Arnoldo Cuellar
14/03/2019 - 12:04 am
Salamanca, el nuevo Santa Rosa de Lima
Por lo pronto, los ciudadanos de Salamanca viven con miedo. La vida en la ciudad ha cambiado, cierran negocios dedicados al esparcimiento y por las noches las calles están desiertas.
Mientras el Gobernador Diego Sinhue presume el operativo conjunto de fuerzas federales y locales en una comunidad de dos mil habitantes en Villagrán, donde incluso se invertirán decenas de millones de pesos para construir infraestructura y afianzar la presencia del estado, a 25 kilómetros de ahí una ciudad de casi 300 mil habitantes es dejada a su suerte por todos los niveles del gobierno y sufre una cruda ola de violencia homicida.
No parece ser lógico ni explicable que mientras hay un operativo terrestre y aéreo con mil efectivos en Santa Rosa de Lima, que solo logra la detención de seis personas, en la ciudad donde se encuentran instalaciones estratégicas como una refinería y una termoeléctrica ocurra la peor matanza en la historia de Guanajuato, con bandas criminales fuertemente armadas actuando en la más absoluta impunidad.
Pero menos lógico es que, tras la tragedia, las autoridades de los dos niveles de Gobierno más cercanos, el Gobernador y la Alcaldesa, se enfrasquen en una guerra de reclamos y auto justificaciones, en lugar de sentarse a una mesa para coordinar sus acciones.
La actitud de Diego Sinhue Rodríguez Vallejo y de Beatriz Hernández frente al crecimiento del reto criminal en Salamanca es pueril y deja ver que ambos no estaban preparados para el reto de Gobernar en las circunstancias actuales.
Las diferencias políticas enquistadas por la historia de ambos políticos como ex correligionarios y las actuales por los diferendos entre Morena y el PAN tendrían que pasar a segundo término ante el reclamo urgente y sentido de los ciudadanos por la destrucción de la tranquilidad y la paz en una comunidad pujante y trabajadora como Salamanca.
En alguien tendría que caber la mesura. Creo que incluso le compete más responsabilidad al Gobernador por su mayor jerarquía política. Al final, el territorio estatal se compone de los 46 municipios y el mandatario electo para asumir el Poder Ejecutivo de Guanajuato no puede eximirse de sus obligaciones para entrar en pequeñas disputas aldeanas.
Pero incluso habría que decir que a la Alcaldesa neomorenista no deja de asistirle la razón al reclamar el desmantelamiento de la fuerza policial de Salamanca, obligada por el descuido de dos alcaldes panistas que formaron una sola unidad política: Justino Arriaga Rojas y Antonio Arredondo Muñoz.
El primero de ellos es diputado federal por el PAN y se da el lujo de increpar a Beatriz Hernández por la tardanza en instrumentar su ofrecimiento de campaña de restablecer la fuerza policial, en los cinco meses que lleva en el cargo.
¿Cómo se podrá olvidar que Arriaga Rojas fue justamente el Alcalde que compró a sobreprecio un predio para instalar a la policía de Salamanca y su centro de comando, control, comunicaciones y cómputo? Políticos haciendo negocios con la seguridad para embolsarse moches, ¿no está ahí una de las causas del hundimiento de las corporaciones en la corrupción? ¿Si el jefe lo hace, por qué no todos los demás?
Tampoco puede ser ignorado el mensaje enviado por Diego Sinhue Rodríguez Vallejo al rescatar a Antonio Arredondo Muñoz, tras su derrota electoral producida en buena medida por el crecimiento de la inseguridad en Salamanca, para designarlo Subsecretario de Planeación de la Secretaría de Desarrollo Social y Humano.
¿Es equitativo que mientras el Gobernador fustiga a una Alcaldesa con 5 meses en el cargo por la violencia que vive Salamanca, considere que el Alcalde que gobernó tres años y al que reprobó el electorado, puede aportar algo a la política social del estado?
Incluso el anuncio reactivo y precipitado de que se va a construir un nuevo instituto de capacitación policial en Santa Rosa de Lima, para erradicar a la banda criminal que ahí se asentó, es una desmesura. De muy poco servirá hacer edificios costosos si antes no se piensa en las necesidades de los ciudadanos. Convertir el poblado de Villagrán en una fortaleza mientras se descuida y se abandona a Salamanca, es un enorme despropósito.
Por lo pronto, los ciudadanos de Salamanca viven con miedo. La vida en la ciudad ha cambiado, cierran negocios dedicados al esparcimiento y por las noches las calles están desiertas.
Lo peor es el desamparo en el que se siente una ciudad mediana del país que no parece tener a quién recurrir, pues su Alcaldesa es impotente para enfrentar el reto, su Gobernador la desdeña por haber votado por otro partido político y el gobierno federal parece inalcanzable, pese a tener una instalación prioritaria de las que el nuevo presidente quiere reconvertir y devolver su carácter emblemático.
En la Salamanca de hoy quedan en evidencia las desconexiones entre clase política y ciudadanos de a pie, esa misma desconexión que empezó a darse cuando el PAN se convirtió en un partido dedicado a la rapiña como antes lo había sido el PRI.
Esa situación los condujo a votar por quien prometía que las cosas iban a cambiar. Hoy parecen estar castigados por esa causa y nadie llega a su rescate.
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