropiaron de la sociedad civil, antes era pueblo…”.

“No conozco a gente de la sociedad civil de izquierda…”.

“Todo lo que tienen que ver con la sociedad civil tiene que ver con el conservadurismo…”.

“Grandes consorcios promueven a la sociedad civil…”.

El Presidente está equivocado. El Presidente comete un grave error en no reconocer el trabajo de miles de hombres y mujeres –algunos que están a favor de él- a favor de la defensa de los derechos humanos, tierra y territorio. Su falta de generosidad para dar ese reconocimiento pone en mayor riesgo el trabajo que muchos hacen con un altísimo riesgo para ellos y ellas. El desdén presidencial solo se puede calificar como desafortunado, infantil y carente de talante presidencial.

Hace algunos años el Secretario de Marina, señaló que los defensores éramos tontos útiles por defender el debido proceso y la no tortura. Sus palabras pusieron al movimiento en alerta.

Lo que ignora el Presidente Obrador es que la sociedad civil es heterogénea, como fiel reflejo de la misma sociedad. El concepto monolítico de la sociedad civil lo nubla, y un Presidente no puede estar nublado.

Hay organizaciones de izquierda y derecha. Organizaciones que abarcan el espectro político más amplio. Todas tienen derecho a existir y no ser calificadas negativamente por el Presidente. De hecho, me atrevo a afirmar, que la mayoría de personas de las sociedad civil de izquierda votamos por Obrador, y, una de las reiteradas críticas contra él es que no es suficiente de izquierda en asuntos derechos progresivos como el aborto, matrimonio igualitario, etcétera.

En toda democracia avanzada, el trabajo de la sociedad civil es complementario al Gobierno. Sirve para pedir rendición de cuentas y transparencia, o bien, para crear una defensa por violaciones graves cometidas por agentes del estado. En ningún lugar son enemigo frontal del estado. Ojalá Obrador no confunda su fobia por algunas, por el desdén de todas.

Porque lo cierto es que, si hoy desaparecen miles de organizaciones, las poblaciones más vulnerables serían las mayormente afectadas. Quedarían en indefensión y las violaciones quedarían impunes.

La sociedad civil debe ser fortalecida, escuchada y respetada. No porque siempre tengamos la razón, sino porque existe en ella un nivel de profesionalización, experiencia, capacidad técnica que puede ayudar al gobierno.

El verdadero desdén de Obrador sale de dos fuentes: la primera es que hay organizaciones de la sociedad civil, bien financiadas, capaces, profesionales pero que representan una corriente política y económica con la cual él no comulga. Sin embargo, estas organizaciones, por su nivel de profesionalismo y capacidad para comunicar se vuelven un referente obligado para los medios y su mensaje es escuchado ampliamente. La segunda, tiene que ver con el financiamiento internacional de muchas de éstas. Un gran número de organizaciones civiles de Ciudad de México (aunque no exclusivamente) viven del dinero de fundaciones norteamericanas y europeas. A estas financiadoras las organizaciones tienen que rendirles cuentas con los más altos estándares de transparencia.

Ninguna fundación internacional dicta línea sobre la adopción de alguna posición política de alguna organización. El que piense eso solamente descubre su profunda ignorancia sobre cómo funciona el financiamiento internacional.

Sin embargo, la cantidad de dinero internacional es muy poco para las necesidades financieras de las organizaciones.

Andrés Manuel López Obrador tuiteó en 2010 “Debe fortalecerse el poder civil con el establecimiento de la democracia.” Su posición actual dista mucho de la frase de hace años.

El fortalecimiento de la sociedad civil, fundamental para un régimen democrático pasa por:

- Garantizar su integridad física y trabajo (cualquiera que este sea) en todo el territorio nacional.

- Crear un fondo para su fortalecimiento, profesionalización y mejor desempeño con un alto estándar de rendición de cuentas.

- Crear un marco jurídico actualizado para que las organizaciones puedan acceder a fondos privados mejorando la figura de donatarias autorizada.

- Y, reconocer en el discurso público, la aportación que hacen a la vida social, política, cultural y económica del país.

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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