En Sulawesi, Indonesia, las ceremonias funerarias pueden durar de tres a cinco días y acaba cuando por fin se entierra al fallecido en un mausoleo o en una tumba. Pero el proceso no acaba ahí. El clan se reúne anualmente o cada dos o tres años para celebrar el ritual denominado Ma’Nene, que significa “cuidado de los antepasados”. Los toraja cuidan de los muertos igual que lo haría con sus parientes vivos. Les ofrecen comida, agua y tabaco.
Ciudad de México, 18 de marzo (Vice/SinEmbargo).– Mientras que para la mayoría de nosotros hablar de la muerte se considera tabú, para los toraja que viven en el pintoresco paraje de montaña del sur de Sulawesi, Indonesia, es una tarea de por vida, ya que para ellos la muerte no es un adiós. Los toraja aprenden desde muy pequeños a lidiar con la muerte y aceptarla como parte de la vida. Cuando muere alguien, los toraja tratan a sus seres queridos como si estuvieran enfermos (Toma Kula). A un Toma Kaula se le ofrece comida, agua e incluso tabaco a diario, porque se cree que su espíritu sigue cerca del cuerpo y necesita que lo sigan cuidando.
El cuerpo sin vida se mantiene y se cuida en la tongkonan, la casa tradicional toraja. Ahí guardan los cuerpos inertes durante meses, en algunos casos incluso décadas, hasta que el clan pueda permitirse un funeral en condiciones y pueda programar una ceremonia. Mientras tanto, se usan plantas secas para neutralizar el olor de la formalina.
Durante las procesiones funerarias, conocidas como Rambu Solos, el último aliento de un búfalo de agua marca la muerte oficial de la “persona enferma”. En ese momento, el alma del fallecido puede ascender al Puya, la versión toraja del cielo. Cuantos más búfalos se sacrifiquen, más rica será la familia y más rápido llegará el alma al Puya. Allí se encontrarán con Dios y podrán vivir una vida eterna y plena. Sin los sacrificios de los búfalos, el alma no conseguirá llegar al Puya. Según la Aluk To Dolo, la creencia ancestral de los toraja, a la mayoría de las castas se les recomienda sacrificar 24 búfalos, aunque el jefe local es el encargado de fijar un número exacto y de hablarlo con la familia. Algunos invitados llevan más búfalos como regalo. En la cultura toraja, hay una ley no escrita que dice que la familia debe pagar con otro búfalo del mismo valor en el siguiente funeral.
La procesión funeraria de una familia de casta inferior puede llegar a costar algo más de 50 mil dólares, pero para las castas superiores, la factura puede ascender a los 250 mil e incluso a los 500 mil dólares. Se espera que los familiares más cercanos del fallecido contribuyan con, al menos, el sacrificio de un búfalo de los más caros, que pueden llegar a costar entre 10 mil y 40 mil dólares en el mercado de ganado. El precio del búfalo depende de la exclusividad de la piel, de su complexión, de la longitud de sus cuernos y del color de sus ojos. La magnitud de un funeral toraja se mide en número de búfalos: por eso los funerales llevan tanto tiempo.
La ceremonia funeraria puede durar de tres a cinco días y acaba cuando por fin se entierra al fallecido en un mausoleo o en una tumba. Pero el proceso no acaba ahí. El clan se reúne anualmente o cada dos o tres años para celebrar el ritual denominado Ma’Nene, que significa “cuidado de los antepasados”. Durante este proceso, se vuelve a sacar al muerto de la tumba, se limpia, se le cambia de ropa y se lo entierra de nuevo. Los familiares viajan desde muy lejos para celebrar esta reunión anual en la que se juntan, disfrutan de un banquete, se cuentan historias y honran a sus seres queridos.
Echa un vistazo a estas fotografías de los singulares ritos funerarios de Toraja: