Ciudad de México, 18 de agosto (SinEmbargo).- Releo el libro de ensayos Cultura y Simulacro, de Jean Baudrillard (1929-2007), editado en 1978 pero que hoy todavía sigue resonando en la cabeza de muchos –la mía, sin dudas-: la vida en torno al simulacro.
Cuando dice Jean que “Hoy, la abstracción ya no es la del mapa, la del doble, la del espejo o la del concepto. La simulación no corresponde a un territorio, a una referencia, a una sustancia, sino que es la generación por los modelos de algo real sin origen ni realidad: lo hiperreal. El territorio ya no precede al mapa ni le sobrevive. En adelante será el mapa el que preceda al territorio y el que lo engendre, y si fuera preciso retomar la fábula, hoy serían los girones del territorio los que se pudrirían lentamente sobre la superficie del mapa. Son los vestigios de lo real, no los del mapa, los que todavía subsisten esparcidos por unos desiertos que ya no son los del Imperio, sino nuestro desierto. El propio desierto de lo real”.
El desierto de lo real, plantea Baudrillard, en un mundo donde las redes sociales se han convertido en un verdadero simulacro del amor, de la amistad, de la crítica, de lo que está bien, de lo que está mal. Simulamos odiar a aquel que expresa opiniones ajenas a nuestro sentir y creemos amar a los que están de acuerdo con nosotros, como si el territorio fuera un espejo y quizás nosotros Alicia en el País de las Maravillas, donde nada ocurre, pero pareciera que sí.
Pensando en Simulacro, esas coincidencias de la existencia, escuché a la madrugada una canción que ¿podría ser la mejor canción en español? Se llama precisamente “Simulacro” y está cantada y escrita por Rafael Berrio, un artista vasco, nacido en San Sebastián en 1963.
“Temo haber vivido mi vida como si ello fuera un simulacro / Como si yo tuviera el don de vivir por mí dos veces. / De haber dejado a un lado la que importa en prenda de una vez futura, y haber malgastado en borradores la presente”, dice el tema y nos obliga a darnos la cabeza contra la pared para salir de ese simulacro para no caer, como dice Rafael: “Y ahora es tarde, / algo tarde. / Pues temo ir ya malherido. / Temo haberme consumido/ como si yo / tuviera el don/ de vivir dos veces.”.
No tenemos el valor ni la valía de vivir dos veces, por eso me encanta haber descubierto a este cantautor, que está en Spotify y quién sabe, tal vez venga en alguna oportunidad por México para escucharlo en directo.
En octubre del año pasado, dio una entrevista a El Diario Vasco, donde decía entre otras cosas que “Habría que diferenciar entre los genios que lo dan todo de manera sorprendente a los veintitantos y otros que funcionan más a largo plazo o perduran en el tiempo: Lou Reed hizo cosas enormes tanto con The Velvet Underground como en solitario. Mis discos de juventud son absolutamente prescindibles, ojalá no los hubiéramos publicado”. Se refiere así a su éxito pasado los 50 años.
“Soy muy mal lector de novedades. Reconozco que lo actual me interesa poco, lo mismo en narrativa que en poesía. He leído de todo aunque de manera muy distraída, digamos. Siglo de Oro, modernistas, generación de la posguerra, el grupo de Barcelona, la gran poesía portuguesa o argentina. No diré nombres porque siempre queda muy cursi. O diré solo uno que vale por muchos: Pessoa. En mi heterónimo favorito que es Ricardo Reis”, dio al periódico El País.
“La psicología new age nos machaca con el autoperdón. Yo no estoy tan seguro. El pasado vuelve una y otra vez. De eso habla la canción. En realidad no hay más que pasado. No me creo que el presente pueda vivirse de un modo pleno, como dicen. Esto no es creíble porque está la conciencia, precisamente. La conciencia que anticipa la futura melancolía de ese instante. Un bucle enfermizo. Puede ser que un gato o un pájaro vivan un eterno presente, pero un hombre de ningún modo”. Chapeau.
El simulacro y el vivir el presente como pasado. Un gran artista.