Las novelas son un mundo que tiene que ver con este mundo. La novela como fenómeno en el cual los escritores anuncian lo que ven y tratan de reflejar el universo a su alrededor, como pasaba con Emile Zola, con Gustave Flaubert. ¿Estamos escribiendo como en el siglo XIX o la novela siempre es la novela?
Ciudad de México, 13 de octubre (SinEmbargo).- Han pasado muchos años y muchos muertos en México. Desde la Guerra del Narco hasta este día en que hay una nueva esperanza, algo que no sabemos cuánto colmará las expectativas pero que inicia el próximo 1 de diciembre, la realidad ha permeado todos los costados de la vida. Incluso, la literatura.
Es bien sabido que no hablaremos del boom latinoamericano y de sus novelas sobre dictadores, todos los escritores obsesionados por el poder, hablaremos de pequeños libros que se hacen grandes en un tiempo a veces silenciado, siempre desaparecido, con voces que no alcanzaban a lanzar un grito de desesperación en situaciones a todas luces desesperadas.
No hablaremos de toda la literatura mexicana, porque este espacio no pretende ser un faro por dónde mirar el horizonte, sólo una huella firme y tal vez diminuta para enmarcar lo que sucede ahora, con palabras de novelas que son un fenómeno social, dicho, por ejemplo, por Imanol Caneyada, “para contribuir a la memoria en un país donde olvidamos muy fácil”.
“Hay bastantes libros que han ido tocando este tema, el de la migración, pensaba en el libro de Emiliano Monge, Las tierras arrasadas. Pensaba en el libro de Antonio Ortuño, La fila india. Ha resultado un tanto inevitable que los autores de esta generación, nacidos en los 70, en los 80, nos acabemos involucrando con estos temas, entre otras cosas porque no tenemos para donde hacernos. Ha sido tan grave lo que ha sucedido en México y en la región en los últimos años que de alguna u otra manera se vuelve inevitable involucrarte a nivel literario”, es el parecer de Juan Pablo Villalobos.
“La literatura puede tener una urgencia y puede tener una herramienta para leer el momento que estamos viviendo”, afirma Caneyada, mientras que Pedro Ángel Palou reconoce que “después de escribir una serie de novelas históricas yo sentía que la realidad nos estaba lacerando y que me comía un poco el pulso”.
“Veía que los escritores colombianos de mi generación, como Mario Mendoza o Santiago Gamboa, escribían sobre la violencia en Colombia, nosotros escribíamos sobre el nazismo o la Primera Guerra Mundial”, reconoce.
“¿Cuántos escritores escriben libros sobre las cantinas y las calles de la Ciudad de México? ¿Cuántos escritores no han abandonado su zona de confort que significa narrar su departamento, platicar de sus amigos? ¿Cuántos escritores no salen de la misma condición de la pobreza que visitan de vez en cuando para enterarse de qué se trata? La mayoría y no digo que esté mal, simplemente que preferí reinventarme en otro escenario. Mi nueva novela transcurre en escenarios que yo no conocía hasta que los vi puestos; fui por ellos, fui a buscar las paredes, los edificios, la ropa de la gente, las situaciones y entonces empecé a montar un set enorme donde eché a andar como si fueran ratones experimentales a mis personajes para que ellos decidieran el rumbo de la historia”, pregunta y se contesta Alejandro Páez Varela.
“Lo que Oriundo Laredo trata de explicar es que el mexicano en Estados Unidos no es un migrante, esas son sus tierras, están tomadas por la geopolítica, pero esas son sus tierras”, explica Páez en entrevista con Efe al referirse al protagonista de su cuarta novela, en momentos en que Donald Trump y su muro intentan borrar toda la historia conjunta, más allá del Tratado de 1848 de Guadalupe Hidalgo, donde México perdió gran parte de su territorio, como los actuales estados de California, Nevada, Nuevo México, Texas y Utah, entre otros.
“Todo el tiempo me preguntan si mi nueva novela es sobre la violencia y siempre contesto que es una novela de México, un país donde la violencia lo escenifica todo. Y es cierto que entre El cielo árido, que trataba el tema de los ciclos de la violencia en el siglo XX y éste, que habla más del presente, la búsqueda es la misma: qué le sucede a los mexicanos que viven y crecen en esos escenarios de la violencia. Me siento muy enraizado a este país, no pude irme de México, lo intenté y volví corriendo. Estamos como continente muy vinculados a la violencia y la literatura nació en nuestro país cuando vinieron a conquistarnos con las pistolas y a evangelizarnos a punta de madrazos”, expresa Emiliano Monge sobre Las tierras arrasadas.
“No está reñido hacer literatura y contar el México actual. A mí la literatura del crack, mi generación anterior, nunca me gustó. No me interesan tampoco las novelas políticas, que son desde mi punto de vista panfletarias. A mí lo que me interesa es contar historias, eso antes que nada. Tengo un compromiso con la verosimilitud, con el realismo, las novelas que más me gustan son las que hablan del tiempo presente. A lo mejor es una especie de reacción de esta generación a la generación del crack, aunque Monge es del 70 y pico, me lleva como 10 años. Nuestra generación quiere volver a México, no tengo oportunidad de hablar de un mundo que no conozco, hablo de Veracruz, de lo pasional y tengo cosas para decir al respecto”, dice Fernanda Melchor.
Sucede que los escritores del crack, Jorge Volpi y Pedro Ángel Palou, están también contando México: una ola que se levanta de las calles y nos ahoga como un tsunami, hay algo que decir de este país.
“Mis modelos son en principio Emile Zola, que aparece mencionado repetidas veces en el libro, y también Dostoievski y Kafka, casos criminales sólo que aquí, en este molde, de la novela sin ficción”, explica Volpi sobre La novela criminal.
¿México nos ha convertido en autores al estilo del siglo XIX?
“Durante mucho tiempo la literatura ha estado en una torre de marfil y ha estado dándole la espalda a una realidad que está viviendo nuestro país. Esta realidad lacerante que lastima y duele”, afirma Imanol Caneyada.
Las tierras arrasadas, Emiliano Monge
Es una novela aterradora. En lo profundo de la selva y de la noche se encienden varios reflectores y un grupo de inmigrantes es sorprendido y atacado por otro grupo de hombres y mujeres, presas de la patria en la que viven y de sus propias historias. A través de los protagonistas y de la masa de inmigrantes, cuya individualidad se desmorona poco a poco, se desnudan el horror y la soledad.
“Lo que creo efectivamente es que la literatura no cambia el mundo, pero sí tiene la capacidad y la responsabilidad de mostrar las cosas del mundo que pueden ser cambiadas”, dice Emiliano Monge.
49 cruces blancas, de Imanol Caneyada
Un incendio que aún tiene llamaradas asesinas. Tres años después del incendio en la guardería ABC, el ex ministerio público y abogado venido a menos José González "Pitic" es contratado por los padres de las víctimas para investigar la verdad sobre lo ocurrido. ¿Se trató de un accidente, de un cooler defectuoso como dice la versión oficial o el fuego fue provocado para destruir el archivo financiero del gobierno estatal que se almacenaba en la bodega aledaña a la guardería?
Con maestría y sin piedad, Imanol Caneyada sacude nuestras conciencias con esta ficción detectivesca anclada en nuestro pasado reciente y nos mete en la piel de las víctimas --hijos y padres-- de tan inmensa tragedia, la peor en un México que desborda de ellas.
“No tenía gran cosa que aportar desde la perspectiva de la investigación periodística y documental. Y por otro lado, desde el género de la novela, ha sido algo que nos ha permitido entrar en contacto con la vida íntima de los individuos a través de lo que llamamos personajes, que por más que sean de ficción, para los lectores son seres de carne y hueso que tienen importancia en nuestra vida. Eso es la gran aportación de la novela en términos históricos y humanos, el presentarnos como individuos con una dimensión que tal vez el periodismo documental no puede darnos. Me interesaba más este aspecto que el dato duro que pudiera arrojar más o menos luz sobre el caso, al final asumo que la novela puede ser ese instrumento”, afirma Imanol.
Todos los miedos, de Pedro Ángel Palou
La historia de una periodista cualquiera, aunque bien podría estar dedicada a Regina Martínez, corresponsal de Proceso asesinada en Veracruz.
La paz de México es ficticia, aparente, una alfombra bajo la cual se esconde la basura del narco y la corrupción y donde el asesinato de periodistas es sólo una consecuencia lógica, un efecto secundario de la denuncia contra un sistema podrido desde la raíz.
Y a pesar del riesgo, la reportera Daniela Real decide enfrentar, sola, a ese sistema. Sus investigaciones la han convertido en una periodista incómoda y, por lo tanto, en el siguiente blanco de esa maquinaria indolente ante la injusticia pero eficiente al encubrir a los suyos.
“Me comencé a cuestionar si la realidad cruda y dura no requería de una inmersión a fondo en el presente. Creo que Todos los miedos es un documental de la realidad mexicana, pese a que todo está comprimido a once horas”, afirma Palou.
Una novela criminal, de Jorge Volpi
Narración despiadada a la hora de mostrar los entresijos del poder, las raíces más hondas de la corrupción y su alcance, así como los embotados mecanismos de la justicia, Una novela criminal es también una valiente denuncia del coste social de las políticas que declaran la guerra al crimen sin poner freno a sus causas. Ha ganado el Premio Alfaguara, trata el caso de Israel Vallarta y su ex novia, la francesa Florence Cassez y muestra la evolución narrativa del novelista Jorge Volpi, uno de nuestros mejores narradores.
“Es un caso que habla sobre la colusión entre los medios y el poder, sobre todo el policíaco. Y en una segunda instancia, tiene que ver con cómo el poder político se entromete por completo en la aplicación de la justicia. Son dos de los temas centrales de nuestro tiempo”, dijo Jorge Volpi.
Yo tuve un sueño, de Juan Pablo Villalobos
Este es un libro de crónicas, pero su autor es narrador. Cuenta historias y sus casos simulan una novela tristemente contada. En 2016, el autor entrevistó en Nueva York y Los Ángeles a diez inmigrantes que habían entrado en Estados Unidos entre 2011 y 2014 para reunirse con sus familias. Cuando cruzaron la frontera tenían entre diez y diecisiete años y procedían de Honduras, El Salvador y Guatemala. Este es un “libro de no ficción, aunque emplea técnicas narrativas de la ficción para proteger a los protagonistas” y pretende dar voz a quienes no la tienen, poner rostro a las frías cifras de las estadísticas y contar las historias personales que hay detrás de las escuetas noticias.
“Yo elijo narrar mis historias, más que explicarlas. Yo soy un narrador, no soy periodista ni un sociólogo ni un historiador. Mi pulsión, mi necesidad, mi manera de trabajar me lleva a mí asumir la crónica, el relato en primera persona. Me parecía que era necesario darle la voz a aquellos que no las tienen. No la tienen entre otras cosas porque no se las damos”, dice Juan Pablo.
Temporada de huracanes, de Fernanda Melchor
Probablemente la mejor narradora joven de México. Como Tolstoi de su aldea, habla de Veracruz, el sitio donde nació. Un grupo de niños encuentra un cadáver flotando en las aguas turbias de un canal de riego cercano a la ranchería de La Matosa. El cuerpo resulta ser de la Bruja, una mujer que heredó dicho oficio de su madre fallecida y a quienes los pobladores de esa zona rural respetaban y temían.
“Veracruz se ha trasformado de una manera triste y decepcionante, cómo de ser una sociedad de señoras que iban a tomar el fresco a la calle, ahora una sociedad de puertas cerradas, claustrofóbico, de paranoias. Ya no quieres salir a beber en la noche porque puedes resultar víctima de una balacera. No sabemos cómo volver, si la ciudad ha cambiado de carácter por completo”, afirma Fernanda Melchor.
El país de las mandrágoras, de Ethel Krauze
Este libro no debió ser escrito. Pero las voces que lo componen se rebelaron, abriéndose paso en forma de correos electrónicos, mensajes en redes, diarios, cartas, murmullos... Voces que empiezan a emanar de los chillidos de los pájaros, de los cauces de los ríos y de las crecientes nervaduras de las plantas. Voces que se convierten en raíces, ramas, brazos, atrapando a todos.
Con un ritmo imparable, una baraja de técnicas literarias y un espíritu poético imbatible para acometer un tema tan candente como las desapariciones forzadas en México, Ethel Krauze da muestra en esta novela de su capacidad para renovarse en la permanencia de su profundidad y de su lirismo.
Oriundo Laredo, de Alejandro Páez Varela
Un perro que abre la boca, como en un estelar aullido. Oriundo Laredo recorrió unas mil o dos mil veces, con toda paciencia y sin barullo, de Palomas a Ojinaga y de Canutillo a Presidio. Del este al oeste y viceversa, por toda la frontera norte de México. Y más: por esa misma frontera, pero del otro lado, también acumuló incontables millas. Sin sonar la duela, como la sombra de un caballo perdido, como una nube solitaria en la entraña del extenso manto.
Oriundo Laredo es un mexicoamericano. Pariente, por lo tanto, tuyo y mío, y también fruto de la Sierra Madre y de las Grandes Llanuras, donde apaches, blancos, morenos, tornados, chaparrales, bisontes y chamizos conforman un país-de-en-medio. Una tierra única cuyos secretos muy pocos conocen.
No manden flores, de Martín Solares
Partiendo del sur de Tamaulipas, cerca de Paracuán, y viajando hasta el centro de la violencia en la frontera norte, Treviño deberá seguir el rastro de la mujer, e indagar entre los grupos criminales que se disputan el control de ciudades y carreteras. En la misma medida, evade la persecución del tenebroso Comandante Margarito, jefe de policía de La Eternidad, que lo busca para matarlo. La rivalidad entre estos dos personajes con perfil de tiburones elevará la tensión durante siete días a niveles nada recomendables.
Asesinato en el parque Sinaloa, de Élmer Mendoza
Edgar “el Zurdo” Mendieta ha decidido retirarse de las fuerzas policiales.
Desencantado y hastiado por la violencia, parece sucumbir ante el consumo autodestructivo de whisky, cuando Abel Sánchez, viejo amigo y mentor, hace que vuelva como detective por un favor al que El Zurdo no puede negarse: hallar al asesino de su hijo, el abogado Pedro Sánchez Morán, quien fue encontrado muerto en el Parque Sinaloa.
Asesinato en el Parque Sinaloa es un laberinto de intrigas y complicidades, de senderos que convergen en la pasión y el crimen. Élmer Mendoza nos entrega una obra maestra del género, una novela vertiginosa que nos recuerda que la pregunta fundamental de la literatura policiaca es la misma del amor: ¿quién diablos es el culpable?
La fila india, de Antonio Ortuño
A fin de repatriar a las víctimas de una masacre, una joven funcionaria es enviada a un pueblo perdido en el sureste de México. Primer error: mudarse allí con su hija de siete años. Segundo: abrirle las puertas de su casa a una sobreviviente. Tercero: averiguar que un grupo criminal se ensaña contra los migrantes centroamericanos. Y cuarto: tratar de resolver una sencilla pregunta: ¿por qué a nadie parece importarle? Compuesta como un caleidoscopio que registra todos los tonos del sarcasmo, La fila india es la novela de madurez de Antonio Ortuño. Una historia apasionante, a medio paso de la novela negra, que nos ofrece un grupo de personajes inolvidables, una prosa difícil de igualar y la mirada de un autor que registra cómo se descomponen las relaciones entre un individuo cualquiera y el país en que vive.
Los corruptores, de Jorge Zepeda Patterson
Ciudad de México. La actriz Pamela Dosantos había alcanzado el estrellato gracias a sus afamados muslos y a un corazón amplio y generoso por el que pasaron los políticos más encumbrados de México. La aparición de su cuerpo, salvajemente mutilado, desencadena una crisis de insondables consecuencias para el regreso del PRI a la presidencia. Tomás, un periodista dominado por el desánimo, escribe apresuradamente en su columna acerca del asesinato de la famosa actriz, incorporando un dato muy tentador acerca de la ubicación del cadáver, sin hacer las comprobaciones necesarias. La publicación de lo que parecía un dato banal, lo coloca en el punto de mira: el cuerpo estaba a escasos metros de la casa de Salazar, el hombre más temible del nuevo régimen.