Entrevistar a Sergio Ramírez (1942 Masatepe) implica hablar de una nueva y experimental obra, donde el diálogo le sirvió para relatar todo lo que quería. El género negro, en el hombre sin pata del investigador Dolores Morales, es un sitio donde buscar las respuestas éticas, para un país que siempre se ha inclinado para el caudillismo. "A los presidentes democráticos nadie los recuerda", dice el Premio Cervantes, aunque alaba con mucha enjundia "a esos muchachos que salieron a protagonizar estas jornadas cívicas", afirma.
Ciudad de México, 8 de septiembre (SinEmbargo).- Ya nadie llora por mí (Alfaguara) es el regreso de Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017, al género negro.
“En un dudoso centro comercial de Managua, el ex inspector Dolores Morales tiene su oficina de investigador privado, con la cabeza de Dick Tracy pintada sobre la puerta. Hace años que la Policía Nacional lo pasó a retiro y ahora, asistido por doña Sofía, una vieja compañera revolucionaria del FSLN (Frente Sandinista de Liberación Nacional) que se ha adaptado a las nuevas tecnologías con extraordinaria eficiencia, se dedica, sobre todo, a casos de adulterio para una clientela de recursos más bien escasos.
Una triste e ingrata rutina de la que viene a sacarlo uno mañana el encargo de un rico empresario afín al gobierno. El millonario Miguel Soto lo contrata, con un abultado fajo de dólares de anticipo, para que encuentre a su hijastra Marcela desaparecida hace escasos días en un cine de la capital nicaragüense. Doña Ángela, la madre de la desaparecida, permanece completamente ajena, ocupada en sus labores de beneficencia para la Obra del Padre Pío. No parece que se trate de un caso de secuestro, porque de momento nadie ha pedido rescate. Pero tampoco, un caso sencillo, porque Soto le exige máxima discreción y no le aporta al detective más pistas que un par de fotografías.”
Esa es la sinopsis de una novela que a Ramírez le dio ocasión de poder decir su voz frente a lo que pasa Nicaragua, “porque la ficción nos otorga distancia”. La novela negra no es para él un género gratuito, sino la posibilidad de hablar “cuando los ideales de una lejana revolución, a casi cuarenta años de distancia, ya parecen completamente traicionados, pese al regreso del sandinismo al poder con Daniel Ortega.”
De eso trata Ya nadie llora por mí, el regreso del Premio Alfaguara 1998 por Margarita, está linda la mar y ex vicepresidente nicaragüense Sergio Ramírez al género policiaco. Un nuevo caso del inolvidable inspector Dolores Morales, que protagonizara la celebrada El cielo llora por mí (2008), casi una década después.
Junto al inspector Dolores Morales, de su viejo ayudante Bert Dixon, ya sea como fantasma o como alucinación auditiva –la interpretación queda a cargo del lector–, Ramírez dice cosas encendidas y potentes, frente a una Nicaragua que plantea otra vez nuevos desafíos.
–Dolores Morales vuelve al género negro, ¿por qué vuelve?
–Pienso que un personaje policial, un detective, un investigador, difícilmente sobreviva a un solo libro. Está más destinado a una serie, que es lo que el público espera. Esa es una razón y la segunda porque para mí la novela negra es una manera de contar lo que realmente pasa, a través de la ficción. No es un género gratuito, ni una moda, ni algo pasajero. Me parece que la manera de acercarme a la realidad contemporánea es usando el método o los procedimientos de la novela negra. Sobre todo cuando se trata de enfrentar realidades como las que vive Nicaragua y metiéndose de lleno en la situación, sin establecer una distancia, uno corre el riesgo de saberse involucrado en términos políticos, cuando la verdadera razón del novelista es contar la vida de seres humanos, cualquiera sean las circunstancias en las que se mueven. Si fuera finlandés, tendría que hablar de Finlandia.
–También es cierto que en Nicaragua uno a las distancias las discute bastante. Usted habla de la Nicaragua somocista y uno se pregunta qué es lo que ha cambiado
–Está ese peso autoritario que es repetitivo en la historia. Mi horizonte empieza en el siglo XX con el general José Santos Celaya, caudillo de la revolución liberal, sigue con Emiliano Chamorro, caudillo de la contrarrevolución conservadora, sigue con Somoza, impuesto por los marinos y sigue con Ortega, un caudillo. Más allá de los colores ideológicos el caudillismo está muy enraizado en la sociedad nicaragüense y en general en las sociedades latinoamericanas. El caudillo que por sus propias manos sana, el caudillo que nunca se baja del caballo, el caudillo que siempre es pródigo en hijos, su línea de poder es vertical, no hay caudillos democráticos y esto está muy ligado a los orígenes que tiene el liderazgo político en América Latina, desde el siglo XIX. Nosotros creemos que vivimos en el siglo XXI, pero en muchos sentidos seguimos en el siglo XIX. A pesar de todo, muchas de nuestras sociedades siguen siendo muy rurales. Esto es un valor de la sociedad rural. Ha habido presidentes democráticos por breves periodos, pero nadie los recuerda. La gente recuerda a los caudillos.
–¿Somoza para usted es la referencia exacta?
–Es la dictadura bajo la cual yo viví. Yo nací bajo Somoza y ayudé a derrocar al último de los Somoza y creamos un proyecto de cambio que desgraciadamente fracasó. Hoy estoy viendo crecer a otro régimen que ni yo mismo me imaginé que lo iba a ver.
–En todo este contexto, ¿nada ha cambiado en Nicaragua?
–Yo creo que cambió al fin y al cabo la conciencia de la gente. Muchos de lo que hoy están en la calle son hijos de viejos guerrilleros, combatientes, son los nietos de la Revolución los que están en la calle y aprendieron el derecho a expresarse, el derecho a hablar, a protestar y eso es lo que estamos viendo. Una juventud que todo el mundo creía que estaba dormida, anestesiada, pero no, ahí estaba.
–¿Volver al género negro es como volver a la literatura?
–En parte sí, a mí el poder ya no me interesa, tampoco es que me haya interesado mucho en el pasado, yo cumplí un papel que tenía que ver con la política porque fue una consecuencia del triunfo de la Revolución. Hice el papel como mejor pude, sin ser un profesional de la política. Quise ser siempre un profesional de la literatura y en cuanto pude regresé. Regresé con mi realidad, con mi propia angustia, problemas no resueltos, las preguntas éticas y que son las que forman este personaje que es el inspector Dolores Morales. Es un trasunto de lo que yo pienso como concepción de la sociedad.
–Es un detective fascinante, le falta una pierna, es loco por las mujeres y al mismo tiempo muy honesto…
–Es cierto. Él carga una herencia, que es la herencia que lo llevó a tomar las armas contra la dictadura, siendo un muchacho sin preparación. Muchos dejaron el banco de zapatería, el banco de la construcción, dejaron de hacer mandados en bicicletas y se volvieron guerrilleros. Este es uno de ellos. Nunca esperó grandes recompensas y su motivación era ética: quería un país distinto. Él vive añorando eso y su frustración es que no lo obtuvo. Cada vez que mira hacia el futuro teme que lo va a tener menos. La única arma que le queda es su propio humor negro.
–Tal es así que piensa con el dinero que le da Soto es irse de vacaciones
–(risas) Sí. Para él eso es una fortuna. Nunca ha visto tanto dinero junto.
–¿La voz de Lord Nixon es la voz de su conciencia o de su inconsciencia?
–De su conciencia. Es un Pepe Grillo que le habla al oído y siempre está corrigiéndolo, cuando se va a ir del camino. Hay veces que le hace insoportable la vida, al grado de exasperarlo, pero así trabaja la conciencia. Uno no quiere oírla, pero al final uno termina escuchando las razones de la conciencia, en ese sentido Lord Dixon está para eso.
–¿El inspector Dolores Morales no puede vivir fuera de Nicaragua?
–Sí, pero lo han puesto del otro lado de la frontera, el amigo nuevo ese Rambo le dice que se vayan como espaldas mojadas a los Estados Unidos, él rechaza esa idea. Está en esa duda cuando le avisan que la amante está otra vez enferma, con cáncer. Entonces él decide regresar, es una razón ética, no puede abandonar a esta mujer, no tiene vínculos formales con ella, pero no la va a dejar. Rambo dice que lo va a acompañar. La encrucijada es muy difícil para el novelista y desde este punto de espera, seguir adelante.
–¿Quiere decir que las mujeres para él fueron importantes?
–Sí, claro. Esta mujer sobre todo. Ha tenido una relación irregular con ella cuando Fanny estaba casada, luego el marido la abandona, cuando está enferma, y bueno tiene esta piedad, este cariño por ella. Es parte de sus valores éticos.
–Uno llega a la página final y piensa, ¿por qué no lo han matado a Dolores Morales?
–Porque no es un caso crucial para el régimen. Se lo dice Tongolele al final: esto que es hecho no significa nada, nadie te va a creer estas mentiras, entonces Morales es descartable. Se tiene que ir. Hay que sacarlo. Matar no es necesario. Claro que si regresa, corre un riesgo, sobre todo en las nuevas circunstancias.
–¿Cómo es vivir en Nicaragua ahora?
–Para mí yo soy bastante gregario, vivo en mi casa, escribo, salgo poco, ahora no se puede salir en las noches. Las celebraciones familiares se hacen en la casa, nadie se atreve a andar después de las seis de la tarde, hay miedo. Una vida anormal la que se está llevando. Mucho miedo a la represión, a la captura de los jóvenes…Yo alzo mi voz, digo lo que pienso, peor no estoy ligado a ningún movimiento ni Partido político, respeto mucho a los muchachos que están en estas jornadas cívicas, pero no tengo ninguna relación con ellos.
–¿Hay mucha gente presa?
–Muchísima. Ahora con la expulsión de la Comisión por las Naciones Unidas, empeorará.
–¿Esta novela le dio otra forma de experiencia?
–Sí, yo quise hacer una experimentación oral, una novela conversada, puro lenguaje, que no es tan fácil, hacer comprensible el lenguaje nicaragüense que lo entienda todo el mundo es un gran desafío. Son los diálogos los que narran, los que describen e ir así hasta el final.
–¿Qué pasó en el Cervantes?
–Fue una ceremonia muy emocionante pero ya estaba marcada por lo que pasaba en Nicaragua entonces. Obviamente me referí a los acontecimientos de Nicaragua en el discurso y no tenía idea de que iba a empeorar tanto. Hay 400 muertos, hay 400 detenidos, muchos de ellos juzgados por terrorismo, todos muy jóvenes. Estamos en la etapa más difícil, sobre todo porque no hay ninguna voluntad del Gobierno, de Ortega, de sentarse a dialogar, ojalá esto sea una etapa anterior a que realmente haya una negociación. Tiene que haberla, sino el país no va a ningún lado.
–Rosario Murillo, la esposa de Daniel ortega, es tremenda
–Es un personaje de novela y de la vida real. Es un matrimonio el que gobierna Nicaragua. Es una caudilla. Es totalmente nuevo en Nicaragua.
–¿Latinoamérica para dónde va? La respuesta a esto es el neoliberalismo…
–Si tiene escapatoria Latinoamérica. No es tan fácil. Uruguay ha encontrado el rumbo, tiene una democracia que funciona, Costa Rica…los países más chicos, eso sí. La corrupción se ha vuelto global, todo este Caso Odebrecht comprueba que la corrupción es global. Son muchos problemas los que enfrenta América Latina, pero aquí estamos, de aquí somos…
–¿Qué cosas buenas diría de Nicaragua?
–Tiene una gran riqueza cultural, una gran bondad de la gente, no se puede juzgar a Nicaragua por la crueldad con que un grupo pequeño está tratando a sus habitantes. La gente es muy generosa, muy enamorada del futuro, de vivir en libertad y merece el país esta oportunidad que hay que buscar.
–Usted organiza un festival de narrativa todos los años
–Centroamérica cuenta, invitamos a gente que escribe en español, pero también e Francia, de Alemania. Lo hemos hecho cinco veces en Nicaragua, pero este año ya no pudimos. Lo haremos el año que viene pero en Costa Rica, el 15 de mayo comenzaremos en San José.
–¿Qué significó el Cervantes para usted?
–Los premios son importantes, pero yo quiero ser un escritor que no depende de los renombres de los premios, sino de su trabajo artístico. Que la escritura sobreviva por su mismo atractivo y eso es lo que uno siempre está buscando pero no sabe si lo consiga. Uno lo busca en cada nueva obra. Fuimos 15 de mi familia a recibir el Premio y fue muy emocionante.
–Siempre viene a México, ¿tiene algo para decir?
–Participo de la esperanza que tiene el pueblo de México, creo que eso es lo mejor, que el país esté unido a través de la esperanza, este es un gobierno que tiene la oportunidad de cambiar muchas cosas. Tiene mayoría legislativa, tuvo un triunfo arrollador, un gran respaldo popular, tiene ideas nuevas, no puedo desearle sino muchos éxitos para todo lo que tiene que hacer.