La obra Ricardo III está protagonizada por el Teatro de la Penitenciaría, dirigido por Itari Marta, con el auspicio del Foro Shakespare. Fuimos a la cárcel a ver el ensayo, asistimos a la obra presentada por primera vez en la Muestra Nacional de Teatro, en el Teatro de la ciudad. El teatro es solidaridad, amor y hay fe y confianza en este trabajo. No deje de verla.
Ciudad de México, 25 de noviembre (SinEmbargo).- El Teatro de la Ciudad está lleno. Hay burbujas en el aire, como cierta ansiedad. Muchos son los parientes de los presos. Forman parte de la Compañía de Teatro de la Penitenciaría del Distrito Federal.
Ahora están en un paraje en medio de la cárcel, donde los hombres pasan y pasan por detrás de la cámara y uno piensa que no es la cárcel, que en realidad es un hospicio: la sensación de encierro te atrapa la mirada y lo único que quieres es tragar aire.
No importa lo que te pase a ti. Estos chicos son actores y en el medio de un ensayo alguien dice tener miedo. “Son por cosas personales”, le dice a la directora Itari Marta, una mujer bellísima, que podría estar luciendo en alguna película gringa, pero que sin embargo, en representación del Foro Shakespeare y en representación de sí misma, está al frente del Teatro Juan Pablo de Tavira, Penitenciaría del DF, Santa Martha Acatitla.
El hombre que dice tener miedo tiene 90 años de cárcel y no sabemos si llegado el estreno en el Teatro de la Ciudad, en el marco de la Muestra Nacional del Teatro, lo dejarán salir.
Hay un silencio.
Pienso en las cosas que he leído de Itari Marta, que si salía con Bruno Bichir, esas cosas que aparecen en los medios comerciales de espectáculos. Me dice: ¡Tú me hiciste ya una nota! No la recuerdo, hasta que caí en la cuenta, fue por el Foro Shakespeare, cuando se iba a cerrar.
Poco a poco me acostumbro en la cárcel. No sé dónde leí que la prisión te quita toda intimidad. A veces pienso que si yo fuera apresada escribiría todo lo que no escribí, me darían una computadora y una celda toda para mí. Pero no es así. Las celdas son para muchos y los presos se van multiplicando.
Ahora mismo se va a derrumbar un parte de la Santa Martha Acatitla. Está como desviada y van a hacer nuevas oficinas. Todo está feo, pero no es por los presos, es por lo dejada que está la prisión. Las chicas de las oficinas se visten bien, tacos, minifaldas, no se dejan vencer por el ambiente donde trabajan. Creo que esta cárcel me recuerda a un hospicio porque cuando era chica iba a visitar a mi padre allí y es lo más parecido a algo que no compartes, que no vives: como si la prisión, el hospicio, tuvieran una fuerza perturbadora que te lleva hacia dentro y ya no podrías salir.
Pienso en Ricardo III. Es una versión 0.3 que han adaptado los presos con la directora. Leo el programa: “Espectáculo actuado por internos de la Penitenciaría del DF que conforma la Compañía de Teatro Penitenciario. El eje todo es el síndrome Ricardo III gracias a una desventaja física (“sanada” con una prótesis) se construye un rencor hacia los demás que sólo la necesidad de dominación puede suplir, esta sin olvidar el humor ácido. Es una perpetua sucesión de muertes por la corona, el trono del rey. Las traiciones y venganza de un reino despojado que solamente posee sus "desperdicios".
¿Humor ácido? El ensayo y la obra en el Teatro de la Ciudad se parecen muchísimo a lo que viven los presos en la cárcel. Tiene razón Itari Marta: “una obra que tenga que ver con este sistema, con este contexto”.
La obra ha sido elegida para participar en la Muestra Nacional de Teatro y de aquí a fin de año harán muchas funciones, en el Teatro Juan Pablo de Tavira, de la Santa Martha Acatitla.
Todos son Ricardo III. Se van matando los unos a los otros hasta que queda el perro tonto, el que no puede hablar, como rey. Un sitio despojado donde nadie puede mandar y nadie puede obedecer.
Me da tristeza. No por ver a los presos, precisos y eficaces en sus papeles, sino porque la obra no da nada de esperanza. ¿No podemos darle algún rayito de sol? Es una obra punk, “troska”, dirían mis amigos, tal es así que Andrés Manuel López Obrador, con su discurso, es el último que accede al reino y lo matan inmediatamente. Bueno, no lo sé.
“Ricardo III es como el texto que quería montar en mi vida y cuando empecé a trabajar aquí, llegó el momento del segundo montaje, siempre elijo textos que tengan que ver con lo que está pasando al grupo. Hay una lucha de poder muy fuerte, la corona es metafórica, el dinero, la libertad, Ricardo III es como un gen, como un virus que nos ha invadido a todos y a todos hemos ido contagiando”, explica Itari Marta.
“Es una sucesión de muertes al principio, cuando llegas, mueres”, explica.
Alberto Cándido Herrera El Negro, Josué de León Arellano El Tacho, Antonio Escalera Rosas El Toño, José Francisco García Ortiz El Mimo, Fidel Gómez Pérez El Mandy, Juan Luis Hernández Domínguez El Cucharas, Oscar Lara Ramírez El Leónidas, Juan Antonio Santillán Téllez, Jorge Alberto Villar Reyes, Sergio Parada Cabello, Mauro Rafael Martínez, Javier González Cruz El Greñas, José Luis Padilla Hernández, Ismael Corona, Valeria Lemus, forman el elenco. La verdad es que no hay con quien quedarse, tienen un manejo del escenario, una voz importante, una coreografía envidiable, el elenco es tremendo.
“Es un secreto a voces, la cárcel es un reflejo de lo que somos afuera. La obra sale a un mundo que rechaza este pensamiento, pero en realidad está más cercano ese secreto de lo que creemos”, dice Marta.
“Me dará mucho gusto que este grupo vaya a plantear un espejo para el gremio y para la sociedad. Les creo a ellos y creo en mi trabajo, les tengo confianza, les tengo fe. Yo lo que sé es que si trabajas arduamente en algo sabía que iba a salir”, dice.
“Siempre tengo miedo, nunca he perdido la sensación de que tienes que estar alerta en esta institución. Somos animales todas las personas, siempre estoy alerta de que nuestro lado animal no sea el que permee. Que eso salga en el escenario, por el amor, por el trabajo colectivo, por la solidaridad, que implica el teatro”, dice Itari.
“El monstruo del animal del hombre puede salir alguna vez. En estos 10 años hubo enfrentamientos, falta de respeto y creo que en ese camino pudimos aprender que el teatro nos ayuda a superar a ese animal, pues uno es más fuerte de lo que cree”, afirma.
Al principio no fue fácil que el teatro de la penitenciaría fuera bien recibido por el gremio de actores. Tardó 10 años. Vimos, de todos modos, a varia gente ligada al teatro en el área vip del Teatro de la Ciudad, como si todo lo cosechado en este tiempo hubiera dado frutos.
El grupo está también coordinado por Javier Cruz. Le dicen El Greñas y sabe todo lo que hay dentro de la cárcel. Él mismo fue un preso. Dice que antes del teatro, cuando se deprimía o estaba feliz o se peleaba con alguien se iba a drogar. Nada de subirse al escenario. Hoy vive para el teatro de la penitenciaría y junto con su compañero Ismael Corona “traen y llevan” la libertad de un lado a otro.
Todo es frágil aquí, me digo. Pero, ¿dónde no es frágil? ¿Dónde puedes decir la vida es un camino donde nada te sorprenderá o escupir para el cielo y decir que jamás estarás en una cárcel, en un hospicio?
“Tanto la compañía interna como externa soy el coordinador. Traigo los elementos para la coreografía, hago entrar a la gente que viene a ver a obra en Santa Martha Acatitla. ¿Qué hemos logrado con nuestro trabajo? Seguir aprendiendo, hemos conseguido dinero para los presos que trabajan en el teatro, seguimos trabajando y seguimos aprendiendo. Además, para los presos les trae un beneficio de acuerdo con las actividades culturales”, dice Javier.
A veces los presos salen como él y si les interesa el teatro pueden conseguir trabajo. Está bien, digo tomando aire y pensando que a lo mejor yo hubiera terminado Ricardo III con algo de esperanza. Me la imagino a Itari Marta discutiendo el guión. Con esa pasión tan loca que dedica a su trabajo en la prisión.