Fue el editor más famoso en la historia del periodismo. Tuvo una participación activa en el caso Watergate, que sacó al presidente Richard Nixon de su puesto en la Casa Blanca. Primero fue amigo de John Fitzgerald Kennedy, de su esposa, Jackie Kennedy y por entonces no veía –o no pretendía ver- que su cuñada mantenía un romance con el mandatario que moriría asesinado en Dallas.
“He vivido mucha violencia, pero nada fue como el asesinato de JFK”, dijo el periodista Benjamin Bradlee (1921-2014), un seductor como pocos, esos que se pasaban las horas en la redacción, sin mujeres a su alrededor, fumando y bebiendo, tanto así que cuando Jason Robards tuvo que encarnarlo para la película que lo haría famoso, All the President's Men (Todos los hombres del presidente) no sabía que hacer porque él no hacía nada. Sólo iba de un lado para el otro preguntando cuándo estaría el reportaje.
Ben era glamoroso, se casó tres veces, tuvo cuatro hijos, dijo que de lo único que se arrepentía era haber hecho sufrir a sus ex esposas, “luego, no de mucho”.
Al frente del Washington Post cuando por un error en una detención de la CIA se descubrió una investigación de espionaje que comandaba Nixon, tuvo el valor suficiente para seguir con la investigación cuando The New York Times ya la había cerrado y con ello todos los medios estadounidenses estaban desinteresados.
Tenía un drama personal con el Presidente de su país: era un político que mentía y él debía desenmascararlo.
Un documental de HBO, The Newspaperman: The Life and Times of Ben Bradlee, muestra todos los defectos y las virtudes de Ben, al tiempo de las declaraciones de los periodistas del Watergate todavía vivos y que dicen: “lo extraño”, Bob Woodward y Carl Bernstein.
Lo más importante era el éxito del Watergate. Al año siguiente, fue el fracaso y que este editor tremendo lo manejó con una cátedra que todavía hoy queda como aceptar la humillación y contar cuando uno hizo un mal trabajo.
En un mundo sin mujeres (poco a poco nos fuimos haciendo necesarias y todavía falta: el periodismo que viene será femenino), sin negros (lo que hacía Bradlee era un periodismo de clase alta y esta función se fue democratizando con el correr de los tiempos), sin minorías, este hombre que cambió la historia del The Washington Post (creó entre otras cosas la sección de Estilo para el periódico), decidió contratar a una joven de 26 años, Janet Cooke (64 años tiene hoy), que en poco tiempo llegó a firmar 52 reportajes para el diario.
Su editor, es decir, él mismo, le dijo que buscara a un niño de ocho años que ella le había contado que era drogado con heroína. La historia fue “El mundo de Jimmy”, publicada el 28 de septiembre de 1980 en The Washington Post.
La muchacha se ganó el Premio Pulitzer por ese reportaje, aunque cuando Jimmy comenzó a ser famoso mucha gente comenzó a buscarlo para ayudarlo. No encontrar al niño, yendo Janet Cooke a un vecindario que no conocía, creó sospechas. El reportaje era falso. La periodista devolvió el Pulitzer y esos mismos periodistas que habían logrado sacar a un presidente, habían publicado un artículo sin investigación, sin fuentes y totalmente mentiroso.
¿Qué hizo Ben, mientras los editores de todos los medios lo humillaban? Dijo: Nadie debe saber más de Janet Cooke que The Washington Post. Publicó un reportaje de cuatro páginas contando cómo era la periodista y al final el error de quien lo publicó, es decir, él mismo.
“Fue una obra maestra de aceptar la humillación y explicar los errores en los que caen los periodistas y los editores”, dijo un colaborador del periódico.
Un editor así: un hombre que no haga nada, que pregunte dos o tres veces cómo va el reportaje, que acepte el glamour del éxito, que sea valiente para admitir sus errores y que haga del periódico un refugio donde aprender a cuidar “de los reportajes que quieras que sean reales y de la cultura que permite que las fuentes sean fáciles”. Así fue Benjamín Bradlee.
Encima tan seductor que a los 90 años, por la playa, con una camisa azul abierta y un pantalón blanco, “sólo faltaba un gesto para que mi esposa se fuera con él”, cuenta uno de sus discípulos.