El periodista Héctor de Mauleón es un gran cronista y como tal lo comprueba en La ciudad oculta I y II, donde revela su amor por la Ciudad de México, con todos sus secretos, todos sus fantasmas y esa pasión por destruir sobre lo ya hecho. "Hay que salvar lo que se ha preservado", dice quien prefiere el Zócalo como un lugar para conversar y relacionarse, no uno de paso, como es ahora.
Ciudad de México, 7 de noviembre (SinEmbargo).- Héctor de Mauleón es un periodista nato. Al punto que no pudo estar por fuera de lo que pasaba en México, esos relatos que siempre nos llevan a la violencia y a las amenazas. Ha estado en Confabulario, ha redactado muchos libros y su real vocación es la crónica. Como tal ha llevado a cabo una gran investigación sobre las historias y anécdotas poco conocidas en 500 años de Ciudad de México.
De Mauleón (1963) es subdirector de la revista Nexos y conductor del programa de televisión El Foco, de Canal 40. En 1989 se inició en el periodismo y desde allí ha ideado La ciudad oculta I y II (Planeta), para conocer un poco más esta capital que nos abraza y nos ciega muchas veces, pero que otras nos llena de gozo y de placer.
La ciudad como origen y como destino, en el medio un café para escuchar esas crónicas entrañables, que relatan puntos de encuentro, grandes transformaciones, muerte en la ciudad, figuras sobresalientes y la sorpresa de lo cotidiano.
Descubrimos que una de las quejas más frecuentes de los citadinos actuales, el incesante tronar de toda clase de fuegos artificiales, era ya una noticia importante en 1839, pero el autor va más allá y en “La patria del cohete” revela que ese gusto quizá podría encontrarse en el ADN de los mexicanos porque al menos data de antes de la llegada de los españoles a estas tierras.
En “La calle maldita”, el autor descubre que ya en 1862 hubo quienes acostumbraban retirar las placas alusivas instaladas en calles y edificios y en “Vacaciones de Semana Santa” revela por qué Ciudad de México cada año se transforma en provincia al llegar esa época.
Personajes como Maximiliano, Pancho Villa, Miroslava, Salvador Novo y Carlos Monsiváis, protagonizan anécdotas que resultan poco conocidas y a lugares como la Colonia Roma, Tepito y la estación Pantitlán del Metro, son redescubiertas ante nuestros ojos por un hombre que recorre rincón tras rincón de esta ciudad que por supuesto, a veces le duele.
–Te han estado pasando un montón de cosas, estas crónicas constituyen un refugio, tu vocación, ¿no lo crees?
–Es otra forma de cronicar la ciudad. La crónica tiene ese poder de atravesar las épocas y frente al trabajo de registrar la oscuridad aparece esta ciudad de secretos, de fantasmas, esta ciudad oculta.
–Por otro lado, tú eres cronista, este asunto con el narcotráfico te vino un poco de arriba.
–Creo que todo lo del narcotráfico, de la violencia, inundó el país, estaba tocándonos la puerta, fue una decisión de dejar el registro, comencé a escribir de esto hace 20 años, poder cronicar el horror que ya se estaba desatando en el país y nos sembró la nación de muertos. Visitando la hemeroteca tuve un montón de ganas de relatar los testimonios de la Decena Trágica o de cómo fue la invasión norteamericana de 1827, había testimonios breves, uno tenía ganas de conocer más.
–¿Estos son tus mejores libros?
–Son la evolución de mi trabajo como cronista, la continuación de un libro previo que se llama La ciudad que nos inventa. Me di cuenta de que había decenas de historias por contar. Es una ciudad que está poblada de enigmas, de personajes que se van y que vuelven a aparecer. Te pongo el ejemplo de Alonso García Bravo que diseñó a la ciudad de México en una hoja de papel, poco después de la Conquista. Él diseñó el espacio urbano por donde nuestras vidas iban a transcurrir los cinco siglos siguientes y sin embargo nadie lo reconoció y nadie recordó su nombre. En España, en una biblioteca, alguien encontró los escritos donde él probaba que había sido el diseñador y ese fantasma que vuelve es lo que ha pasado en la ciudad de México con muchas cosas. Con libros que se pierden durante siglos y luego vuelven a aparecer, con personajes que se pierden para siempre luego de haber hecho algo relevante o significativo, la posibilidad de perseguirlos es un trabajo fascinante.
–¿Buscaste en la hemeroteca o caminaste la ciudad o las dos cosas?
–Yo tengo un programa de televisión que cuenta la historia de las calles de la ciudad desde hace 10 años, conozco el Centro Histórico porque lo he caminado puerta por puerta y al mismo tiempo tengo muchos años de investigar en las hemerotecas. Adoro además comprar libros viejos. Creo que de todo eso va saliendo datos, anécdotas, historias, que a mí me resultan interesantísimas de la ciudad.
–Cuando uno se encuentra con turistas trata de decirle que la Ciudad de México es hermosísima, que se queden aquí unos días más…aunque en el medio hay cosas como Tepito, tan difícil de transitar
–Bueno, así son las ciudades. Las ciudades son obras inacabables donde cada intervención le va agregando un capítulo, un pasaje, que de pronto tengan este carácter odioso, que lo puedes sufrir, padecer y de pronto lo adores porque te encuentras algo maravilloso que te deja boquiabierto. Siempre digo que el mejor ejemplo es el poema de Efraín Huerta, sus dos poemas a la ciudad en realidad: uno es un poema de odio y el otro un poema de amor. Como la ciudad prehispánica está arrasada y se construyó sobre ella una ciudad, hay una ciudad que está dormida, que hay secretos, que por donde uno rasque la va a encontrar. Además, sobre esta ciudad se destruyeron un montón de cosas y entonces hay ruinas para ir descubriendo. Debajo de la Catedral hay un pasaje donde puedes caminar por un poco la ciudad que fue arrasada hace 500 años y eso es fascinante.
–¿Estás de acuerdo con que se renueve la ciudad?
–Sí, estoy de acuerdo, la ciudad es dinámica, tiene que renovarse. Lo que es inadmisible son las destrucciones a las que ha sido sometida. Hay que renovarse pero con un respeto total y absoluto a lo poco que se conservó. Si uno revisa, prácticamente la mitad de la ciudad colonial desapareció.
–Habría que tener una actitud sagrada frente a la ciudad, muchas veces somos indiferentes
–Somos indiferentes porque ignoramos lo que ocurrió, porque se mutiló nuestra memoria, porque no nos transmitieron, algo se rompió en la cadena y por eso no comprendemos el espacio que habitamos, por esa falta de conocimiento todo eso se perdió.
–¿Qué dices del Zócalo?
–Ha habido muchos Zócalos, ha habido un zócalo con una horca donde se mataban a los presos, con animales, un zócalo árbolado lleno de bancas, un zócalo con palmeras, y de repente llegó este zócalo vacío que lo querían para la gente del poder. De todos los zócalos, la que prefiero que se use es la imagen del centro de reunión, un centro moral de la ciudad. Hoy el Zócalo es un lugar de paso, no un lugar para estar.