RESEÑA | Sed Jaguar, de Antonio Calera-Grobet

12/01/2019 - 12:03 am

Sed Jaguar (bonobos, 2018), de Antonio Calera-Grobet (México, 1974), que bien podría ser un Libro de Artista el cual, de entrada, nos presenta una disyuntiva: por un lado es un libro de poemas en prosa ilustrado con imágenes del artista plástico oriundo de Oaxaca, Demián Flores, pero por otro, parecería un libro de Ilustraciones adoquinado con textos poéticos que explican las imágenes.

Ni pena ni miedo

Raúl Zurita

Ciudad de México, 12 de enero (SinEmbargo).- José Emilio Antón (Burgos, 1947), artista visual y autor de El libro de los libros de artista, encuentra cuatro dilemas para explicar a qué se denomina Libro de Artista: 1) El formato y el soporte, 2) la denominación de los Libros de Artista, 3) las diferencias del Libro de Artista con el libro ilustrado y 4) la relación de los Libros de Artista y los libros de bibliofilia, no obstante, grosso modo, lo define “como un soporte más, como un lienzo para el pintor o como la piedra o el bronce para el escultor, pero sus especiales características hacen de él un medio con unas posibilidades mucho más amplias: el juego con el tiempo, al poder pasar sus páginas, retroceder, desplegarlas y leer un discurso plástico en secuencias espacio-temporales; la posibilidad de unión entre la pintura y escultura, la poesía experimental, las artes aplicadas, el libro de edición normal [que] proporcionan un sentido lúdico y participativo a la obra, ya que el libro de artista se puede ver, tocar, oler, hojear, manipular y sentir”.

Sirva esta definición para presentar Sed Jaguar (bonobos, 2018), de Antonio Calera-Grobet (México, 1974), que bien podría ser un Libro de Artista el cual, de entrada, nos presenta una disyuntiva: por un lado es un libro de poemas en prosa ilustrado con imágenes del artista plástico oriundo de Oaxaca, Demián Flores, pero por otro, parecería un libro de Ilustraciones adoquinado con textos poéticos que explican las imágenes. Ying y yang. Luna y sol. Presente y pasado. Elementos que se complementan y alimentan. Sed imagen. Sed palabra. Sed Jaguar.

Es un libro que mide 16.5 x 20.5 centímetros, pareciera una suerte de oráculo al que podemos transportar a todos lados y consultar —al azar— cualquiera de sus páginas para que nos revele el designio de nuestro ahora. De nuestro futuro. Un poemario que se “gestó” un 15 de septiembre “entre los estertores del gobierno más corrupto, ladrón y asesino”, el cual conmina a que la poesía mane de ese tiempo oscuro que nos fue arrebatado por la fuerza y pronto vea luz en el canto de nuestros “niños jaguares”. Sed Jaguar es un libro debidamente cuidado por la editorial bonobos y presentado cálidamente por dos grandes: Eduardo Milán y Luis Felipe Fabre.

Calera no sólo es promotor cultural, poeta, narrador, crítico de arte, periodista y chef, lleva en sus entrañas de toro la pasión por la pintura que en algún momento intentó profesionalizar, sin embargo, los causes de ese río lo llevaron por otros lares y helo aquí, trazando pinceladas con lo rico de su lenguaje. Pero un jaguar no olvida cómo cazar, tiene instinto y de cuando en cuando pinta, en La Hostería La Bota (su hogar), el lector-visitante puede admirar algunas piezas realizadas por él en sus ratos de inspiración que forman parte del folklore del lugar.

Un cintillo hecho por el gran poeta chileno Raúl Zurita. Foto: Bonobos

Sed Jaguar es poesía de principio a fin, se superpone a las normas tradicionales e incita a “actuar”. Sed Jaguar es acción. Movimiento. Guerra. Escritura. 50 poemas visuales. 50 poemas en prosa. 100 posibilidades de amotinarse. Antonio y Demián. Flores y Calera toman por asalto al lector dormido y lo invitan a despertar, mirar y hacer. Esa es la palabra: hacer en el siglo xxi donde mucho se pregona y poco de realiza. Mucho ruido y pocas nueces reza un adagio del dominio popular.

Sed Jaguar es una invitación al carpe diem como ocurre en el poema “Carta de epicúreos contra necios” donde el yo poético dice: “si te sientes viejo emborráchate y atragántate con tus amigos, filosofa y desnúdate con tu ser amado, filosofa hasta que el alba haya abierto y el gallo asomado: así crearás tu  formol, tu nueva pija o válvula de carreras, tus larguísimos cohetes”. Invita a permitirnos aquello que la costumbre nos ha llevado a evitar, a revalorarnos sin prejuicio cuando caigamos en la cuenta de que el tiempo ha seguido su marcha a pesar de nosotros (seres egoístas). Nunca es tarde para redireccionar los pasos. Pero en filosofar no parará el entramado, debemos hacer. Toda acción nos llevará a autodescubrirnos sin importar cuán jóvenes seamos. Ahora bien, hay otro par inseparable para el poeta: el pan y el vino. Baco presente en la celebración. La comida y la bebida son intrínsecos porque hermanan en el momento de compartir(se) entre comensales. Tan inseparables, quizá, como la experiencia y la escritura. ¿Qué haces con lo que vives? ¿Dónde depositas esos momentos inolvidables? Para Calera los momentos deben convertirse en tinta, en planas y planas expulsadas, vaciadas al papel sin deberle nada a nadie: “en todo caso tinta y planas de lecturas”. “No hay que fiarnos de la memoria sensible en esto de vislumbrar cometas”, hacerlo sería perder “la escritura y perder la escritura es perder el libro. Perder el libro es perder el relato y perderlo es perder el espejo, desconocernos a nosotros mismos”. Para el poeta, entonces, es imperante exhortarnos a mirar(nos) en la poesía, porque, como Octavio Paz explicó, “El poeta lo crea; el pueblo, al recitarlo, lo recrea” y, por lo tanto, encontramos algo que estábamos buscando y únicamente brota al ver la luz durante su lectura.

Mire a su alrededor, lector, ¿encuentra en él algo que le revele poesía, encuentra las palabras para describirlo, encuentra la imagen para plasmarla? Imagine entonces que “Afuera de casa encontré un gorrión muerto y una burbuja de sangre seca en los hoyuelos de su pico”, con ello “la bella imagen de batir sus alas, verlo revolotear frente a las ventanas” ha quedado cercenada por la cotidianidad que nos abruma, nos consume, nos aplasta y no(s) hacemos nada. Eso es lo que encontraremos en esta suerte de poemas barrocos que hemos de cincelar hasta el tuétano y mirar que provienen de lo cotidiano.

Antonio Calera-Grobet escribe poesía, piensa poesía y vive poesía. Sed Jaguar — dice Luis Felipe Fabre en la cuarta de forros— son “poemas que desbordan el yo, que exceden el verso, y que no se resignan a permanecer sitiados en la epidermis de mí, en su cálida de poesía mónada, porque saben que yo es otro”. No obstante, Milán (que va más lejos como viejo lobo de mar), sentencia: “si sed jaguar quiere decir aprovechar con inmensa sed de decir lo ya escrito, Antonio Calera Grobet tiene clara su intención de escritura, lo cual es más que un mérito: es un acto de honestidad escritural”.

Sirva de pretexto este ars poética para salir de nuestra postración, dejar de imaginar batallas de teclado y “con/su/mar” lo que haya que hacer para cambiar, no el mundo, sino nuestro mundo como individuos para un bien social.

 

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