Preguntamos ¿Hay nueva esperanza en México?. Preguntamos ¿Cómo son los mexicanos? La respuesta estuvo a cargo de historiadores, que son ellos a los que fuimos a buscar por su particular forma de ver el país: Lo ven en pasado con vistas al futuro. Hay esperanza pero habrá decepción, dicen algunos. Otros son firmes: ¿Cómo no va a haber esperanza? Aquí el reportaje.
Ciudad de México, 2 de septiembre (SinEmbargo).- Comienza septiembre, ese mes donde afloran los nacionalismos, donde esperamos el Informe de Gobierno como si algo que no conociéramos nos dijera, donde vemos la bandera flamear y donde esperamos, por supuesto, esas fiestas con chiles en nogada, tequila, mezcal y muchos mariachis.
Esta vez hay una nueva esperanza en México. A veces una esperanza que se exagera como los cientos que van a la casa de campaña de Andrés Manuel López Obrador, encienden velas y piden personalmente solución a sus problemas, casi le ruegan al Presidente electo.
Lo cierto es que esta nueva esperanza hace recordar al año 2000, cuando Vicente Fox se hacía cargo del destino de México, echábamos al PRI y sin saber entonces que todo sería igual –o peor. Luego vino la Guerra del Narco y aquí estamos, mirando el cielo preguntándonos por qué nosotros nos merecemos un destino tan negro, diciendo como suele afirmar el escritor Juan Villoro que “en México ya pasó el Apocalipsis. México es apocalíptico”.
Más allá de lo que usted piense políticamente, hay un nuevo aire y un nuevo entusiasmo. La elección fue histórica y nosotros comprobamos lo que podemos hacer a nivel electoral, cuando estamos todos unidos, cuando salimos a la calle a votar. Ni un fraude nos asustó.
Hemos ido a preguntarle a los historiadores, porque suponemos que ellos ven el país con cierta totalidad. Lo ven en pasado y hacia el futuro. Algunos están escépticos, sienten que la esperanza poco a poco cederá y vendrá una nueva decepción. Otros son prudentes, pero siempre sus respuestas tienen un valor esencial. Aquí vamos.
Ursula Gracida, licenciada en historia de la UNAM
Pareciera que en el ilusorio colectivo, de una buena parte de la población, más que esperanza hay una gran expectativa por las cosas que pudieran pasar en la arena política y que impactarían de manera directa otros ámbitos, especialmente el económico y el social.
El mexicano tiene la esperanza siempre puesta, es como la frase del 'Chicharito': “imaginemos cosas chingonas”. La mayoría de los mexicanos siguen esperando que la providencia haga su parte, por eso aquello de “si Dios, quiere”, “primero Dios”, y frases similares.
Quizá estamos comenzando a ver pequeños destellos de otra manera de entenderse como seres políticos y sociales que somos. Tal vez, comience a haber mayor compromiso hacia las causas colectivas.
El mexicano es chambeador, a pesar de ese pensamiento providencial, siempre estamos dispuestos a chingarle, aunque lo cierto es que también nos gustan los caminos rápidos y fáciles para obtener las cosas.
En muchos casos creemos que las cosas se solucionan solas y dejamos todo al último momento. Sin embargo el ingenio nunca falta, a pesar de tanto solemos mantener el sentido del humor.
En los últimos tiempos pareciera qué hay una especie de renacimiento de la “raza de bronce”, el mexicano se proyecta ante el mundo como un ser especial y chingón. Y quizá todo esto tiene que ver con los triunfos de mexicanos en el extranjero qué, si bien, son en su mayoría triunfos personales, hinchan el orgullo colectivo. Es ese nacionalismo tan arraigado que tenemos, pero que ya no lo asociamos con nuestros políticos, sino con seres humanos que están trabajando para hacer de este país un lugar mejor.
Viridiana Olmos, historiadora por la UNAM. Trabaja en CLIO. Sus opiniones son personales.
El imaginario colectivo popular lleva a pensar que los mexicanos si estamos viviendo una nueva etapa de esperanza, sin embargo es sólo eso, una esperanza que se desdibuja día a día y nos lleva a la resignación silenciosa que da coraje y es superada por la falta de educación y oportunidades.
Como “mexicanos”, aún no construimos ese concepto por completo, la mayoría se enorgullece por sus raíces europeas y buscan a toda costa que las que lo podrían definir como “nacional” no se noten, a menos que sean para identificarse en el barullo. Nuevamente la falta de educación, la marginación y la falta de oportunidades hacen que la ignorancia se destaque y se pase de generación en generación con la única finalidad de no morir de hambre; lo demás no importa.
Raúl Domínguez, historiador
Lo que me parece es que los mexicanos padecemos un daño histórico ancestral que nos mantiene todavía con una actitud propia de la servidumbre. Somos tan incapaces de desobedecer, como de impugnar a la autoridad constituida. Conservamos una mentalidad tan sumisa, que nos conformamos con una opción que perdimos hace cincuenta años (el PRI con algunos elementos progresistas y nacionalistas) y no tenemos el vigor, la dignidad y la ambición de construir un México realmente diferente. Somos un pueblo resignado y católico que optamos por el amo que nos trate "menos peor."
Núria Galí, historiadora
La edad de la inocencia se terminó hace muchos años, quizás los cincuenta que está cumpliendo el movimiento del 68 o es posible que nunca haya existido. Es difícil para la historia contestar si los mexicanos estamos viviendo una nueva esperanza y una nueva etapa, la historia se construye con hechos del pasado y se arriesga mucho cuando especula sobre el presente. Al respecto lo que puedo decir es que debe de haber un cambio cultural muy profundo en nuestro país para poder hablar de esperanza o una nueva etapa. El país no se renovará de la noche a la mañana y mucho menos de la mano de una sola persona, serán nuestras acciones ciudadanas tanto individuales como colectivas las que nos definan.
Somos un pueblo heterogéneo sin ideales en común. Tenemos un territorio, una historia y una cultura maravillosos, eso nos da luz y color ante los que no son de aquí.
Nuestro lado oscuro es nuestra pobreza educativa, de corto plazo, que aspira a lo inmediato. Poco pensamos en el bien común, somos individualistas y con muchas limitaciones tanto materiales como de pensamiento.
Víctor Manuel Cuchi Espada, historiador
En respuesta a tu pregunta, lo único que puedo decir es que soy cautelosamente optimista. No me queda de otra dada la desgracia social que hemos venido viendo y viviendo desde hace dos décadas.
La situación está a ojos vista y el electorado se pronunció sobre ella al grado de que la elección del 1 de julio pasado fue casi un plebiscito. Lo que vimos fue un repudio al gobierno actual y a la oposición "leal" y al statu quo como la población la entiende.
No espero una gran transformación, sin embargo, pues el equipo gubernamental entrante tiene ligas con la oligarquía y es bastante moderado, hasta cauteloso. Desestimo sus declaraciones; me parece que tomarlas en cuenta demasiado es una forma de extraviarse. Un gobierno o un régimen se hace más con sus actos que con sus palabras.
Pero si me apuras, me parece que el signo del nuevo sexenio será pragmatismo.
No veremos, pues, un abandono del modelo capitalista, pero tal vez una apartamiento de años de administración del letargo. Si el quinquenio de 2000 a 2005 da una pista es que tendremos un liderazgo prudente y al mismo tiempo muy activo, algo que creo este país necesita, al cabo de tres presidentes personalmente muy mediocres.
Veremos conflictos, algunos acaso similares a los de otros países, pues la tentación de aplicar la fórmula de "oposición cívica" estará presente. Cuidado con la prensa y las antiguas fuerzas vivas que se pondrán el disfraz de "demócratas" que atraerán la atención de una clase media ramplona, mal educada y veleidosa. De hecho, desde ahora se le achacan al equipo gubernamental entrante hechos que están lógicamente fuera de su incumbencia; esto es más curioso aún pues el gobierno de Enrique Peña Nieto todavía no concluye su término.
Creo que Andrés Manuel López Obrador, pese a sus detractores, es la persona más capaz que se haya postulado a la presidencia desde hace dos décadas. Ello no garantiza nada, pues los retos y problemas por venir son aun desconocidos. Ahora bien, no estamos en la situación de la década pasada cuando se urdió la leyenda negra del Peje; ahora estamos en otra coyuntura, interesantemente desfavorable en el ámbito externo, pero sumamente favorable en el interno. Asciende al poder con una legitimidad electoral incuestionable y sin precedente, y que sólo los ciegos desean denegarle.
¿Qué espero que haga? Se vale una fantasía: una vida social basada en la expansión de derechos y en la búsqueda de la tranquilidad de una sociedad muy sobresaltada y agraviada, una impartición de justicia imparcial (justicia social, no ley y orden) y por último una reactivación de la actividad económica basada en la creatividad que ponga a México en camino a la independencia al tiempo que revivifique el estado de bienestar que este país una vez trato de tener y que la oligarquía le negó a las grandes mayorías de las cuales se sirven.
Áurea Maya Alcántara, Historiadora del arte y musicóloga. Investigadora de Cenidim-INBA e integrante de la Asociación de historiadores Palabra de Clío. Responde a título personal.
Algunos mexicanos, no todos, queremos pensar que estamos viviendo una nueva etapa. En mi caso, sí albergo una esperanza. Nadie es todopoderoso para arreglar todo. Desde mi punto de vista, todos, si queremos un México mejor, debemos empezar en nuestro propio entorno. Y el impulso del cambio sí puede ser la nueva esperanza. Por supuesto que yo soy optimista. La historia nos dice que ha habido varios momentos en que se han logrado cambios -no en todas las áreas, pero suficientes para lograr transformaciones-. No tiene por qué no ser lo mismo ahora, pero si todos, remarco todos, hacemos la labor que tenemos asignada, seguro veremos un cambio. Desde el profesor que no prepara de forma adecuada su clase, el estudiante que pide no dejar tarea, el trabajador que llega a desayunar a la oficina, hasta el servidor público que prefiere corromperse que realizar una serie de trámites administrativos para realmente hacer de forma honesta su trabajo.
¿Cómo somos los mexicanos? Somos gente trabajadora, talentosa aunque también que se desilusiona pronto y que prefiere bajar los brazos y aceptar sus condiciones en lugar de seguir luchando por alcanzar los objetivos. Nada es sencillo en esta vida, pero eso pocas veces, nos lo enseñan. Tenemos personas de alto nivel en numerosas áreas del conocimiento, faltan impulsos más grandes para que nos demos cuenta que todos podemos alcanzar los objetivos que nos propongamos y no caer en la corrupción o en la desidia.
Mariana Abreu Olvera, historiadora por la UNAM
Pienso que sí estamos viviendo una nueva esperanza. Y esa esperanza viene del cambio en la gente, más que del cambio en el gobierno. El triunfo, por primera vez, de un gobierno de izquierda refleja una transformación en las personas, que es quienes votaron por él, y eso es esperanzador. El gobierno puede resultar la misma cosa de siempre, pero la gente ya no es ni será igual que antes.
No sé si esta esperanza implique necesariamente una nueva etapa. Pienso que los inicios de las etapas los detectamos a posteriori, cuando hemos visto los cambios en todos los ámbitos de la vida e identificamos cuáles fueron los momentos más decisivos para que esas transformaciones empezaran. Es difícil saber qué impacto tendrá a futuro este momento, pero por ahora nos da esperanza y la ilusión de otra alternativa para afrontar algunos de los problemas más urgentes.
Los mexicanos somos sumamente diversos. Y en esa diversidad radica una fuerza que no hemos sabido potencializar. En general, no nos unimos, no nos organizamos y muchas veces dejamos que las diferencias se vuelvan un elemento negativo, de separación. Cada vez más, me doy cuenta de que son las diferencias las que nos pueden dar una fuerza y una unión brutales. Sería importante organizarnos y no dejar la responsabilidad de nuestro futuro solamente en la esperanza de un gobierno que promete ser distinto.
El triunfo de la izquierda me parece en sí mismo un hecho que se caracteriza por ser distinto, porque refleja un hartazgo que no se había manifestado tan claramente. Quizás una transformación más profunda tome tiempo; quizás en algún momento retrocedamos y aquello contra lo que intentamos luchar parezca repetirse. La historia no es progresiva, y un cambio que parecía haber llegado para quedarse, puede de pronto esfumarse. Sin embargo, cualquier transformación, por efímera que sea, deja siempre una marca, un precedente que queda como referencia y, muchas veces, como base para futuros cambios.
Raymundo Casanova, historiador
Desgraciadamente la "nueva etapa" ha polarizado a los mexicanos y, de manera personal, no me parece que México se encuentre ante un panorama de mejoría en cualquier aspecto de la vida nacional, por el contrario, viene tiempos difíciles (aclaro que no milito con los partidos que han detentado el poder durante gran parte del siglo pasado y lo que va de este). Sin embargo, ninguna propuesta hecha puede ser cumplida ni en un mediano plazo.
En fin, el panorama pinta desalentador para todos los mexicanos.
Con respecto a ¿cómo somos los mexicanos? me parece que esta cuestión sería más encaminada a los sociólogos o sicólogos sociales.
Dentro de mi humilde opinión, los mexicanos somos personas de trabajo (en la gran mayoría) pero que en México carecemos de las oportunidades para desarrollar todo nuestro potencial. Un ejemplo de ello son la gran cantidad de emigrantes nacionales a otros países en los que se han establecido y logrado un reconocimiento dentro de las sociedades que los acogieron.
Podría seguir con muchos argumentos pero me parece que nos llevaría a páginas y páginas de opinión.
Miguel Ángel Gallo, especialista en Historia de México, con muchos libros publicados
Voté por Cárdenas en 1988 y lo hice dos veces más. Después lo hice por AMLO, ésta fue la tercera vez. ¿Qué digo con eso? Que siempre voté a la izquierda o a lo que había como izquierda desde entonces.
Con AMLO me tocó vivir, como a millones de ciudadanos, dos fraudes con distinto estilo, además de la “caída del sistema” de cuyos responsables hoy no me quiero acordar. ¿Cómo no tener entonces, esperanza?
Aunque estoy cierto de que un hombre no cambia un país, pero sí puede, con su ejemplo y un buen equipo, convertirse en un gran motor capaz de iniciar un cambio necesario, indispensable.
Sí estamos iniciando una nueva etapa, con las limitaciones históricas, políticas, sociales y culturales que esto implica.
No existe, a mi modo de ver, un mexicano como tal, pese a que tenemos cosas en común, somos muy diferentes según nuestra región, clase, edad, sexo, nivel educativo y otros tantos factores.
Alejandro de la Torre, historiador
Siento que sí efectivamente hay una nueva esperanza a la luz de los acontecimientos políticos recientes. Las esperanzas se renuevan porque se ven absolutamente traicionadas. A la luz de la elección última de julio hay una necesidad de transformación, una expresión de hartazgo social, pero el sistema político mexicano tiene una vocación anticlimática.
Entre el momento de la elección y el momento de traslado de poderes, pasan muchos meses en que las esperanzas empiezan a reducirse, a rasurarse las expectativas, se ven ciertas negociaciones que no están acordes con las que el votante había depositado en el Gobierno entrante. Las esperanzas se van limando, ahora empieza a matizarse.
Hay una esperanza, eso sí, en un país donde las cosas no podrían estar peor. Es un país terriblemente clasista en muchos de sus gestos culturales, parece ser que esta esperanza permite a los pobres al menos salir en la foto nacional, donde se ven permanentemente relegados. Existe esta posibilidad, aunque en este país los pobres son la fuerza impulsora de las transformaciones pero siempre se ven en un palmo de narices con las expectativas que habían depositado.
Hablar del mexicano es complicado como con todo esencialismo. El mexicano tiende a ser abyecto, miserable y servil, con la misma facilidad que puede ser generoso, trabajador y solidario.
Tiene estas dos facetas. Son tremendas características y algunas virtudes que nos permiten pensar en salvar no sólo a los mexicanos sino a toda la humanidad.