Sanjuana Martínez
03/09/2018 - 12:04 am
Diputados y Senadores, el lastre de la corrupción
Llámenle dispendio, derroche, excesos, bonos, sobrepagos, compensación, subvenciones, gastos extraordinarios, partidas especiales… pero lo que hemos visto en San Lázaro y el Senado, es una auténtica maraña de corrupción cínica e impune durante décadas.
Llámenle dispendio, derroche, excesos, bonos, sobrepagos, compensación, subvenciones, gastos extraordinarios, partidas especiales… pero lo que hemos visto en San Lázaro y el Senado, es una auténtica maraña de corrupción cínica e impune durante décadas.
¿Terminará la corrupción de diputados y senadores en la recién estrenada LXIV Legislatura?
Hasta ahora, ser Diputado o Senador, no está vinculado a la decencia. Esos puestos de representación popular están desprestigiados. Ser diputado o senador, está más bien relacionado con ser un influyente político con infinidad de privilegios: buenos ingresos de dudosa procedencia, claudicación de valores para beneficiar un grupo político y a unos intereses particulares, en detrimento de las necesidades del pueblo.
En el Congreso y en el Senado, hemos visto un extraordinario saqueo de recursos, el robo del erario a manos llenas y el cinismo de sus inquilinos a la hora de auto otorgarse ganancias de manera inmoral. Tal vez, el desvalijamiento es legal, pero no es moral.
Ambas Cámaras están manchadas de corrupción. Sus representantes han optado por denigrar sus puestos. La entrega-recepción del Senado y del Congreso, ha sido una entrega de restos del saqueo y una recepción del cero y va de nuevo.
Asistimos hace unos días al vergonzoso final de la LXIII legislatura. Como vulgares ladrones, los señores diputados organizaron una mudanza en secreto para llevarse cuadros, televisores, equipos de sonido, mobiliario vario e incluso las sillas de ruedas y las grapadoras.
De manera silenciosa, durante algunos días, los diputados decidieron dejar sólo escritorios y teléfonos. Los 160 millones de pesos que se les entregaron al inicio de la legislatura para sus oficinas y actividades, sencillamente desaparecieron, también los 132 mil de subvención por cada diputado para oficinas y actividades. A esto, habría que sumarle los 155 millones que recibieron en 2016 para supuestamente “modernizar” espacios, que casualmente habían sido remodelados tres años antes.
El nivel de dispendio y despojo de los señores diputados es de antología y vergüenza. La opacidad y la discrecionalidad en el otorgamiento de recursos ha sido la constante. Las asignaciones presupuestarias a los grupos parlamentarios son las más oscuras. Gastaron lo que quisieron y como quisieron, sin control ni vigilancia. Esto quedará para la historia de la descomposición del sistema político mexicano. En 16 años el presupuesto del poder legislativo se incrementó en más del 100 por ciento. Pasó de 7 mil 014 millones de pesos del año 2000 a 15 mil 088 millones de pesos en 2017. Bajo el concepto de “subvenciones” los diputados recibían carretillas de millones de pesos. Por ejemplo, de septiembre de 2015 a abril de 2016 se llevaron 859.97 millones de pesos. Todo para el “adecuado desarrollo” de actividades parlamentarias y complementarias de “gestoría” de nuestros representantes populares.
El hedor que dejan diputados y senadores de la LXIII será difícil de eliminar. Es un tufo a rapiña. Su despedida millonaria fue de 216 millones de pesos destinados a un “fondo de ahorro”. Se fueron con las bolsas llenas de dinero mal habido, dinero robado a la nación. Las cosas como son. No todo lo que es “legal” es moral.
El balance de esta etapa que se cierra es, ciertamente negativo. Los nuevos diputados y senadores tienen la enorme misión de limpiar el nombre del Congreso y el Senado, la meta debería ser reivindicar la decencia, la moral y la ética como formas esenciales de la actuación. Urge una regeneración legislativa.
Para empezar, estamos esperando que los primeros pasos sean una reducción considerable de los presupuestos. Los miembros de Morena han dicho que alcanzaría entre un 35 y un 50 por ciento menos. Creo que no es suficiente con el nivel de dispendio que ha habido. Se requieren medidas drásticas y de urgencia, sobretodo en la eliminación de privilegios, subvenciones, bonos, partidas secretas, recursos otorgados con discrecionalidad y el fin de la opacidad.
La prueba de fuego recae directamente a los presidentes de la Mesa Directiva del Senado de la República y de la Cámara de Diputados, Martí Batres y Porfirio Muñoz Ledo, respectivamente. Ambos han anunciado que ya cuentan con el proyecto de una nueva ley que regirá el Congreso de la Unión.
Urge que demuestren con hechos su plan de austeridad para el Senado que acabaría con privilegios y generaría un ahorro de 2 mil millones de pesos anuales. Urge suprimir los 100 altos cargos. Urge reducir salarios. Urgen legisladores ciudadanos. Urge el fin de los “aviadores”. Urge cancelar las prerrogativas millonarias tradicionales que recibían sin ruborizarse diputados y senadores sin preguntarse si era correcto. Si todos los hacían, esa era la excusa para entrarle al tren de la deshonestidad ética y moral. Pero los ciudadanos estamos esperando el verdadero fin de esta etapa.
La responsabilidad de los representantes de Morena con su mayoría se cierne en la necesidad de consenso, dialogo y no de una aplanadora que venga a arrollar la democracia.
Los diputados y senadores de esta nueva legislatura están obligados a demostrar que ellos no serán iguales, que actuarán con apego no solamente a la ley, sino con honor, con una alta dosis de moral y un compromiso ético que vuelva a generar el respeto a su trabajo.
Ojalá que pronto ser Diputado y Senador sea un honor y no una vergüenza para la nación.
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