“Esto no es religión. Es un mandato político”, dice el escritor e historiador mexicano sobre López Obrador. “¿Usted propone el Tren Maya? ¡Hágalo! ¿Usted propone cancelar el aeropuerto? ¡Cancélelo! ¿Usted propone expropiar el Banco de México? ¡Quédeselo! Eso sería desastroso para México, pero si este hombre [López Obrador] lo hace y las consecuencias son negativas, entonces un nuevo voto, al cabo de los seis años, lo castigará o lo premiará si las consecuencias son positivas”.
Con Enrique Peña Nieto es demoledor: “Para mí el sexenio terminó en el 2014, cuando se supo el tema de la ‘casa blanca’...”
Guadalajara, 26 de noviembre (SinEmbargo).– El de Enrique Peña Nieto “fue un sexenio de una vastísima decepción”, dice Enrique Krauze. “Sobre todo una decepción moral. Para mí el sexenio terminó en el 2014, cuando se supo el tema de la ‘casa blanca’. En ese momento comprendí que el sexenio terminaba [...]. Peña Nieto debió cuidar con mucho esmero esa segunda oportunidad, era mucho más importante que sus reformas energética, de educación. Lo más importante era cuidar la rectitud de su gobierno. Allí comenzó el triunfo de Andrés Manuel López Obrador...”
Krauze presenta el libro El pueblo soy yo (Debate) en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. Es un trabajo del que ya se dio cuenta aquí, anteriormente. Pero cobra una nueva vida luego del triunfo de Andrés Manuel López Obrador y a sólo unos días de que el político tabasqueño asuma la Presidencia de México.
“Este libro es un pequeño viaje histórico, un testimonio personal, una acumulación de lo visto, oído, leído, conversado y aprendido sobre el poder personal absoluto. Y es también una argumentación crítica contra quienes, en nuestro tiempo, sienten encarnar cuatro palabras que, juntas, deberían ser impronunciables: el pueblo soy yo”, dice en su libro Enrique Krauze, quien en enero cumplirá 20 años al frente de Letras libres.
Krauze dice que la política no es la religión y que Andrés Manuel confunde el voto mayoritario del pueblo con algo que es “místico”.
***
–La democracia ahora ha cobrado un nuevo paso, ¿cómo ve el libro El pueblo soy yo?
–Bueno, desde el primer minuto cuando se supieron los resultados en julio 1, salí en medios diciendo que se trataba de un triunfo de la democracia. La democracia significa muchas cosas, pero ante todo significa quién quiere la mayoría que gobierne. Las elecciones de aquel día fueron multitudinarias, el mandato es muy claro, no hubo ninguna duda; participó un sector amplísimo de la población, de modo que fue un triunfo de la democracia. Ahora bien, de la democracia sin adjetivos, de aquel ensayo que escribí hace 35 años, he pensado que la democracia debe ser el triunfo de la mayoría con respeto a la minoría, una democracia en donde haya pluralidad de partidos, una vida parlamentaria en la que haya división de poderes y sobre todo donde haya plena libertad de expresión. Si el 99 por ciento gana una elección, no puede suprimir ni acosar al 1 por ciento. Yo saludo el triunfo de la democracia del primero de julio, pero desde siempre y por supuesto en mi libro El pueblo soy yo, creo que la democracia necesita otro tipo de elementos para que haya un auténtico progreso político, no sólo económico y social. Si no hay una concordia política las cosas se pueden descomponer mucho.
–¿Usted habla de la “fragilidad de la democracia”, como habló el reciente coloquio de la FIL? ¿De gobiernos que suben con muchos votos pero que ponen en peligro la democracia?
–No estuve presente. Lo que creo es en la tesis fundamental de mi libro, El pueblo soy yo. Una cosa es el mandato dado por el porcentaje mayoritario a una persona para que lleve a cabo un programa y la otra es que esa persona crea que encarne al pueblo. El segundo concepto es muy antiguo, creo que tiene raíz en Santo Tomás, en los escolásticos españoles; y es una especie de transferencia mística que el pueblo le da al gobernante, que hace que el gobernante diga: ‘yo ya no soy yo, soy el pueblo’. Eso es lo que yo llamo populismo. El mandato que le da el 53 por ciento es mayoritario, pero aunque fuera el 99 por ciento no es un mandato místico. Esto no es religión. Es un mandato político. ¿Usted propone el Tren Maya? ¡Hágalo! ¿Usted propone cancelar el aeropuerto?: ¡Cancélelo! ¿Usted propone expropiar el Banco de México? ¡Quédeselo! Eso sería desastroso para México, pero si este hombre lo hace y las consecuencias son negativas, entonces un nuevo voto, al cabo de los seis años, lo castigará o lo premiará si las consecuencias son positivas. Esa es la tesis de mi libro, escrito mucho antes de que ganara Andrés Manuel López Obrador. Él interpreta su mandato como un vínculo místico, como un pacto religioso con el pueblo. Estamos ya casi bordando la zona de las religiones, ese no es el ámbito de la política. No sólo por el 47 por ciento que votó en contra, sino porque el principio está malentendido. Hay muchos ejemplos en la historia de líderes que quisieron el bien de su pueblo, los quisieron mediante regímenes que usted ni yo estaríamos de acuerdo, brutales, las dictaduras de derecha, que los pueblos estaban encantados con ellos y luego fueron al desastre. Hay regímenes de izquierda que también fueron al desastre.
–Está el caso de Nicaragua.
–Imagínese usted, yo sí recuerdo la esperanza y yo mismo le di la bienvenida al Frente Sandinista y mire en qué se convirtió. Chávez por otro lado prometió cosas imposibles y es el responsable mayor de lo que ha pasado en Venezuela. Lo he estudiado en un documental que presenté y hablo de esto en el libro. Lo que quiero decir no basta con que el líder se sienta bendecido por el pueblo y que el pueblo lo bendiga, eso no ha bastado en la historia de la humanidad. La concentración de poder absoluta en una sola persona, conduce invariablemente al desastre. Siempre lo he pensado y no creo que haya habido excepciones.
–Hablando del aeropuerto, ¿usted cree que fue un exceso de poder?
–Yo creo que le sorprenderá mi respuesta. Dije desde antes de las elecciones: “López Obrador ha prometido un conjunto de cosas que a los ojos de una economía de mercado normal, parecen desaforadas e irracionales. Pero si el votante le dio la mayoría él tiene derecho a hacer eso. Va a enfrentarse a demandas nacionales e internacionales”. Estoy seguro de que las previó. Yo no considero eso, pienso también que él tiene derecho a hacer eso y mucho más. El Tren Maya y cuantas medidas económicas y sociales se le ocurra, ahora las quiere avalar con una consulta popular, pero esas consultas son de un valor muy dudoso. Está infringiendo la ley, porque deben de estar manejadas por el INE, pero las medidas que él está tomando, incluida la del aeropuerto, yo no estoy de acuerdo. Puede tener consecuencias muy graves incluso para los objetivos económicos que él se ha propuesto. Pero tiene el derecho, mi crítica es más de fondo: a la forma que es el fondo y el fondo es: no puede interpretarse un voto mayoritario en las urnas como un pacto místico con el pueblo.
–¿No cree que el sexenio que pasó dejó a México prácticamente destruido?
–No. Yo no creo que destruido. Pero sí quiero decirle: fue un sexenio de una vastísima decepción. Sobre todo una decepción moral. Para mí el sexenio terminó en el 2014, cuando se supo el tema de la "casa blanca". En ese momento comprendí que el sexenio terminaba, porque el votante le dio al PRI un crédito. “En términos de corrupción me defraudaste mucho tiempo, ahora te voy a dar una segunda oportunidad, como si fuera un banco con un segundo crédito a alguien que lo defraudó”. Enrique Peña Nieto debió haber cuidado con mucho esmero esa segunda oportunidad, era mucho más importante que sus reformas energética, de educación. Lo más importante era cuidar la rectitud de su gobierno. Allí comenzó el triunfo de Andrés Manuel López Obrador. En la economía también demostraron que no eran capaces, no pudieron llevar al país a un crecimiento, no supieron que hacer con el tema de la violencia, con toda franqueza creo que es un tema que nos rebasa a todos y será muy difícil que Andrés Manuel López Obrador lo pueda resolver y llevará mucho tiempo.
Para mí, el sexenio que pasó fue una gran decepción, que en cierta forma esperaba. Yo jamás he tenido simpatía por el PRI. Vengo de 1968, están mis libros, mis artículos, a todos aquellos que se olvidan, yo estaba oponiéndome al PRI cuando sus abuelos lo hacían conmigo. Yo tengo la edad para ser el abuelo de quienes ahora me critican sin conocer mi trayectoria. Fueron muchos decenios de luchar contra el PRI, de modo que yo carecía de ilusiones, pero nunca pensé que fueran tan tontos, como para echar por la borda el sexenio. Luego me parece que la actitud de Enrique Peña Nieto frente a Andrés Manuel López Obrador estos últimos meses me parece muy triste. Si él propuso la Reforma Energética, la Hacendaria, el Tratado de Libre Comercio, aun la Reforma Educativa, estemos o no estemos de acuerdo con ella, él las propuso, él las sacó y él debió haberlas defendido, por lo menos en alguna aparición pública. ¿Qué clase de dimisión es esa?
–Los que están en contra de Andrés Manuel López Obrador, ¿No hay posibilidades de hablar con él?
–Le doy a usted mi palabra que he procurado pensar en formas de disuadir a Andrés Manuel López Obrador, publiqué una cena que tuve con él, hace años, que fue muy cordial, que fue muy sincera, un buen acercamiento, que no tuvo continuidad. Él es precisamente es el primero que cree en su misión trascendente, en una misión más allá de lo humano, que llamé mesiánica. El mesianismo es importante en la religión no en la política. ¿Cómo convencer a un mesiánico? ¿Usted cree que Sócrates podría convencer a Jesús? Yo no creo. ¿A los apóstoles? Una vez que usted cree que tiene la verdad revelada, es muy difícil dialogar o casi imposible. ¿Usted cree que a un cristiano primitivo, Sócrates lo puede convencer diciendo yo sólo sé que no sé nada? Le hubieran contestado a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Y cada día lo pienso más, veo que existe una propensión a culpar, a dividir entre buenos y malos. Si estás de acuerdo conmigo eres de los buenos, si estás en desacuerdo eres de los malos. Si no estás de acuerdo conmigo algún interés mezquino tienes. Bueno, esas características que yo vi hace algunos años en nuestro próximo Presidente, creo que no ha cambiado en absoluto y esa característica lo vuelve impermeable para la conversación.
–Ahora él se ha reunido con muchos empresarios, por ejemplo con el de Televisión Azteca…
–Una cosa es saber que los empresarios tienen intereses empresariales, eso representa un tira y afloja y los políticos tienen intereses políticos, eso es un tema de poder, pero un escritor, ¿qué interés tiene? ¿Yo qué interés tengo? A mí lo único que me interesa es que México, al que le he dedicado mi obra y mi vida, no se destruya, no le ocurra lo que a Venezuela y pueda resolver sus muchos problemas, comenzando por el de la violencia. Sinceramente tengo unas ideas sobre eso, Gabriel Zaid tiene unas ideas riquísimas y ha escrito libros enteros sobre eso, lo más natural sería conversar sobre esas ideas, decir por qué pienso que las becas a los jóvenes están bien, pero que deberían instrumentarse de otro modo. Esas son conversaciones racionales, pero con toda franqueza no creo que haya ningún indicio que se quiera hablar. Ha habido una profusión de adjetivos que tenemos opiniones distintas. Hipócritas, conservadores, eso no es una conversación, esos son adjetivos.
–¿Qué seis años nos esperan?
–Yo no soy un optimista profesional, pero tengo un talante optimista. México es un país de una economía importante en el mundo, tiene una conexión con el mundo, además en México hay una sociedad civil y existe una sociedad civil con voz y voz en las redes. México es un país muy grande, hay una conciencia pública y cínica que no existía hace algunos años, estos elementos vayan acotando y orientando a este Gobierno y a este régimen. Él puede hacer todo, por sus obras lo conoceréis. Estamos ahora en la gran luna de miel, porque una parte muy sustancial del país, simpatiza con él y cree en él. Ojalá no los decepcione. Si me pregunta a mí lo primero que habría que hacer es escuchar a la crítica de buena fe. Él ha estado modificando muchas cosas, para azoro de muchos de sus seguidores. El tema de los militares, por ejemplo. Él decía que los militares iban afuera y ahora resulta que son buenos, sin que haya explicación de por medio. A este público de Sin Embargo lo que me preocupa más es la discordia y la animosidad que hay en México. Interpreto esta entrevista dada por mí como un puente, bajo la idea de que todos tenemos intereses, no hay modo de hablar, pero espero que en el público, en ese mundo que apoya a Andrés Manuel López Obrador existan personas a escuchar, para hacer pequeños puentes de concordias. Termino con una frase de Lincoln: Una casa dividida contra sí misma, no sobrevivirá.