Javier Murillo
12/12/2018 - 12:00 am
El dilema del reconocimiento facial
Vivimos en una época en la que todos aquellos que contamos con un smartphone somos sistemáticamente rastreados por aplicaciones digitales instaladas en nuestros dispositivos celulares.Vivimos en una época en la que todos aquellos que contamos con un smartphone somos sistemáticamente rastreados por aplicaciones digitales instaladas en nuestros dispositivos celulares.
Vivimos en una época en la que todos aquellos que contamos con un smartphone somos sistemáticamente rastreados por aplicaciones digitales instaladas en nuestros dispositivos celulares.
¿Han intentado desactivar todos los rastreadores de su teléfono? Esto es permanecer fuera de la red, como dicen los gringos “off the grid”.
Es prácticamente imposible, no sólo porque en algunos casos no existe la opción de apagar el rastreo, en más ocasiones dichas propiedades se encuentran escondidas debajo de múltiples clics y sólo en contadas ocasiones, se encuentran indicados y disponibles para inhibir tal persecución digital. Y cuando hay algunos héroes que lo han logrado, las principales aplicaciones, como buscadores y redes sociales, se vuelven inevitablemente inservibles.
Pero cuando creíamos que este ya era un alto nivel de acoso llegó el reconocimiento facial. ¿Qué tiene que ver el reconocimiento facial con el acoso?, pensará. Según el portal de análisis de búsquedas de Google (Trends), la tendencia de búsquedas relacionadas con las cámaras de seguridad ha aumentado exponencialmente. Lo que pasa es que ya estamos tan acostumbrados a verlas en todos lados, que ya no prestamos atención a su presencia, pero son una plaga. Big brother ya nos está viendo.
Una de las cuestiones que son positivas para la protección de la intimidad es que esas cámaras son privadas, sin embargo cada vez más han sido clave para solucionar investigaciones, sobre todo relacionadas con delitos. Por ahora se requiere de la buena voluntad de los dueños de las cámaras o en su defecto de una orden judicial, para acceder al contenido de las mismas, aunque parece que la tecnología va en otro sentido.
La mayor parte de las cámaras que se han venido instalando en los últimos años ya tienen la capacidad de conectarse a Internet. Entre cámaras de: teléfonos inteligentes, computadoras, diversión, electrodomésticos, aparatos electrónicos, asistentes personales, documentación, seguridad privada y seguridad pública. Ya tenemos cubierta una buena parte del planeta habitado.
Este fenómeno hará cada vez más difícil mantenerse “off the grid”, porque una cosa es apagar los sistemas de rastreo, -que son digitales- pero otra muy diferente es mantenerse lejos de todas esas cámaras que están grabando constantemente. A menos que alguno de ustedes cuente con la capa de invisibilidad de Harry Potter, seremos perpetuamente observados, más que ahora.
En varias ocasiones he escrito sobre los riesgos y oportunidades que representa la tecnología china que implementó el gobierno para evaluar el comportamiento de sus ciudadanos, usando reconocimiento facial. Pues es algo parecido sólo que a niveles superlativos. ¿Qué pasaría si el gobierno se reservara la posibilidad de observar cualquier cámara? Ya sabe, todo en aras de “la seguridad”. Entonces ninguno estaríamos a salvo (paradójicamente) de ser observados. En el futuro cercano será inevitable que individuos o agentes avanzados con Inteligencia Artificial nos estén observando (casi) todo el tiempo.
Más nos vale que cualquiera que sea nuestro observador en este mundo Orwelliano, tenga la capacidad de reconocernos con la precisión necesaria para no confundirnos con un hábil y conspicuo ladrón internacional de joyas (chiste local de la Generación X). Y si nos reconoce exitosamente, también sería bueno que los algoritmos inteligentes que le fueron programados, no nos discriminen por alguna de nuestras características o comportamientos.
Este es uno de esos casos donde se nubla la prioridad, ¿qué es más importante? el hecho de que ya no tendremos vida privada, o el hecho de que podamos ser confundidos o discriminados. Ante los desafortunados eventos sucedidos hasta ahora con los grandes fabricantes de tecnología, sólo espero que surjan otras empresas con una ética no tan basada en lo económico como Google o Facebook para dominar esta tecnología.
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