Susan Crowley
23/11/2018 - 12:00 am
La sutil perturbación de Hockney
El pasado 15 de noviembre se registró otro récord dentro de la casa de subastas Christie´s, el artista vivo de mayor precio del mundo: 90 millones de dólares. Su nombre, David Hockney. La obra, Portriat on an Artist.
El pasado 15 de noviembre se registró otro récord dentro de la casa de subastas Christie´s, el artista vivo de mayor precio del mundo: 90 millones de dólares. Su nombre, David Hockney. La obra, Portriat on an Artist.
Un alivio para los conservadores (y los no tan conservadores), que reclamaban que tal distinción la tuviera el que el globo inflable (con forma de perro) de Jeff Koons. Para el stablishment del mundo del arte, el hecho de que un artista ya considerado dentro de la línea de los grandes maestros de la pintura ostente ese título, habla de la seriedad con la que se mueven los mercados. No deja de llamar la atención que quien lo obtuvo sea una especie de eterno “rebelde sin causa”; un artista que decidió salirse de las normas establecidas por el cerrado mundo inglés. Quizá sea el más irredento de su generación, marcado y denostado por su opción de vida que incluye, no solo ser homosexual, independiente y prófugo de su patria, si no también pronunciarse como un artista que concibió un estilo único, ajeno a las convenciones, que rechazó cualquier medio alternativo y apostó por la pintura aún cuando esta atravesó las más dolorosas crisis delante de las nuevas tendencias en el arte.
Mientras Oscar Wilde pasó años en la cárcel lamentándose porque no podía cambiar y ofreciendo perdón al mundo que lo rodeaba por haber nacido con determinada naturaleza; Freddy Mercury se autodestruyó en parte por la culpa que suponía haber defraudado a quienes amaba; Bacon se levantó con un cinismo sanguinario en contra de una sociedad que consideraba la homosexualidad una enfermedad. En cambio, David Hockney se fugó a California.
Artista icónico de la transición entre la modernidad y la posmodernidad, Hockney rompió con las tradiciones sociales y artísticas y combatió a una sociedad, que estaba dispuesta a execrarlo, dándole la espalda. Siendo parte de la primera generación pop, que contrario a lo que se piensa, no surgió en Estados Unidos, sino en Inglaterra, el artista se movió en los círculos alternativos de una nación en decadencia. El imperio inglés había sido humillado por el desprendimiento de las regiones que se independizaron; aun así, pretendía mantener las estructuras anquilosadas en lo que quedaba de su imperio y en la propia sociedad inglesa. No fue raro que en sus entrañas surgieran los movimientos más radicales de la segunda mitad del siglo XX. A pesar de los esfuerzos para controlar a los jóvenes, Inglaterra tuvo que ir adecuándose a los nuevos tiempos. La generación de los años sesenta se distinguió por sus irreverentes y escandalosas conductas, por el exagerado modo de vestir y actuar delante de un gobierno y una realeza que resultaba rancia y decimonónica. La generación de Hockney no solo se burlaba de sus ancestros, también se mofaba de la forma en la que el heredero de esa tradición se convertía a pasos agigantados en una sociedad de consumo. Estados Unidos surgía con un enorme poder económico y consecuentemente sentaba las bases para ser víctima de sus propios excesos. El arte Pop fue concebido en una sesión creativa en Londres en 1954; David Hockney y Edward Paolozzi entre otros jóvenes artistas, ironizarían sobre la sociedad de consumo norteamericana. Fue el curador inglés Lawrence Alloway en su ensayo, Arts and The Mass Media, quien generó una primera crítica entre arte y cultura popular de masas. Como siempre, la inteligencia inglesa no dejó de asumir un papel crítico y se pronunció como el centro de reflexión de la nueva era del arte.
Mientras estas tendencias se consolidaban Hockney se mudó a Los Ángeles. Podemos imaginar, por lo que vemos en la obra que acaba de venderse en el exorbitante precio, la forma en la que el paisaje californiano cautivó al artista. Abriendo de capa su homosexualidad, cosa mucho más sencilla en un ámbito como este, Hockney encontró un universo de colores, formas, texturas libres, alegres, llenas de sensualidad e imaginación, y no solo eso, también se convirtió en uno de los artistas que salvaron a la pintura, que por esos años atravesaría una de las más duras crisis de su historia.
En la década de los sesenta Estados Unidos y Europa sucumbían al conceptualismo. Las grandes muestras de artistas alrededor del mundo promulgaban el agotamiento de la pintura y la necesidad de cambiar los patrones de creación a otras disciplinas. Los gustos de los coleccionistas y el deseo de invertir coincidían en que la nueva tendencia que ofrecían las variantes de ready made, estaban al alza. Un reducido grupo de pintores figurativos se resistía al cambio y acabaron en el olvido momentáneo. A pesar de no tener influencia alguna en el mercado, fueron los que insistieron en que la pintura no debía de olvidarse como expresión artística. Durante dos décadas la tendencia dominante fue la conceptual. Pero en 1984, a pesar de la aseveración de que la pintura había muerto, surgió una nueva posibilidad gracias a la exposición curada por Norman Rosenthal, A New Spirit on Painting. En ella participaron artistas de la talla de Frank Auerbach, Francis Bacon, Leon Kossoff, Lucian Freud, entre muchos otros. Desde luego David Hockney fue una de las presencias más alentadoras, sus obras destacaban justo por ese aire relajado, por su ligereza, humor y franqueza. A partir de este evento el modo de pintar cambió. Se reivindicaron los procesos y el sentido de cada una de las obras que se exhibían. Poco tiempo después llegaron a subir de precio y después a romper récords de venta que difícilmente conseguirá cualquier objeto de arte que no sea una pintura.
Pero volvamos a la obra más costosa producida por un artista vivo. Pocas veces podremos admirar una pintura que reúna tantas cualidades. Diáfana, sensual, con mínimos recursos figurativos, narra puntualmente una escena: Pool with two figures, como también se le conoce, es una estampa con múltiples significados. Un espacio rodeado de montañas lejanas, al centro una piscina; un chico de pie en la orilla vestido a la moda de los setenta, contempla a otro que nada bajo el agua aproximándose hacia él. Los colores son brillantes, la luz cenital, seguramente es mediodía; la tenue sombra corta el suelo. La humedad y transparencia sugieren algo más. La composición es plana pero su bidimencionalidad no le resta ningún atributo. ¿Qué vemos ahí? dos amigos, confidentes, quizá cómplices, o tal vez amantes, a punto de encontrarse, apartados del mundo, han “pintado” su propio paraíso, se encuentran en un acto de solipsismo previo al carnal. Alegoría a la libertad, defensa en contra de los prejuicios, esta imagen es hoy icónica para la historia del arte ya que representa la ambigüedad y logra perturbarnos, paradójicamente, por su claridad. ¿Quién vive un amor prohibido en plena luz del día?
La vida de un creador sin una tragedia que la potencie, nos parece un poco insulsa. Las desgracias y obstáculos por los que debe atravesar quien nace con esa vocación parecen ser parte esencial de su valor. Ser homosexual y artista tiene doble implicación, el rechazo y la dificultad para llegar a consolidarse en ambos mundos requiere de un temperamento que resista la adversidad. Ser artista homosexual y haber pertenecido a una sociedad de doble moral como la inglesa es haber bregado con la intolerancia. David Hockney no solo cambió la historia de la pintura, modificó por completo la percepción que teníamos de ella y transformó la manera de ver al artista. Se ha reído y ha jugado con el público y dentro de sus obras. El poder de un artista no solo está en la parte oscura de su existencia, se encuentra también en un medio día, a la orilla de una piscina en una casa de Beverly Hills y puede llegar a costar 90 millones dólares.
@suscrowley.com
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