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Susan Crowley

01/03/2019 - 12:34 am

Cómo ser artista y no morir en el intento

Dennis Miranda es un artista joven de esos que por moda llamamos emergentes. Él, como muchos otros de su generación vive de vender arte. Su cuerpo de obra se compone de imágenes difusas, ausencias y espectros, gritos o carcajadas ahogadas. Sobre papel, mezcla los múltiples materiales y espera el resultado.

¿Qué hacemos con los Dennis que viven al margen de todos estos circuitos? ¿cómo lograr que obtengan apoyos para crear?. Foto: Dennis Miranda

Dennis Miranda es un artista joven de esos que por moda llamamos emergentes. Él, como muchos otros de su generación vive de vender arte. Su cuerpo de obra se compone de imágenes difusas, ausencias y espectros, gritos o carcajadas ahogadas. Sobre papel, mezcla los múltiples materiales y espera el resultado. El delicado soporte está en riesgo de destruirse por la saturación del óleo, el acrílico, el agua, el espray y el fuego o, por el contrario, puede terminar por desvelar la imagen que ni el mismo artista imaginó. Es asombroso toparse con cada uno de los rostros traducidos en gestos. Al paso de los años ha logrado cientos; son valiosos, entrañables, aterradores siempre. Dennis tiene 24 años y hasta ahora no ha cursado estudios que lo avalen delante de las instituciones, por lo tanto, su situación es complicada. Como muchos artistas fuera de los circuitos del Fonca debe buscar el apoyo de sus coleccionistas; jugársela todos los días para que sus musas lo inspiren, invertir en los materiales y lograr una obra con la calidad suficiente para competir con miles y miles de artistas “emergentes”. Los domingos tiene un puesto en la Lagunilla en el que ofrece todo tipo de libros, películas y documentales de arte, temiendo siempre que Netflix haga obsoleto su negocio.

La primera vez que vi su trabajo, hace unos cinco años o más, supe que era un artista, lo sigo creyendo. Sin embargo, Dennis enfrenta obstáculos naturales: su edad, para empezar. Como muchos jóvenes debe bregar con su inmadurez, sus desaciertos en el momento de tomar decisiones, vamos, nada nuevo, lidiar con la vida, crecer y volverse adulto. En medio de todo debe consolidar su talento y volverse un profesional. Nada fácil la cosa, muchos han quedado en el camino.

Para todo artista la creación es el resultado del ensayo y el error. No obstante, Dennis no puede fallar, entre otras razones, porque no puede permitirse el desperdicio de los materiales que debe pagar de su propio bolsillo. Es muy duro el trayecto de la profesionalización artística. La fatiga, la incertidumbre, las horas de hambre y las noches de agobio se vuelven constantes en contra de un artista. ¿Cuántos Dennis se pierden en el camino? ¿Cuántos Amorales, Okón, De la Mora que nunca conoceremos, no han podido asomar la cabeza y despuntar en este mundo del arte?

Los apoyos que ha ofrecido el Fonca desde que se creó han sido la tabla de salvación de muchos artistas jóvenes, ellos mismos lo declaran. El hecho de entrar al sistema y recibir 32 mil pesos mensuales, les permite desahogar en muchos casos el costo de los materiales para su obra. Además, deberán trabajar duro para pagar la renta, comida y probablemente la educación de sus hijos, si los tienen. Ni en sueños pensemos que tengan un estudio o que inviertan en una propiedad o hagan viajes (como no sean de intercambio) al extranjero para actualizarse. Gracias a la beca pueden producir mientras esperan vender su alma a un buen diablo llamado galería de arte. A partir de ese momento dividirán el producto de su trabajo al 50 por ciento. De esta forma, dejarán atrás los agobios del becario y producirán de forma independiente. En el mejor de los casos serán exitosos y entrarán en el mundo de los que pagan impuestos. Artistas de la talla de Orozco, Cruzvillegas, han utilizado este estímulo, otros además de recibirlo se han convertido en protectores de nuevos artistas generando proyectos increíbles: Emilio Chapela (con Panik, taller de producción), Ale De la Puente (dando clases), Yoshua Okón con la creación de SOMA (un centro de desarrollo para jóvenes artistas), por solo mencionar algunos.

Con esto podemos considerar que el sistema funciona, aunque es perfectible, por decir lo menos. La beca del Fonca la obtienen un mínimo de artistas por generación, muchos aplican pocos la consiguen. Si bien son 200 para todas las disciplinas, solo 72 están dedicadas a las artes visuales (escultura, fotografía, gráfica, pintura, medios alternativos y narrativa gráfica). Se sabe de comités que operan en beneficio de sus camarillas, de algunos privilegios en la selección, difícilmente se puede generalizar, pero son aspectos que deben subsanarse. Habría que encontrar maneras más prácticas en las que los egresados del Fonca, después de tres años de recibir este recurso, estén en condiciones de devolverlo con su creatividad y trabajo a las generaciones que les siguen.

El Fonca, en teoría, debe encontrarse dentro del espíritu de la 4T en el sentido de que el recurso va directamente al beneficiario sin pasar por cadenas de intermediación ni condicionamientos clientelares (más allá del momento de selección que habría que transparentar mejor). Una vez depurado el procedimiento para vacunarlo contra la corrupción y el influyentismo, podría ampliarse; es una oportunidad para expandir el universo de artistas potenciales.

Con todo, estos esfuerzos resultan insuficientes para abarcar las generaciones de jóvenes que están en el camino del arte por su talento y que, como Dennis, no cubren los requisitos para entrar al sistema por no pertenecer a la academia (bajo este esquema, el joven Vincent Van Gogh jamás habría sido becario).

¿Qué hacemos con los Dennis que viven al margen de todos estos circuitos, ¿cómo lograr que obtengan apoyos para crear?, ¿cómo no angustiarnos al saber que, a veces, no tienen ni para comer? Quizá el Fonca tendría que flexibilizarse para responder a estas exigencias. El arranque de una nueva administración es un buen momento para poner sobre la mesa esta agenda pendiente.

Por otra parte, no podemos esperar que papá gobierno satisfaga todas estas angustias, amén de que debemos recordar que los recursos provienen del pago de impuestos de todos nosotros. Pero, cada año en Maco y sus derivados se invierten cifras considerables en compra de obras de arte consagradas por parte de los coleccionistas. Los mexicanos con dinero, por lo general, siguen adquiriendo a los big names, una manera de ostentar su poder económico. Habría que fomentar mecanismos en los que la sociedad civil se integre en tareas de mecenazgo.

Más allá de los gustos personales, como comunidad debemos pensar en las futuras generaciones de artistas que tienen la edad de nuestros hijos. Hay formas más que probadas de generar apoyos. Un ejemplo valioso que debería ser aplicado como modelo es SOMA (encabezada por el ya mencionado Yoshua Okón). Como lo dice su página, “es un programa de formación intensiva centrado en la producción y la discusión crítica”, que “permite estimular el diálogo y la colaboración entre artistas y agentes culturales de diferentes contextos, disciplinas y generaciones”. No está validado por la SEP y esa es una de sus virtudes; al mantenerse como una institución independiente, ha podido rebasar la lentitud e ineficacia de los sistemas burocráticos. Durante dos años, quienes consiguen ser parte de SOMA cuentan con un espacio que estimula y permite cierta visibilidad, muy necesaria para poder llamar la atención sobre sus proyectos. Debería de haber un SOMA en cada delegación, en cada ciudad de la república y así la sociedad tendría una forma eficaz y más que probada de apoyar el crecimiento de nuevos artistas.

Saber con antelación quiénes son los próximos Orozcos, Ortegas y luminarias de ese nivel requeriría tener una bola de cristal, es decir, es una misión imposible. Lo único que podemos hacer es apoyar a los jóvenes de nuestro país para que cumplan sus sueños, descubrir y proyectar el talento de las nuevas generaciones. Es un asunto de ensayo y error que puede traer muy buenos resultados, es otra manera de adentrarnos en el profundo misterio de la creación y ser parte de ella.

 

(sobre SOMA, ver http://somamexico.org)
@suscrowley
www.susancrowley.com.mx

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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