Óscar de la Borbolla
12/11/2018 - 12:04 am
Radiografía del problema I
El bienestar -y también el malestar- que experimentamos actualmente es el resultado de que alguien antes de nosotros tomó lo que había, lo dado, como problema e intentó resolverlo: nuestro mundo, de hecho, no es más que la herencia de esa infinidad de soluciones que ahora constituyen lo dado para nosotros.
Es muy común pensar que lo difícil es dar con la solución de un problema; sin embargo, en ocasiones implica una dificultad mayor encontrar el problema, o para enunciar esta idea de modo paradójico: también es un problema descubrir el problema. Se supone que si uno analiza la etimología de "problema", el problema es lo que está delante de uno o, más precisamente, lo que se arroja con fuerza delante de uno. De ahí que para que un problema realmente se presente como tal es necesario ponerlo sobre la mesa: acometerlo.
Los problemas están por todas partes, en el fondo todo lo que nos rodea es un problema; pero hace falta que alguien reconozca a alguno y se decida a resolverlo. El problema no existe sin la conciencia de alguien y sin el deseo de solucionarlo.
El bienestar -y también el malestar- que experimentamos actualmente es el resultado de que alguien antes de nosotros tomó lo que había, lo dado, como problema e intentó resolverlo: nuestro mundo, de hecho, no es más que la herencia de esa infinidad de soluciones que ahora constituyen lo dado para nosotros. Para muchos es simplemente lo que hay y se conforman con eso; para otros, en cambio, esas soluciones son precisamente el problema. Y estoy pensando en todo: en las ideas, en los artefactos, en los sistemas políticos, en lo que pensamos que es bueno o malo, en los medios de transporte, en las organizaciones sindicales, en las respuestas religiosas, en el tamaño de los autos, en los métodos para proveernos de agua... hasta en la forma y grosor de las pizzas.
El mundo en que vivimos es un arsenal de soluciones que algún día alguien o varios, ante lo dado, tomaron un aspecto, lo problematizaron y propusieron que debía resolverse de esta manera o de esta otra. Unos, insisto, ante lo que está, no se meten en problemas y viven su vida de acuerdo a como está establecido que se vivan las vidas y otros, en cambio, reconocen que hay problemas aquí o allá y se proponen soluciones distintas. Las posibilidades lógicas son solamente tres: nada es problema, hay algunos problemas o hagamos de nuevo el mundo desde sus cimientos porque todo lo que se ha hecho nos parece mal.
Me interesan aquellos que son capaces de descubrir problemas, porque, al menos, tienen el germen que hace posible que la historia avance: me interesan los inconformes porque, a mi gusto, encarnan esa negatividad de que hablaba Hegel, y que es la fuente de todo movimiento.
Descubrir siquiera el problema abre una distancia con lo que hay, separa al ser humano de la naturaleza, y es también el primer paso hacia una nueva solución. De hecho, no se puede identificar o reconocer un problema si no se cuenta con un esbozo de su solución. Ese boceto, por supuesto, puede no ir a ningún lado y, por ello, pasar de la inconformidad a ofrecer una solución nueva son palabras mayores: el inconforme se transforma en inventor, en creador. Pero aunque sea muy sobresaliente quien conquista este paso, no olvidemos que surge necesariamente de quienes son capaces de advertir el problema, del subgrupo humano que he llamado inconformes.
Twitter: @oscardelaborbol
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