Antonio Salgado Borge
12/10/2018 - 12:00 am
Bolsonaro desde México
Jair Messias Bolsonaro obtuvo 46% de los votos durante la primera vuelta electoral de la elección presidencial en Brasil. Su rival más cercano quedó a 17 puntos de distancia; entre el segundo y el tercer lugar sumaron apenas 42%. Bolsonaro no tiene asegurado el triunfo, pero tendría que haber una reacción poderosa en Brasil para que el próximo 28 de octubre el ultraderechista sea derrotado.
Jair Messias Bolsonaro obtuvo 46% de los votos durante la primera vuelta electoral de la elección presidencial en Brasil. Su rival más cercano quedó a 17 puntos de distancia; entre el segundo y el tercer lugar sumaron apenas 42%. Bolsonaro no tiene asegurado el triunfo, pero tendría que haber una reacción poderosa en Brasil para que el próximo 28 de octubre el ultraderechista sea derrotado.
Apoyar a Jair Bolsonaro es, sin ambigüedades, respaldar o aceptar al fascismo. La colección de comentarios que acreditan la relación Bolsonaro-fascismo es larga y conocida, pero vale la pena considerar aquí cinco temas principales para ilustrar lo que quienes votan por este candidato consideran permisible:
(1) Sobre la dictadura brasileña, Bolsonaro ha dicho que su error no fue torturar, sino no matar en lugar de torturar. También ha opinado que para cambiar las cosas en Brasil hace falta matar, y que, si unas cuántas personas inocentes mueren, esto no sería mayor problema[1].
(2) Bolsonaro dedicó explícitamente a Carlos Ustra el acto que destituyó a la expresidenta Dilma Rousseff. Ustra no sólo fue uno de los coroneles torturadores y asesinos de la dictadura militar brasileña, sino que golpeó, dio choques eléctricos y dejó tendida desnuda en el suelo a la propia Rousseff. La dedicatoria textual de Bolsonaro tras el evento fue “a Carlos Alberto Brilhante Ustra, la pesadilla de Dilma Rousseff [2]. Durante la actual campaña presidencial, los hijos de Bolsonaro se han mostrado con camisas que llevan impresa la leyenda “Ustra vive” [3]. La tortura claramente no es problema para Bolsonaro, quien ha declarado abiertamente “soy pro-tortura, y la gente lo es también”[4].
(3) Para Bolsonaro, “el pobre sólo tiene una utilidad en nuestro país: votar. La cédula de elector en la mano es diploma de burro en el bolsillo. Sirve para votar por el gobierno que está ahí. Sólo sirve para eso y nada más”. Los quilombolas, descendientes de esclavos negros, son para él inservibles pues “ya ni siquiera sin buenos para lo procreación”. Pero eso no es todo. Según un reporte, se habría referido a activistas negros como “animales” que “pertenecen al zoológico”[5].
(4) Sobre la homosexualidad, Bolsonaro opina que ésta se debe “al consumo de drogas” y que “sólo una minoría nace con este defecto de fábrica”[6]. Además, “al hijo que empieza a verse así, un poco gay, hay que darle una buena tunda para cambiar su comportamiento”, que prefiere “que un hijo mío se muera en un accidente a que ande con un bigotón por ahí… para mí, estaría muerto de cualquier forma”. También ha dicho que si ve una pareja de homosexuales besándose en la calle los golpearía[7].
(5) Su actitud hacia las mujeres también es despreciable. A una congresista brasileña, el candidato ultraderechista dijo: “Yo no soy violador, pero si lo fuera, no la iba a violar porque no lo merece”. Sobre su propia familia, Bolsonaro se expresó así: “tuve cuatro hijos, pero luego tuve un momento de debilidad, así que la quinta fue una niña”. Además, ha dicho que las mujeres, por poder embarazase, no merecen la misma paga que los hombres[8].
Por increíble que pueda resultar, lo anterior no ha sido suficiente para evitar casi la mitad de las personas que votaron en Brasil el domingo pasado le dieran su respaldo, o que sea el favorito para ganar la segunda vuelta. No es de extrañar que una de las preguntas más repetida ante este fenómeno sea “¿cómo ha sido posible?” Una respuesta completa a esta pregunta implica varios factores -como corrupción, economía, violencia, el poder de las élites o su control de medios de comunicación-. Sin embargo, me parece relevante centrar la atención en un aspecto particular que ha propiciado que algunas personas en nuestro país vean con buenos ojos el ascenso de Bolsonaro: su rechazo al matrimonio igualitario, al feminismo y al aborto.
Combatir estas tres causas progresistas, criticadas en el discurso de buena parte de las personas que integran las iglesias evangélicas que apoyan a Bolsonaro, es prioritario para algunos grupos conservadores alrededor de mundo. Son estas mismas causas las que han llevado a un puñado de personas conservadoras radicales en México y en otros países Latinoamericanos a aplaudir gobiernos homofóbicos o antifeministas, como el de Donald Trump, el de Vladimir Putin o los de algunos países de Europa del este.
La convergencia del discurso de un creciente número de iglesias evangélicas ultraconservadoras y de un sector cada vez más pequeño -y por ende más desesperado- del catolicismo es un fenómeno que, con distintos matices, se repite en Latinoamérica y en Estados Unidos. Parte fundamental del discurso antifeminismo o anti-LGTBI+ que une a estos grupos es la creencia en una teoría de conspiración bautizada por ultraconservadores como “ideología de género”, caracterizada magistralmente por The Economist como “una creciente campaña que sostiene que hay en Latinoamérica una conspiración cuyo objetivo es feminizar a niños, convertir a las niñas en lesbianas y destruir a la familia”[9]. Resulta revelador que en pocos lugares fuera de Latinoamérica se tome con seriedad la caricatura “ideología de género”.
Un problema crucial detrás de esta caricatura es que ésta ha rebasado la discusión o las confrontaciones en redes y ha llegado a convertirse en un arma político-electoral de alto impacto. Así, diversos partidos e iglesias empujan constantemente la erosión al Estado laico o se frotan las manos ante la aceptación entre sus seguidores de que cualquier individuo con aspiraciones políticas que dice defender causas homofóbicas o antifeministas es automáticamente un protector de “la moral” o de “los valores”, y, consecuentemente, de que sus rivales políticos son emisarios de la “ideología de género”.
Desde luego, el punto anterior no implica que todos los individuos conservadores que creen en la “ideología de género” sean necesariamente simpatizantes de Bolsonaro o fascistas; es evidente que este no es el caso. Tampoco se deriva de ello que todas las personas que apoyan a Bolsonaro lo hagan por creer en esa “ideología”. Lo que sí implica lo dicho arriba es que la narrativa de que el feminismo, el matrimonio igualitario y el aborto son los enemigos más importantes para cualquier sociedad, y de que esta tríada es promovida por un oscuro grupo que busca destruir a la familia, está sirviendo, en los hechos, para lograr que algunas personas autojustifiquen su apoyo hacia candidatos que, como Bolsonaro, prometen quitar del camino a quienes promueven estos “males”.
En este sentido, quienes defienden causas conservadoras en México , incluyendo a muchas personas bien intencionadas y que obran de buena fe, tienen la responsabilidad de distinguir y de rechazar a candidatos que a pesar de promover su tríada de causas principales representan una amenaza para una serie de valores y derechos que, de no ser por la exaltación a esta tríada, serían considerados fundamentales en cualquier religión en el siglo XXI -como la no discriminación, la igualdad de oportunidades o el respeto a todo los seres humanos sin distinción de raza o género-.
El triunfo de Bolsonaro, tal como ha escrito Manuel Castells, empoderaría aún más a un grupo de neofascistas que se han colgado del impulso de Donald Trump para conquistar posiciones políticas alrededor del mundo[10]. Este impulso podría tomar una bocanada de oxígeno en Latinoamérica podría si logra tener en Brasil a su principal bastión de influencia política y económica a partir de este año. Y Bolsonaro, como Trump, haría sentir millones de individuos que discriminar, ofender o agredir por motivos de género o raza son todas acciones permisibles.
Lo que ocurre en Brasil tendría que importarnos a todas las personas que vivimos en México. En este sentido, lo mínimo que podemos hacer es tomar en serio la invitación de Castells a reaccionar y a circular urgentemente nuestro repudio a Bolsonaro en espera de que nuestras voces, magnificadas por las redes sociales, lleguen hasta Brasil y eleven una ola antifascista. Los individuos conservadores, desde luego, también están invitados a sumarse a este esfuerzo.
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[1] https://www.theguardian.com/commentisfree/2018/oct/06/homophobic-mismogynist-racist-brazil-jair-bolsonaro
[2] https://www.theguardian.com/world/2016/apr/19/dilma-rousseff-impeachment-comments-torture-era-brazil-history
[3] https://www.theguardian.com/commentisfree/2018/oct/06/homophobic-mismogynist-racist-brazil-jair-bolsonaro
[4] https://www.huffingtonpost.com.mx/entry/brazil-jair-bolsonaro-presidential-election_us_5b92b5bae4b0511db3e1fdad
[5] https://www.independent.co.uk/news/world/americas/jair-bolsonaro-who-is-quotes-brazil-president-election-run-off-latest-a8573901.html
[6] https://elpais.com/internacional/2014/02/14/actualidad/1392402426_093148.html
[7] https://www.apnews.com/1f9b79df9b1d4f14aeb1694f0dc13276
[8] https://www.washingtonpost.com/world/the_americas/just-like-trump-bolsonaro-leads-brazils-presidential-race-with-right-wing-populist-pitch/2018/10/04/c4ba3728-c65c-11e8-9c0f-2ffaf6d422aa_story.html?utm_term=.42637ffca598
[9] https://www.economist.com/the-americas/2017/09/30/latin-americas-battle-over-gender-ideology
[10] https://elpais.com/elpais/2018/10/10/opinion/1539160088_843725.amp.html?id_externo_rsoc=TW_CC&__twitter_impression=true
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