A Cristian Geovani lo desaparecieron por la calle 21 de Marzo, antes de llegar a la avenida Patria. Fue a recoger un carro en un lavado cuando cuatro camionetas lo interceptaron. De las unidades descendieron personas encapuchadas, que ni los ojos se les vio. Antonio de Jesús estaba en un taller de carrocería. Horas después también se lo llevaron junto con otros dos muchachos.
Cuando se enteran que a sus hijos se los llevaron, los padres corrieron a las cárceles para ver si ahí estaban, porque uno de ellos fue interceptado por un comando de cuatro patrullas. "Casi nos volvíamos locos", narró Filiberto, el papá.
Por Claudia Beltrán
Sinaloa/Ciudad de México, 25 de julio (Noroeste/SinEmbargo).- El 27 de noviembre de 2012, los hermanos Cristian Geovani y Antonio de Jesús Lozoya Hernández, de 21 y 23 años de edad, respectivamente, fueron privados de la libertad por grupos armados.
Los dos fueron desaparecidos el mismo día, pero en diferentes lugares y desde esa fecha, sus padres Filiberto y Micaela, siguen buscando, y así lo harán, hasta encontrarlos, ya sea vivos, o muertos.
A Cristian Geovani lo desaparecieron por la calle 21 de Marzo, antes de llegar a la avenida Patria. Fue a recoger un carro en un lavado cuando cuatro camionetas lo interceptaron. De las unidades descendieron personas encapuchadas, que ni los ojos se les vio.
Antonio de Jesús estaba en un taller de carrocería. Horas después también se lo llevaron junto con otros dos muchachos.
Cuando se enteran que a sus hijos se los llevaron, corrieron a las cárceles para ver si ahí estaban, porque uno de ellos fue interceptado por un comando de cuatro patrullas.
"Casi nos volvíamos locos", narró Filiberto, el papá.
Uno de sus hijos estudiaba leyes, y el otro había terminado su carrera de Enfermería y se encontraba tramitando su título en la Ciudad de México.
La desaparición de sus hijos, Filiberto se la atribuye a tres cosas: malas compañías, confusión, o simplemente por ser jóvenes se los llevaron a trabajar haciendo drogas, cortando mariguana.
El padre asegura que sus hijos fueron de bien todo el tiempo.
Filiberto, menciona, conoció a su esposa Micaela en la Cruz Roja y después se casaron.
La esperanza de encontrarlos vivos o muertos, es lo último que perderán. Ahorita no quieren culpables, sólo saber de sus hijos.
"No queremos culpables, queremos encontrar a nuestros hijos y llorarles, llevarles unas veladoras".
El hecho de no saber dónde están, es una angustia muy grande, penosa, dolorosa, narró.
Al principio, como parte del proceso de duelo, se escondían, no sabían qué había pasado, pensaban si llegaron sus hijos a andar en malos pasos, si habría consecuencias para la familia.
Sin embargo, después piensan que tienen que salir, pedir y gritar al Gobierno a los cuatros vientos para que ayuden.
Filiberto asegura cree mucho en Dios y si encuentra a sus hijos muertos, bendito será, y si los encuentran vivos, mucho más bendito.
La esperanza es de encontrarlos vivos, porque eso nunca debe morir, pero también está la posibilidad de encontrarlos muertos. Será como Dios desee.
Como hombre es muy duro enfrentar una situación así, sin embargo, cuando llora, siente que descansa. Su esposa, explicó Filiberto, ha sufrido mucho más.
"Mucha gente me dice: a ti no te dolieron, le dolieron a ella, no, nos duele tanto a ella, como a uno, y yo sé que ella ha sufrido mucho más".
Cuando sus hijos desaparecieron, los buscaron en los puntos donde normalmente tiran a los muertos, pero nunca los encontraron. También recorrieron las cárceles municipal, estatal y ministerial.
Se juntaron con papás de desaparecidos, pidieron asesoría de cómo hacerle en este tipo de casos.
A pesar de todo, actualmente la Fiscalía está en 'pañales', narra.
Aparte de enfrentar el duelo por la desaparición de sus hijos, tuvieron que enfrentar comentarios referentes a que probablemente eran delincuentes.
"A veces mucha gente dice es que eran delincuentes, sean el diablo o el demonio son nuestros hijos y los vamos a buscar, así la Fiscalía quiera o no, si nos ayudan o no, los vamos a buscar hasta encontrarlos vivos o muertos, pero los tenemos que encontrar".
Nunca descansarán. Trabajarán hasta lo último para encontrarlos. Y si los encuentran, seguirán en el grupo de personas desaparecidas, como una forma de solidarizarse, sentir el dolor ajeno.
El pueblo de Culiacán a veces no tiene ese sentimiento, cree que nunca tendrán un desaparecido. Él así pensaba, añadió.
"Pero un día puedes tener un desaparecido y es horrible eso, es horrible, no se lo deseo a nadie, ojalá no existiera esto".
No es posible que el mismo humano se haga daño a sí mismo, que el lobo sea el lobo de sí mismo, expuso el señor Filiberto.