Para Luis Quintero, de 24 años y representante estudiantil de Aytozinapa, el normalismo resulta incómodo para las autoridades porque durante décadas se ha movilizado en las calles para reclamar recursos para mantener este modelo de educación gratuita para las comunidades.
A pesar del golpe de la desaparición de sus 43 alumnos, la Normal de Ayotzinapa sigue dando batalla junto con las familias de los desaparecidos para reclamar justicia. "No podemos quedarnos callados, es un crimen de Estado que no puede quedar impune", añade el estudiante.
Por Eduard Ribas i Admetlla
Tixtla (México), 26 de septiembre (EFE).- Cuarenta y tres rostros adornan las paredes del comedor de la escuela para maestros de Ayotzinapa. Así recuerdan a los alumnos desaparecidos hace hoy cuatro años durante una noche trágica que alteró las nueve décadas de vida de este centro situado en las montañas del estado mexicano de Guerrero.
"Siempre he dicho que hay un antes y un después. Afectó demasiado tanto psicológicamente a los alumnos como a toda la institución", cuenta a Efe Víctor Gerardo Díaz, actual director de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, ubicada en la boscosa población de Ayotzinapa.
Díaz era maestro de la escuela cuando la noche del 26 de septiembre 43 alumnos fueron interceptados en el municipio de Iguala por agentes de policía. Desde entonces, se desconoce su paradero.
"El 26 de septiembre fue un golpe, no solo para Aytozinapa sino también para el normalismo rural. Nos marcó a todos", cuenta afligido el director, quien recuerda que durante las primeras horas estaba convencido de que los 43 serían liberados en seguida.
Las 17 escuelas normales rurales de México, entre las que se encuentra la de Ayotzinapa, forman a maestros cuyo objetivo es llevar educación primaria a las comunidades marginadas y empobrecidas del país.
Precisamente, los maestros que se forman en estas escuelas suelen ser jóvenes sin recursos que pudieron recibir educación gracias a los normalistas.
"El normalismo rural prefiere ir a comunidades donde no hay nada porque somos estudiantes que pasamos por ese proceso. No tuvimos la oportunidad de pagar una universidad. Esas escuelas nos cobijaron, abrazaron y nos dieron oportunidades", explica a Efe José Luis Quintero, de 24 años y representante estudiantil de Aytozinapa.
Así lo atestiguan los murales que adornan la entrada de esta escuela fundada en 1923 y que muestran a maestros impartiendo clases entre el campesinado.
Las 30 hectáreas de la escuela, que dispone de aulas, talleres, dormitorios y campos de cultivo, se distribuyen alrededor de un patio central presidido por los rostros de Lenin, Marx y el Che Guevara, entre otras figuras revolucionarias.
Estos personajes inspiran la ideología de cualquier normal, que de acuerdo con el director es "una escuela organizativa y académica que defiende los derechos sociales y que está siempre combatiendo la injusticia".
A los alumnos no les cabe la menor duda de que la desaparición de sus 43 compañeros, que pretendían apoderarse de un autobús para ir a una manifestación, fue un ataque contra el normalismo.
"El Estado tenía la idea de que, como era un golpe muy fuerte, la escuela se iba a desmovilizar y a desaparecer", dice Quintero.
Según este alumno, el normalismo resulta incómodo para las autoridades porque durante décadas se ha movilizado en las calles para reclamar recursos para mantener este modelo de educación gratuita para las comunidades.
A pesar del golpe, la escuela sigue dando batalla junto con las familias de los desaparecidos para reclamar justicia. "No podemos quedarnos callados, es un crimen de Estado que no puede quedar impune", añade el estudiante.
Los cerca de 500 alumnos de Ayotzinapa, incluidas las nuevas generaciones que han entrado durante estos cuatro años, tienen muy presentes a sus compañeros, a los que recuerdan regularmente contando hasta 43 al unísono.
Esta lucha ha funcionado en paralelo con la actividad pedagógica de la escuela, donde el pasado mes de julio se graduó la generación de la que formaban parte los desaparecidos.
"Fue una graduación muy solemne y triste de saber que allí faltaban 43 compañeros. Hubo sentimientos, lágrimas, y hubo también la pregunta de qué hubiera pasado si no hubieran desaparecido", relata el director.
Sin embargo, el caso ha demostrado la enorme resiliencia de esta escuela. O como asegura el director: "A pesar del golpe que se dio con la desaparición de los 43, sabemos que las normales tienen mucho que dar todavía".