En Desarticulaciones, constata Sylvia Molloy cómo el cuerpo almacena una memoria independiente del propio intelecto. Son interesantes sus reflexiones sobre la palabra, sobre el derrumbamiento progresivo de los recuerdos y cómo estos, al final constituyen nuestra identidad.
Por Pedro Pujante
Ciudad de México, 8 de marzo (Culturamas/SinEmbargo).– Desarticulaciones, de Sylvia Molloy, es un falso diario contra el olvido, un relato estremecedor, conmovedor que nos comunica un mundo tan intenso como privado, de mimbres tan personales como universales.
La narradora, a través de breves capítulos, cada uno dedicado a un tema concreto, explora la relación con una gran amiga en su etapa final. Visitas a una vieja compañera, aquejada de un trastorno de la memoria (posiblemente Alzheimer), que devienen reflexiones teóricas sobre diversos asuntos. De estas reflexiones se articula el libro. Es interesante comprobar cómo se aleja del relato patético y sentimentaloide para construir una suerte de indagación sobre la relación entre la memoria y la experiencia. Sobre el devastador poder del olvido y el lenguaje. Sobre la vida cotidiana y la vigencia intelectual que reside tras los biombos de la memoria.
Constata Sylvia Molloy cómo el cuerpo almacena una memoria independiente del propio intelecto. Son interesantes sus reflexiones sobre la palabra, sobre el derrumbamiento progresivo de los recuerdos y cómo estos, al final constituyen nuestra identidad.
Molloy, que ha destacado por sus estudios sobre la narración autobiográfica como género literario, demuestra en este peculiar libro (que transita del ensayo a la ficción con total naturalidad) la permeabilidad de los géneros, la ductilidad de su escritura y la gran capacidad para hacer de lo anecdótico y vivencial un relato de connotaciones universales, que nos ilumina y nos invita a reflexionar sobre la muerte, la vejez, la enfermedad, la soledad de la desmemoria, el lenguaje y la capacidad para amar el mundo a través de los demás.