De acuerdo con cifras oficiales, el terremoto causó 844 muertos, 821 en Palu, 12 en Parigi Moutong y 11 en el distrito de Donggala, y 90 desaparecidos, 632 heridos y 48 mil personas atendidas en más de un centenar de refugios.
Por Ricardo Pérez-Solero
Palu, Indonesia, 2 de octubre (EFE).- Las autoridades de Indonesia anunciaron el entierro de las víctimas mortales del tsunami y el terremoto del pasado viernes en fosas comunes en las afueras de Palu, no lejos de un pueblo donde centenares de personas quedaron sepultadas por avalanchas de barro.
Los funestos anuncios continúan aumentando la tragedia en la provincia de Célebes Central y su capital Palu, donde los muertos superan los 800 y donde se sufren cortes en el suministro de luz, escasez de alimentos y gasolina y menos personal del necesario para asistir a los afectados.
Una muchedumbre de curiosos marca el fin de la carretera a causa de grietas demasiado amplias para ser sorteadas y causadas por una marea de barro que arrasó también decenas de casas, como se puede apreciar a simple vista.
"Al parecer ya han llegado oficiales de la agencia de búsqueda y rescate, pero no están aquí todavía", dice a EFE Sihabudin, que trabaja para la agencia tributaria indonesia en Palu.
"Las carreteras se han convertido en polvo", añade el indonesio ante la montaña de barro donde las autoridades dijeron este lunes que podría haber "centenares de personas enterradas".
En el caso de las fosas comunes, situadas en un cementerio de la capital provincial, la razón ofrecida por las autoridades que comenzaron hoy los enterramientos es la prevención de enfermedades y epidemias.
El terremoto causó 844 muertos, 821 en Palu, 12 en Parigi Moutong y 11 en el distrito de Donggala, según los últimos datos oficiales, aunque el registro del puesto de comandancia militar en la capital provincial alcanzó hoy más de 900 muertos.
La lista se completa con 90 desaparecidos, 632 heridos y 48 mil personas atendidas en más de un centenar de centros de acogida.
El Coronel Muhammad Thohir comentó a EFE en el puesto militar que hasta el momento no se puede distribuir agua limpia y que "la falta de electricidad se traduce en retrasos en el resto de suministros".
El portavoz de la agencia de gestión de desastres, Sutopo Purwo Nugroho, declaró hoy en Yakarta que la ayuda logística, escoltada por soldados, comenzó a distribuirse entre los damnificados y que la vuelta del suministro eléctrico continúa siendo una prioridad.
Sutopo dijo también en una rueda de prensa que el número de extranjeros que se encontraban en esa región cuando comenzó la catástrofe es de 114 personas, y no 71, como se creía antes.
El Presidente de Indonesia, Joko Widodo, comenzó a coordinar la distribución de ayuda internacional, ya aprobada en el caso de la Unión Europea, que destinó un millón 500 mil euros.
Estos suministros podrán llegar al aeropuerto de Palu, que reabrió ayer a vuelos comerciales, aunque las autoridades avisaron de que se dará prioridad a la ayuda humanitaria.
En tanto, la gasolina, que escasea, alimenta los generadores, mientras técnicos del Gobierno trabajan en reparar las infraestructuras.
Centenares de personas se agolpaban esta mañana a la entrada del puesto de comandancia militar en el centro de Palu, en busca de alimentos, y protestaban gritando "Tenemos hambre".
"El agua, el arroz, lo necesitan", dijo a EFE el hostelero Rachmat Lapoa, y explicó que falta personal para repartirlo entre los afectados y "no se puede atender la ola de gente en un solo sitio".
Los precios de bienes básicos se elevado hasta cantidades prohibitivas para las familias de bajos ingresos, como es el caso de que una botella de agua mineral puede alcanzar los 10 dólares en algunos comercios.
En la playa Talise, en Palu, donde el tsunami causó numerosos muertos y destrucción, cooperantes de varias ONG retiraban hoy cadáveres de entre las ruinas de un edificio.
Frente a la orilla, un grupo de jóvenes intentaba levantar una estructura sumergida en el agua que, según indicaban los residentes, atrapaba debajo el cuerpo de una persona.
En esa zona varios vehículos continúan encajados en las paredes de las casas más cercanas a la costa y un puente de 250 metros, el Ponulele, quedó totalmente hundido.