Alejandro Calvillo
12/02/2019 - 12:03 am
Las puertas giratorias mexicanas
Durante la administración de EPN la política contra el consumo de estos productos, del alcohol, la comida chatarra y las bebidas azucaradas, no existió o se convirtió en una gran simulación. Cada año, Cofepris, siguiendo la estrategia de la industria del tabaco, salió a decir que el mercado ilegal de cigarrillos era muy alto. Ese era el principal argumento para impedir que el impuesto subiera ya que la industria señalaba que el impuesto estaba provocando un gran mercado negro de cigarros. La evidencia mostró que no era así, pero Cofepris ocultó esa información, había que servir a la industria tabacalera.
Las puertas giratorias entre instituciones del Gobierno y las grandes corporaciones han sido una práctica intensa en nuestro país para capturar la política pública y ponerla al servicio de los intereses económicos, especialmente, en los últimos sexenios. No sólo se trata de la contratación de ex funcionarios por parte de las grandes corporaciones para obtener sus conocimientos y sus relaciones al interior del Gobierno y con ello garantizar sus negocios e incrementar sus ganancias. Se trata de premiar a los funcionarios públicos que en su labor dentro del Gobierno han servido a sus intereses. Los funcionarios dejan su cargo en el Gobierno para pasar a ser asalariados estas empresas. Este tipo de funcionarios no sólo buscan beneficios más allá de su salario, aseguran más beneficios al dejar de ser funcionarios públicos y continuar trabajando al servicio de estas empresas, aunque ahora como cabilderos directos o indirectos.
Las puertas giratorias son más intensas cuando los gobiernos son más corruptos. Y esto ocurre porque no existen instrumentos para evitar el conflicto de interés, para evitar la interferencia de los intereses económicos en la política pública. Esto es lo que vemos en el sector energético, ex funcionarios invitados a los consejos de las grandes empresas porque sirvieron a sus intereses como funcionarios públicos. Lo mismo hemos visto en el caso de salud, funcionarios que desde la función pública han servido a los intereses de la industria farmacéutica, de alimentos, del tabaco, del alcohol, etcétera, en perjuicio de la salud y el erario público. En los próximos meses, veremos cómo diversos funcionarios de la administración de EPN pasarán a servir a las grandes corporaciones, a las cuales sirvieron desde dentro.
Las grandes corporaciones tienen una estrategia muy bien definida para evitar que las políticas públicas de salud puedan afectar sus intereses. Este es el caso, en especial, de la industria del tabaco, el alcohol y de la comida chatarra y las bebidas azucaradas, cuyo consumo genera daños a la salud de la población. No nos extrañará ver a exfuncionarios de Secretaría de Salud y Cofepris brindar sus servicios a estas empresas, como lo estuvieron haciendo desde el interior del Gobierno.
Durante la administración de EPN la política contra el consumo de estos productos, del alcohol, la comida chatarra y las bebidas azucaradas, no existió o se convirtió en una gran simulación. Cada año, Cofepris, siguiendo la estrategia de la industria del tabaco, salió a decir que el mercado ilegal de cigarrillos era muy alto. Ese era el principal argumento para impedir que el impuesto subiera ya que la industria señalaba que el impuesto estaba provocando un gran mercado negro de cigarros. La evidencia mostró que no era así, pero Cofepris ocultó esa información, había que servir a la industria tabacalera.
Por otro lado, a pesar que los datos han mostrado un incremento en el consumo de alcohol, especialmente entre los menores de edad y, de manera más intensa, entre las niñas, las autoridades de salud han mantenido al país sin un Plan Nacional sobre Consumo de Alcohol. Detrás ha estado la industria del alcohol que tiene amplio margen para actuar y promover el consumo entre los jóvenes. La industria del alcohol ha tenido una gran penetración en el Gobierno. Desde Salinas de Gortari, el más destacado empresario de esta industria fungió como asesor del Presidente y, más tarde, uno de sus hijos, con Felipe Calderón, se convirtió en Secretario de Salud. Ahí se mantienen los cabilderos de la industria del tabaco y el alcohol, que son los mismos de la comida chatarra y las bebidas azucaradas, varios de ellos exfuncionarios públicos, ex legisladores, parientes de líderes políticos, etcétera.
Las políticas de salud pública para reducir el consumo de alcohol, del tabaco, de la comida chatarra y las bebidas azucaradas, muestran resultados exitosos en muy diversos países, en México no. Como me lo explicaba un experto internacional, se trata de cerrar la llave. Mientras no se baje el consumo, aumentaran los daños a la salud y el sistema de salud pública se verá rebasado. Debe recordarse que el consumo de estos productos son la principal causa de enfermedades no transmisibles y que éstas son la principal causa de enfermedad y muerte en el país.
Rusia ha bajado el consumo de alcohol de manera muy importante, como lo han hecho otras naciones del norte de Europa, a través de medidas regulatorias. Lo mismo ha ocurrido con el tabaco, aunque ahora esta industria pretende saltarse las trancas con los cigarrillos electrónicos, aumentando el consumo de este producto entre los jóvenes que en un alto porcentaje no habían entrado a esta adicción a la nicotina. También las regulaciones a las bebidas azucaradas y la comida chatarra comienzan a tener buenos resultados al bajar su consumo y empujar a la reformulación de los productos, como en Chile.
Las puertas giratorias son una más de las estrategias de la industria para capturar la política pública. En su reciente libro Unsavory Truth, Marion Nestle, la nutricionista más reconocida en los Estados Unidos, señala la estrategia que ha seguido la industria farmacéutica, la del alcohol y la del tabaco y como ésta es la misma que ha seguido las industria que comercializan productos cuyo consumo generan un daño, ya sea al ambiente o la salud.
De acuerdo a Marion la estrategia de estas empresas se centra en:
-Generar duda en la ciencia. Si existe evidencia científica del daño del producto, las industria busca generar duda sobre esa evidencia.
-Patrocinar investigaciones para obtener resultados deseados. La industria paga a científicos e instituciones investigaciones a modo para defender sus intereses.
-Ofrecer regalos y acuerdos de asesoría. Los cabilderos de la industria invitan a comer, pagan viajes, ofrecen regalos, proporcionan patrocinios y contratos de asesoría.
-Uso de grupos de presión. Financian organizaciones civiles para defender sus puntos de vista.
-Promover la autoregulación. Ante la amenaza de una política pública que afecte sus intereses, la industria promueve la autorregulación. Autorregulaciones que demuestran no ser más que simulaciones.
-Promover la responsabilidad individual como el aspecto fundamental del problema. La industria pone la responsabilidad en el consumidor. Argumenta que tiene la responsabilidad de sus elecciones. Por lo tanto, no influye la publicidad, ni la falta de información sobre los daños, ni la absoluta disponibilidad del producto, ni su precio más accesible que las opciones saludables.
Usar el litigio contra las regulaciones no favorables. La industria destina enormes recursos para contratar el servicio de los mejores despachos de abogados con el fin de combatir las regulaciones y acciones legales en contra.
Tomemos el ejemplo de las bebidas azucaradas. Generar duda en la ciencia: la industria señala que no hay alimentos buenos o malos, las bebidas azucaradas no causan obesidad ni diabetes, el problema es la falta de actividad física. Patrocinar investigaciones para obtener resultados deseados: decenas de investigaciones patrocinadas por esta industria no encuentran relación entre bebidas azucaradas y obesidad, las que no están patrocinadas por esta industria encuentran una relación clara entre el consumo de estas bebidas con la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.
Ofrecer regalos y acuerdos de asesoría: de lo que nos enteramos, Coca Cola regalando refrigeradores Vintage con los colores y el logo de la empresa a líderes de opinión y funcionarios, estableciendo contratos con agencias de relaciones públicas establecidas por exfuncionarios públicos. Uso de grupos de presión: cuando se discutía el impuesto a las bebidas azucaradas, la refresquera usó a diversas organizaciones que patrocinaba para oponerse a esta medida, asociaciones de pequeños comerciantes, de diabetes, promotoras de la actividad física, así como a columnistas que llegaron hasta ataques personales a quienes promovimos esta medida.
Promover la autoregulación: durante años la industria de bebidas azucaradas y comida chatarra se opuso a la regulación de la publicidad dirigida a los niños, anunció una autorregulación que, obviamente, no limitó en nada su publicidad, después diseñó la regulación impuesta por el Gobierno haciéndola una simulación. Promover la responsabilidad individual como el aspecto fundamental del problema: la industria propaga a visión de que el problema son las elecciones individuales, una ex Secretaria de Educación Pública declaró que no sacaría la comida chatarra de las escuelas, que enseñaría a los niños a realizar elecciones saludables, el problema eran las malas elecciones que realizaban los niños.
Usar el litigio contra las regulaciones no favorables: un juez sentenció que el etiquetado frontal impuesto por Cofepris en contubernio con la industria, para supuestamente combatir la obesidad, violaba el derecho a la información porque no era entendible, violaba el derecho a la salud porque además de no informar llevaba al consumo de altas cantidades de azúcar, y violaba el interés superior de la infancia. Cofepris se puso del lado de la industria e impugnó la sentencia y cuando este caso llegó a la Suprema Corte, Cofepris, al lado de un ejército de abogados y cabilderos de la industria, invadió la Corte para evitar que los ministros reiteraran la sentencia.
La industria farmacéutica con vacunas no recomendadas aprobadas en México; la de plaguicidas con compuestos altamente tóxicos prohibidos en Europa y autorizados en México; la del tabaco con impuestos bajos, imágenes débiles y falta de regulaciones; la del alcohol con profunda libertad de comercialización y falta de información a los jóvenes, la de cosméticos con compuestos prohibidos en otras naciones, la de la carne con el clembuterol, la de alimentos y bebidas azucaradas con etiquetados incomprensibles y peligrosos, entre otras, se vieron favorecidas por una autoridad que protegió sus intereses económicos, en detrimento de la salud pública. Esta situación se agudizó durante la pasada administración a extremos inimaginables.
Y detrás y al frente de este proceso están las puertas giratorias, girando y girando por la falta de regulación para enfrentarlas.
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