Desde esa bizarría diletante que mostraba el agobio en las relaciones de pareja y el aburrimiento infalible que ya se sospechaba a mediados de los 80 mediante un “Veneno en la piel” que tuvo destino de hit, hasta este encantamiento por las aficiones a todo aquello de raíz genuina: un buen vaso de vino, un cigarrito “liado con parsimonia y decoro”, los ojos de ella que iluminan el barrio cuando hay poca luz, Santiago Auserón devino en Juan Perro (Zaragoza, España, 1954), hizo varios discos en solitario y se convirtió en filósofo de cabecera para sus múltiples admiradores.
Santiago Auserón, por ejemplo, es referencia obligada para un noble caballero como su paisano Enrique Bunbury, quien no tuvo empacho en pararse ante un imberbe público mexicano y en pleno concierto de Rock en Eñe en el 2000 espetar al personal con un “¿Ustedes no saben que este señor es un maestrazo?”.
Café Quijano, Estopa, Jarabe de Palo, Los Rodríguez... ¿quién no le debe algo a Radio Futura? ¿Cómo lo hubiéramos hecho sin Auserón?
Para muchos de los admiradores que lo veneran, suele a veces quedar en un segundo plano el vestido musical de las canciones de Juan Perro. “A semejantes letras, que le ponga la música que quiera”, suelen decir medio en broma, medio en serio.
Sin embargo, Auserón no es sólo un letrista inevitable y a estas alturas imprescindible: también es un gran músico que descubrió y grabó a Compay Segundo primero que Ry Cooder, que aplicó antes que nadie la esencia latina al rock anglosajón hecho en tierras castizas y que analizó como ninguno el papel de la música en nuestros tiempos.
Al fin y al cabo, este alumno devoto de Gilles Deleuze, es también un intelectual de alto rango, el verdadero filósofo devenido en rockero o al revés, porque en esto nunca se sabe si fue primero el huevo o la gallina.
“Conocer más que ser conocido” es el principio aristotélico con que el zaragozano inicia El ritmo perdido, un libro sobre el influjo negro en la canción española, que lo llevó a la Feria del Libro de Los Ángeles, donde además dio un concierto con Joan Vinyals en el famoso The Conga Room.
Su estampa, su decir, son fascinantes. Alguien podrá decir que demasiada adjetivación no es un buen síntoma a la hora de hacer periodismo, pero pocas veces se tiene la oportunidad de ver la inteligencia desplegarse en grado sumo, con semejante seducción, con tal magnetismo.
“Los niños de mi generación fuimos hechizados por la música afroamericana y hemos tardado décadas en entender las causas, las motivaciones, de ese hechizo”, afirma Santiago.
“Las causas creo que provienen de dos direcciones. Una de ellas concierne a las cualidades específicas de la cultura rítmica que el negro de origen africano desarrolla en América. La música para el África no islamizada es un sistema de pensamiento, un sostén de la comunidad”, dice el artista español.
“La otra dirección está dada porque los niños de mi generación en España fuimos hechizados por la música afroamericana por el hecho de que en nuestra conciencia y en nuestros corazones había una especie de molde retrospectivo, preparado para recibir esos influjos de manera particular”, agrega.
Así es como este hombre que ha capturado a lo largo de su carrera unos cuantos secretos del arte y que luego tradujo en letra y música aplicadas a canciones memorables, ha construido un proyecto titulado Casa en el aire, con el que ha venido a México para dar conciertos en el Distrito Federal y Guadalajara.
Se trata de un formato perfilado con el guitarrista catalán Joan Vinyals, a caballo entre la música estadounidense de raíz y los ritmos cubanos, poblado de canciones que navegan entre estos géneros con la misma naturalidad con la que las aguas del Misisipi desembocan en el mar que baña la isla caribeña.
Juan Perro ladra con una dulzura proverbial. Visitó como un príncipe los convulsionados ’80 y llegó al tercer milenio vestido con el ropaje de un rey amoroso y coherente. Soberano en esa tierra donde la voz que madura, quema dura, diría Xavier Villaurrutia, nunca mejor usada la poesía del genial mexicano.
En el reciente Low Festival, realizado en Valencia este zaragozano se ha unido a la banda Sexy Sadie, una mezcla proverbial de canciones de la banda de los '90, de Juan Perro y Santiago Auserón. El año pasado se habían unido para el Sonorama Ribera de Aranda del Duero.
Sexy Sadie es un grupo de pop-rock español de Mallorca (España) formado en 1992 y disuelto en 2006. Volvieron varias veces y ahora a tocar con el maestro. Uno escribe estas notas para expresar deseos, quién sabe si alguna vez vengan a México. Santiago y los demás. Mientras tanto estarán el 24 de agosto en Bilbao, País Vasco.