La Iglesia encubrió durante casi 70 años los abusos del fundador de la neoconservadora Legión de Cristo, como ha admitido el cardenal João Braz de Aviz.
La primera denuncia llegó a Roma en 1946 desde España. El Papa Juan Pablo II lo protegió y fue Ratzinger quien lo mandó al exilio por los abusos sistemáticos a menores, sus varias mujeres y su media docena de hijos. "Todos en el Vaticano lo sabían, y nadie hizo nada", asegura el octogenario y exlegionario Félix Alarcón, una de las primeras víctimas del depredador Maciel.
Madrid, 3 de enero (ElDiario.es/SinEmbargo).- Durante años campó a sus anchas por los pasillos vaticanos. Era el ejemplo de fundador de nuevo movimiento: un hombre íntegro, adulador, con capacidad de liderazgo. Juan Pablo II lo consideró "guía eficaz de la juventud". Pero, durante décadas, muchos en la Iglesia sabían que en realidad Marcial Maciel (1920-2008), fundador mexicano de la Legión de Cristo y afincado durante años en España, era un depredador. "Llevamos 70 años encubriendo, y esto ha sido un tremendo error", ha apuntado el cardenal João Braz de Aviz en una entrevista en la revista católica Vida Nueva recogida por El País.
La Santa Sede había recibido las primeras denuncias de abusos contra Marcial Maciel en 1948, pero no hizo nada hasta que, en 2006, el Papa Benedicto XVI condenaba al fundador de los Legionarios de Cristo a una vida de oración y silencio, apartado del mundo, al comprobar que había abusado sistemáticamente de menores y que, además, mantenía una doble vida, con varias mujeres y hasta media docena de hijos.
Nadie hizo nada por frenar a Maciel, que contaba con el total apoyo de Wojtyla (Juan Pablo II), hasta el punto de que el Papa hizo caso omiso a las denuncias que, desde 1988, lanzaron algunos de los primeros integrantes de la Legión de Cristo. Entre ellos, el sacerdote Félix Alarcón: "Todos en el Vaticano lo sabían, y nadie hizo nada", asegura este octogenario, una de las primeras víctimas del depredador Maciel.
Pero las primeras denuncias llegaron en diciembre de 1944, en una carta al obispo de Cuernavaca, en la que el joven Luis de la Isla y sus padres denunciaban abusos de Maciel, pero ni actuó en consecuencia ni envió informes al Vaticano.
La primera vez en que las denuncias llegaron a Roma fue desde España. Dos jesuitas de Comillas enviaron en 1948 sendos informes a la entonces llamada Sagrada Congregación de Religiosos. En 1954, apuntan los documentos, fue el Arzobispado de México quien pidió informes sobre el fundador al legionario Federico Domínguez, quien habló por primera vez de la adicción a la dolantina (un opiáceo) de Maciel. El informe llegó hasta el Vaticano.
Dos años después, el arzobispo de México y el nuevo obispo de Cuernavaca denunciaron por pederastia y adicción a las drogas a Maciel, pidiendo su suspensión temporal. Durante algunos años (al final del pontificado de Pío XII y el de Juan XXIII) Maciel fue apartado temporalmente de la dirección del instituto.
ABUSOS, DROGAS Y DINERO
Los documentos muestran que la Santa Sede estaba enterada del abuso de drogas por parte de Maciel, de sus abusos sexuales y las irregularidades financieras desde 1956, cuando ordenó una investigación inicial. Sin embargo, durante décadas y gracias a la habilidad de Maciel de mantener silenciados a sus propios sacerdotes, su habilidad para colocar a legionarios confiables en puestos clave en el Vaticano y su cuidadoso cultivo de relaciones con los cardenales vaticanos, obispos mexicanos y católicos poderosos y acaudalados, Roma prefirió mirar hacia otro lado.
Hasta 1976 no se produjo una nueva denuncia, cuando dos exlegionarios lo hicieron en Estados Unidos, enviando copia de la demanda a Roma. Finalmente, en febrero de 1997, un grupo de ocho exlegionarios –entre ellos Félix Alarcón y Juan José Vaca– lograron que la denuncia contra Maciel alcanzara los medios de comunicación internacionales.
De todos modos, Juan Pablo II ordenó bloquear el asunto en Doctrina de la Fe en 1999. También se permitió entonces que Maciel construyera su entramado empresarial para evadir impuestos entre los años 1990 y 1992, cuando todavía gozaba de la protección del Vaticano. Según publicó El Confidencial en su investigación de los Papeles de Panamá, el negocio de las universidades vinculadas a la congregación religiosa con más de 300 millones de patrimonio, se administró desde territorios opacos.
Entre 2002 y 2005, el entonces prefecto (y futuro Benedicto XVI), Joseph Ratzinger, trabajó privadamente en un grueso informe con todas las denuncias recibidas y, en 2006 (ya siendo Pontífice), suspendió definitivamente a Maciel.
Muerto el depredador, no se acabó la enfermedad, sino que continuó emergiendo con más fuerza. Y es que la Legión de Cristo, uno de los movimientos más importantes de la Iglesia neoconservadora, tuvo que comenzar en 2010 un proceso de purificación que acabó, hace pocos años, con la reestructuración completa de la rama sacerdotal, la laica (el Regnum Christi) y las consagradas.
EL IMPERIO FINANCIERO QUE COMPRA INFLUENCIA
La refundación eliminó toda referencia a Marcial Maciel y a sus escritos. Solo aparece como fundador, pero ninguna de las normas que aplicó durante sus sesenta años al mando de la organización se mantienen. Pese a esa reinvención, la Casa General de Roma de los Legionarios ha acogido al pederasta John O'Reilly, expulsado hace dos semanas de Chile tras cumplir una condena de cuatro años de prisión por abusar de menores.
Hoy, la Legión de Cristo sigue siendo un 'ejército' a la orden de la Iglesia neoconservadora. La forman 21.300 miembros seglares, 526 consagradas, 63 laicos consagrados y 1.537 legionarios de Cristo (sacerdotes). La Legión mantiene 154 colegios, 5 academias internacionales, 14 universidades civiles y cuatro eclesiásticas, donde se forman 176.000 alumnos en todo el mundo.
En nuestro país, los legionarios gestionan el santuario de Nuestra Señora de Sonsoles en Ávila, y el famoso seminario de Ontaneda (Cantabria), donde se produjeron algunos de los primeros abusos de Maciel, y Moncada (Valencia). La Universidad Francisco de Vitoria, colegios como Everest y Cumbres o los Highlands son otros de los centros educativos de la Legión que, lejos de desaparecer, se ha reinventado en mitad de un pontificado aparentemente progresista como el de Francisco.
Según la investigación El imperio financiero de los Legionarios de Cristo (Grijalbo), del periodista mexicano Raúl Olmos, su supervivencia se explica porque la congregación es muy influyente y también es fundamental en la parte económico-financiera: "Tiene más liquidez que el propio Vaticano", hasta el punto de que "financian parte de la actividad de la Santa Sede", relata. No en vano "en México se les conoce como 'Los millonarios de Cristo".