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Susan Crowley

15/02/2019 - 12:04 am

Frieze, más que un imán para el refri

Frieze es una feria que abraza el nuevo concepto de espacios de consumo masivo (a diferencia de las ferias de arte especializadas y orientadas a una comunidad profesional).

Frieze es una feria que abraza el nuevo concepto de espacios de consumo masivo (a diferencia de las ferias de arte especializadas y orientadas a una comunidad profesional). Foto: Frieze Los Ángeles.

Los precios, el mercado y el éxito de un artista son parte intrínseca de la globalización. A partir de los años ochenta, el mundo del arte se vio transformado por el impulso de una economía que volvió las obras de arte commodities, es decir, inversiones para una sociedad que busca consumir. Quienes anhelaban la cultura como un bien trascendente, fueron modificando su percepción hasta convertirse en parte de un sistema de adquisición. Hoy son muchas las agrupaciones que se identifican entre sí por el nivel y tipo de consumo. “Dime qué consumes y te diré quién eres”. Las grandes urbes se han constituido en atractivos centros de exhibición y venta; irónicamente, esto se debe tanto ­a su oferta cultural como a sus elegantes centros comerciales, restaurantes de moda y fascinantes espectáculos; todo unido para complacer al consumidor.

Los Ángeles no es la excepción. La visita a esta ciudad incluye el derroche ansioso dentro de un mall (a reventar de prestigiosas marcas), merodear en un impresionante museo, palomear el restaurante recomendado por la guía y, durante esta semana, recorrer la vertiginosa y adictiva Frieze, franquicia de una de las ferias de arte contemporáneo más atractivas del mundo. En su segunda edición nos da la oportunidad de analizar cómo los mercados se han unificado para ofrecer ciertas mercancías, ya sea a muy alto costo por su calidad artística o bien, obras que cumplen con satisfacer de manera inmediata, incluso de una calidad cuestionable. Ambas tienen en común el que responden a la necesidad de ser consumidas.

Creada por la revista del mismo nombre en Regent´s Park, Londres, la edición europea de Frieze es uno de los ya tradicionales encuentros para galeristas, coleccionistas, especialistas y público en general. La de Los Ángeles camina en la misma dirección. Encontraremos una oferta enorme de actividades culturales, una vez más la ciudad de los múltiples rostros será el sitio en el que, a pesar del tráfico, el clima lluvioso de estas fechas, las distancias, ofrecerá un reto al visitante: colmar la oferta de arte que ofrece.

Cuando David Weiss, media naranja artística de Peter Fischli (Fischli&Weiss), llegó a la ciudad de Los Ángeles, lo primero que lo impresionó fue la imagen del gran boulevard que se desplegaba hacia los estudios de cine. Frente a él la Paramount Pictures, cuyo emblema había visto en las películas clásicas como Lo que el viento se llevó o Casablanca, lucía como un viejo neón desgastado y pasado de moda. Sin embargo, era la meca de la industria cinematográfica, uno de los centros de glamour y poder más potentes del mundo. De inmediato invitó a su amigo para que lo alcanzara en California. Peter se encontraba en aquellas épocas estudiando a los maestros del Renacimiento en Italia. Juntos exploraron este universo del celuloide y quedaron fascinados; muchas obras de Fischli &Weiss son un homenaje al abandono de los objetos que habitan en las bodegas y almacenes de los estudios. Ambos se dedicaron a horadar en los back stages, donde coexistían los detritos de las grandes producciones esperando a ser reciclados o a quedar como escombros para siempre. Lo que contaba para Fischli&Weiss era el poder oculto de cada objeto, su “en sí”, como diría el filósofo alemán Martin Heiddeger, la energía y el valor que podía adquirir lo fútil, lo banal, lo que ya no tiene utilidad aparente pero que en el pasado fue engranaje de una película que alguna vez nos llegó a emocionar.

Metáfora de un mundo artificial que carece de contenido, de un ansia de consumo, de un laberinto de aspiraciones que se construyen y destruyen todos los días. Esta idea que fue motivo de homenaje para dos grandes artistas, parece ser una constante en la ciudad de Los Ángeles. En cada calle, en los viejos locales cerrados por quiebra que marcan el fracaso y la decadencia de un sistema de consumo, al lado de las fantásticas vitrinas en las que se acumulan millones de dólares, en una obra de arte contemporáneo o en autos, vestidos, bolsas y zapatos.

Eso es Hollywood y eso es Los Ángeles, un incalculable archivo que todos los días se engrosa con nuevas experiencias, sueños, ruinas, metas no cumplidas, talento, ambiciones dispuestas a cualquier cosa para lograrse y, desde luego, frustración. Grandes artistas además de Fischli&Weiss han hablado de esta ambigüedad: Christopher Wool, Mark Bradford, Glenn Ligon, Ed Ruscha, Doug Aitken. Todos con una mezcla de pop y amargura, han creado ventanas por donde se mira la desesperanza de una ciudad en la que a cada instante se lucha por rebasar el día, en la que las mezclas étnicas compuestas por las minorías exasperadas claman por ser atendidas. Wool lo manifiesta con capas y capas sobre el lienzo que van desvelando la realidad construida por el dolor. Los terrenos baldíos de esos peligrosos barrios con sus pintas y protestas en los que incluso la policía teme circular. Sus fotos en blanco y negro cargadas de una atmósfera de violencia tácita son un homenaje a ese otro LA, el que no queremos mirar.

Mark Bradford, artista nacido en la periferia de Los Ángeles, en uno de esos sitios de los que hay tantos, en los que miles de personas viven en condiciones de supervivencia. Afroamericano, homosexual, su arte abreva de la relación que establece con los materiales de uso cotidiano en un salón de belleza, espacio en el que desde pequeño convivió con su madre, una peluquera de color que debía servir a una sociedad de mujeres blancas y adineradas. La obra de Bradford es una evocación a la sexualidad, a la violencia y un desafío a la indiferencia.

Glenn Ligon es el artista que acumula en cada una de sus obras los discursos del poeta y gran orador James Baldwin en contra del racismo y nos hace pensar en esa parte sombría, velada, silenciada. En su obra los mártires gritan en escrituras borroneadas, nos obligan a escucharlos y en la lectura les devolvemos su voz. Ed Ruscha, el artista que hereda la ironía del pop para describir esa otra geografía angelina, la de la injusticia, la de la diferencia. En imágenes de horizontes, dinero, gasolineras, mapas, crea espacios que nos hablan de esa vida de todos los días en la que no nos detenemos a pensar, cada sitio es un pequeño olvido que Ruscha rescata para hacerlos nuestros. Su obra es una mezcla del amor y odio que el artista profesa a su ciudad. Y finalmente Doug Aitken, capaz de hacer caminar a los zombis de la ciudad, solos, anónimos, son trozos de la ciudad que no podrían más que ser parte de esta realidad. El video arte de Atkien es un reconocimiento a esos seres agazapados que atisban en la noche y que se ocultan a nuestro paso por temor a ser violentados. A pesar de la mirada perturbadora que tienen en común estos artistas, sus obras alcanzan precios estratosféricos reflejo de su aprecio por los coleccionistas que los valoran como una inversión atractiva.

Una feria del arte de gran calado, como lo es Frieze, en la meca del mundo del espectáculo produce un fenómeno singular. Una élite de personajes, coleccionistas, especialistas y artistas de gran nombre, el glamour y las luminarias en esta ocasión también serán una exhibición del poder del dinero y la belleza fabricada a punta de botox; pero también los que aspiran al polvo de estrellas, el público ávido de acercarse a las celebridades y que difícilmente diferenciará la alfombra roja de una entrega de premios, sean de cine o de arte contemporáneo. Pensando en Andy Warhol, no importa el nivel social o económico, el mundo capitalista ha sucumbido al poder de la Coca Cola.

Frieze es una feria que abraza el nuevo concepto de espacios de consumo masivo (a diferencia de las ferias de arte especializadas y orientadas a una comunidad profesional). Miles de visitantes se acercarán a consumir el fenómeno, aunque sea de manera testimonial: una selfi, un imán para el refrigerador, aunque sea una bolsa de lona con el logo de Frieze y su imán para el refrigerador.

www.susancrowley.com.mx
@suscrowley

Susan Crowley
Nació en México el 5 de marzo de 1965 y estudió Historia del Arte con especialidad en Arte Ruso, Medieval y Contemporáneo. Ha coordinado y curado exposiciones de arte y es investigadora independiente. Ha asesorado y catalogado colecciones privadas de arte contemporáneo y emergente y es conferencista y profesora de grupos privados y universitarios. Ha publicado diversos ensayos y de crítica en diversas publicaciones especializadas. Conductora del programa Gabinete en TV UNAM de 2014 a 2016.

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